Claudia Sheinbaum fija línea a Morena: unidad, austeridad y cero turismo político

En una carta extensa y cuidadosamente elaborada, Claudia Sheinbaum, presidenta de México, aprovechó el primer Consejo Nacional de Morena durante su mandato para enviar un mensaje contundente: “No nos confiemos”. El documento, leído en voz alta por la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, no solo rinde homenaje a los orígenes del movimiento fundado por Andrés Manuel López Obrador, sino que también traza una línea dura sobre el rumbo ético, organizativo y político que Morena deberá seguir si pretende mantenerse como fuerza dominante de cara a las elecciones de 2027.
El mensaje de Sheinbaum es claro: toca replegarse a los principios. Unidad, austeridad, cercanía con el pueblo y limpieza ética son los pilares de su propuesta. La misiva, lejos de ser solo un recordatorio nostálgico, funciona como advertencia interna frente a prácticas que empiezan a incomodar en la narrativa obradorista: actos anticipados de campaña, lujos innecesarios, viajes internacionales sin justificación, y divisiones internas provocadas por el pragmatismo sin principios.
Entre los diez puntos nodales de su carta, Sheinbaum prioriza el valor de la unidad frente a una oposición dividida, pero también ante una militancia morenista que, en palabras veladas, parece tentada por los mismos vicios que el partido prometió erradicar. “No caigamos en el sectarismo, ni en el exceso de pragmatismo”, escribió, dejando claro que no se trata solo de ganar, sino de cómo se gana.
La presidenta también condenó la frivolidad del poder: desde el uso de helicópteros privados hasta la ropa de marca o los séquitos de camionetas blindadas. Su tono recuerda al de AMLO en sus primeras conferencias mañaneras, y no es casual. Al citar su libro Gracias, Sheinbaum se vincula directamente al legado del expresidente, enfatizando que los políticos deben medirse por sus acciones bajo presión, y no por lealtades discursivas.
Uno de los puntos más polémicos fue su crítica al “turismo político”, que toca fibras sensibles dentro del partido. Nombrar directamente los viajes de legisladores al extranjero —como el de Gerardo Fernández Noroña a Estrasburgo— no era necesario; la alusión fue suficiente para poner sobre la mesa la desconexión de algunos cuadros con la base social. “Nuestro deber es estar con la gente, en el territorio”, reiteró.
Asimismo, Sheinbaum exigió reglas claras y anticipadas para las contiendas de 2027, proponiendo que el Comité Ejecutivo Nacional proponga los lineamientos desde enero de 2026. Planteó que no se permita el uso de espectaculares, servicios privados o campañas de odio en la competencia interna. Incluso propuso extender al partido la prohibición constitucional del nepotismo desde 2027, tres años antes de lo estipulado legalmente.
El rechazo al partido de Estado también es central en su mensaje. Aunque Morena tiene mayoría calificada en el Congreso y controla la mayoría de gubernaturas, Sheinbaum llama a evitar el corporativismo y a fortalecer la organización territorial “de abajo hacia arriba”, como en los días del periódico Regeneración y las asambleas comunitarias.
La mandataria insiste en que el proceso de selección de candidaturas debe mantenerse mediante encuestas, y que las listas plurinominales se sigan definiendo mediante sorteos. La transparencia metodológica y el respeto a la voluntad popular —argumenta— deben ser las guías rectoras de un movimiento que “no debe olvidar de dónde viene”.
A todo lo anterior, suma una defensa cerrada del modelo de bienestar, destacando los logros alcanzados: aumento del salario mínimo, más programas sociales, recuperación de Pemex y CFE, y obras de infraestructura en el norte y sur del país. En este contexto, advierte que los logros de la Cuarta Transformación están en riesgo si se permite que el poder corrompa desde adentro.
Más allá de la narrativa idealista, la carta también actúa como una llamada de control político interno: frente a los signos de fragmentación, Sheinbaum reafirma su liderazgo y anticipa que su presidencia no será solo de gestión, sino también de guía moral para el partido que la llevó al poder.
Con ecos de AMLO, pero ya con sello propio, la presidenta parece querer evitar que Morena se convierta en lo que prometió erradicar. Al final, lo sintetiza en una frase que recuerda tanto a los discursos zapatistas como a una banda de ska con conciencia social: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.