Trump y Zelensky se reúnen en el Vaticano: claves de su discusión sobre la paz en Ucrania

Donald Trump y Volodymyr Zelensky se reunieron este fin de semana en el Vaticano, minutos antes del funeral del papa Francisco. La imagen de ambos presidentes sentados en una discreta esquina de la Basílica de San Pedro capturó mucho más que un gesto diplomático: simbolizó un esfuerzo contrarreloj por reencarrilar las negociaciones de paz en Ucrania.
El encuentro, descrito por la Casa Blanca como “muy productivo” y por Zelensky como “simbólico” con posibilidad de ser “histórico”, tuvo lugar en un ambiente que conjugó solemnidad y urgencia. No estaba previsto en la agenda oficial de Trump, cuya visita a Roma se justificaba exclusivamente como homenaje al fallecido pontífice. Sin embargo, la disposición de asientos y el protocolo relajado facilitaron una conversación privada de 15 minutos que, a juicio de ambas delegaciones, podría allanar el camino para nuevas rondas de diálogo.
El contexto no podía ser más tenso: semanas antes, en una reunión pública en la Casa Blanca, Trump y el vicepresidente JD Vance reprocharon a Zelensky su falta de gratitud por el apoyo estadounidense. El altercado congeló temporalmente los envíos de armas y de inteligencia a Ucrania y dejó la relación bilateral en un punto crítico.
Esta vez, Trump adoptó un tono más pragmático, aunque no exento de presión. Al aterrizar en Roma, declaró que Ucrania y Rusia estaban “muy cerca” de un acuerdo de paz, tras una reunión “constructiva” de su enviado especial, Steve Witkoff, con Vladimir Putin. A su regreso a EE.UU., Trump incluso planteó endurecer las sanciones contra Rusia, cuestionando públicamente si Putin realmente busca detener la guerra.
La visión estadounidense de un acuerdo, sin embargo, choca frontalmente con las propuestas ucranianas y europeas. La iniciativa respaldada por Washington contempla reconocer a Crimea como territorio ruso, garantizar la seguridad de Ucrania sin su adhesión a la OTAN, y levantar las sanciones contra Moscú. Para Kyiv, aceptar tal concesión sería una violación de su constitución y de su soberanía nacional, algo que Zelensky dejó en claro: “no hay nada de qué hablar” si se trata de legitimar la anexión rusa.
En contraste, el “Marco del Acuerdo con Ucrania”, elaborado en Londres y filtrado por Reuters, plantea un cese del fuego total e incondicional supervisado por EE.UU. y aliados europeos, sin limitar la presencia militar extranjera en Ucrania ni el tamaño de su ejército. Además, exige la restitución del control de la central nuclear de Zaporiyia a Kyiv y la compensación de daños con activos rusos congelados.
Mientras tanto, Zelensky continúa su ronda diplomática. Tras el funeral, se reunió por separado con Emmanuel Macron, Keir Starmer y Ursula von der Leyen. Tanto Francia como Reino Unido y la Comisión Europea coincidieron en respaldar un alto el fuego incondicional y en fortalecer el apoyo a Ucrania en las futuras negociaciones.
Por su parte, Trump enfrenta sus propios plazos: prometió lograr un acuerdo de paz en los primeros 100 días de su segundo mandato. Con la guerra ya superando los tres años y un Putin que, lejos de ceder, celebra supuestas “victorias” como el “control” de Kursk, la ventana de oportunidad se estrecha rápidamente.
El funeral de un papa, tradicionalmente un acto de unidad espiritual, sirvió esta vez como escenario político de alto voltaje. Trump y Zelensky, bajo las cópulas renacentistas de San Pedro, esbozaron las primeras líneas de un posible nuevo capítulo para Ucrania, uno que, según la óptica estadounidense, urge cerrar a cualquier precio. El dilema es claro: ¿paz rápida o paz justa?
El mundo, por ahora, observa desde las bancas de piedra y los altares cubiertos de incienso. Y aunque los “puentes” de los que hablaba Francisco parecen haberse empezado a construir, las condiciones de tránsito están lejos de ser claras.