Sexta llamada Sheinbaum-Trump: avances en autos y promesas sobre déficit comercial

En lo que parece más una relación diplomática de “llámame y vemos qué sale” que un pacto robusto, Claudia Sheinbaum y Donald Trump han sostenido su sexta llamada telefónica desde noviembre de 2024. ¿El tema? Mejorar el balance comercial entre México y Estados Unidos, avanzar en los temas pendientes y, de paso, asegurarse de que la narrativa pública suene a cooperación y no a imposición. Porque si algo saben estos dos líderes, es cómo armar un anuncio sin necesidad de resultados inmediatos.
La presidenta mexicana calificó la conversación del 1 de mayo como “muy positiva”, aunque admitió —en su ya famosa “Mañanera del Pueblo”— que no hubo acuerdos específicos, solo buenos deseos y comisiones bilaterales en modo piloto automático. Los protagonistas detrás del telón serán, otra vez, Marcelo Ebrard y Édgar Amador por parte de México, y Scott Bessent y Howard Lutnick del lado estadounidense. Ellos buscarán “alternativas” para reducir el déficit comercial que tanto incomoda a Washington. Spoiler: el plan incluye fomentar que México compre más productos estadounidenses. Muy win-win, si se ignora la balanza.
Uno de los pocos avances tangibles fue en el sector automotriz. Trump firmó un decreto que suaviza los aranceles al reconocer partes y vehículos fabricados en los tres países del T-MEC, no solo en EE.UU. Sheinbaum lo celebró como un logro de diplomacia y una prueba de que “el valor del tratado comercial” sigue en pie. Curioso, considerando que el respiro arancelario llega justo dos días antes de que entrara en vigor un 25% de impuestos a autopartes mexicanas. El alivio, más que diplomático, parece táctico.
Desde su primer contacto en noviembre —tras la victoria electoral de Trump—, ambos mandatarios han hablado de todo: fentanilo, migración, seguridad y ahora comercio. Pero, como en una secuela innecesaria, el guión se repite: felicitaciones mutuas, declaraciones optimistas, y una promesa de que los equipos técnicos harán el trabajo sucio… algún día.
En resumen, lo que se vende como una renovada cooperación bilateral tiene más de coreografía que de política sustantiva. Se reparten elogios, se aplazan decisiones y se ensaya la narrativa del entendimiento. Mientras tanto, la economía mexicana camina en la cuerda floja de las tensiones comerciales con su principal socio, con un presidente estadounidense que ya demostró —en su primer mandato— que las llamadas pueden convertirse en aranceles más rápido que un tuit.