Nuevas reglas en Morena: austeridad obligatoria, cero nepotismo y sanciones por desvíos éticos ¿Será?

El Consejo Nacional de Morena aprobó por unanimidad un nuevo código ético que prohíbe desde el uso de joyas hasta la influencia de familiares en candidaturas. Aunque el discurso oficial presume un acto de congruencia y continuidad ideológica, el contexto político sugiere una estrategia de contención frente al desgaste interno y el escepticismo ciudadano.
El nuevo reglamento —impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum mediante una carta dirigida al partido— establece cinco ejes que pretenden blindar al movimiento de “la parafernalia del poder” y del viejo PRI en versión 4T: excesos, favores, influyentismo, turismo político y vínculos con el crimen. Las reglas buscan marcar una línea divisoria entre el partido en el poder y el uso del poder para beneficio personal o faccional.
Entre las prohibiciones se encuentran el uso de aviones privados, vehículos blindados, ropa de lujo, joyería ostentosa, seguridad privada y la participación en congresos internacionales sin justificación clara. También se censura la organización de eventos con dispendio económico o promoción personal mediante recursos públicos. En paralelo, se establece una directriz que impide que militantes con vínculos familiares recientes con titulares de cargos públicos compitan por esos mismos puestos, anticipándose a la reforma constitucional que entrará en vigor en 2030.
Esta medida busca posicionar a Morena como un movimiento con mística, sencillez y arraigo popular. Sin embargo, no se puede desligar del contexto inmediato: la polémica por el uso de unidades médicas con fines proselitistas por parte de la senadora Andrea Chávez y los cuestionamientos sobre el derroche electoral anticipado. La carta de Sheinbaum, enviada el 25 de abril y leída durante la sesión del Consejo Nacional, parece haber funcionado como detonante para cristalizar los acuerdos.
El documento firmado por Sheinbaum —en su calidad de militante con licencia— advierte sobre el peligro de convertirse en un “partido de Estado”, de caer en el sectarismo o el pragmatismo excesivo. Llama a evitar el amiguismo, el influyentismo y a mantener una mística basada en la cercanía con el pueblo. El mensaje central: sin humildad, Morena corre el riesgo de convertirse en aquello que juró destruir.
Además del decálogo ético, se establecieron mecanismos de control. La Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) será la encargada de investigar y sancionar los posibles incumplimientos, cuyas consecuencias podrán ir desde la pérdida de candidaturas hasta la expulsión del partido. Alfonso Durazo, presidente del Consejo Nacional, matizó que no se trata de “dientes o garras”, sino de dictámenes que encaucen a la militancia.
No obstante, la efectividad de estos lineamientos dependerá de su aplicación, no de su retórica. Como bien señala la propia carta presidencial, el riesgo es doble: el pragmatismo que todo lo justifica y el corporativismo que todo lo diluye. Ambos males ya han alcanzado en el pasado a partidos que, como Morena hoy, juraron regenerar la vida pública.
En una era donde la narrativa de la “honestidad valiente” ha sido absorbida por la institucionalidad del poder, este intento de blindaje ético puede leerse también como un reconocimiento tardío del desgaste de la legitimidad moral. Con la elección de 2027 en el horizonte, Morena busca recuperar su brújula. Pero en política, como en la vida, el arrepentimiento preventivo suele llegar con factura.