‘El móvil del crimen’, una piedra en el zapato

Arriba/ más allá de las montañas/ más allá de lo imaginable/ Dios/ como un pastor recién dormido sabe en el fondo/ que sus ovejas simplemente han estado/ jugando.

René Morales

La intuición tiene que ver con la muerte. Cuando uno siente los calambres en el pecho, los pulmones a punto de estallar, los ojos se cierran pero se abren los poros, y es cuando uno ya se ha llegado al más allá, es cuando uno sabe que el día de la muerte será cuando uno decida. 

 Carlos Sánchez 

 

Cuando me pidieron presentar El móvil del crimen de Carlos Sánchez, dudé. Más allá del desconocimiento de la obra del autor (y del autor; culpa mía no leer lo suficiente a autores contemporáneos), el texto que me enviaron tenía una leyenda con la que no me siento familiarizado: “dramaturgia”. A pesar del gusto que me da presentar un libro o conocer autores nuevos, decidí leer la obra antes de dar un “sí” definitivo. No fue necesario. La primera hoja me atrapó desde que nombró a los personajes. (¿Se imaginan ir al teatro a ver “Carraca”, una obra cuyos personajes principales son el chinola, el cochi, el chato y el chicano? Yo no lo hacía.) 

La segunda sorpresa de mi lectura (en cuanto a estructura; y para entonces ya me había sorprendido con los tópicos que se habían empleado: crítica política, social, homosexualismo, drogadicción y uno que envuelve a todos: violencia), la tuve al llegar a la página 25, cuando la historia de aquellos cuatros prisioneros llegó a su fin. Qué idiota he sido, pensé. Esto no es una obra, sino un conjunto de obras. Los siguientes siete textos fueron mucho más breves. Algo hay de los entremeses de Cervantes en el alma de cada relato, aunque en contextos actuales, mostrando problemáticas que, para mal, siguen en el país. 

Los personajes, por otro lado, tienen en su espíritu aquella putrefacción entrañable que caracteriza el Realismo sucio, género explotado por Bukowski, de quien dicen algunos la literatura lo sacó de la calle. 

El libro reúne ocho relatos escritos en formato de diálogo y un bonus track al inicio, quizá para que el lector sepa lo que le espera. “Carraca”, nos narra la historia de cuatro prisioneros; su vida actual en la cárcel y, a través de la analepsis, lo que los llevó allí; todo para converger en un trágico desenlace. 

“Desierto mar” nos cuenta la historia en la carretera de dos hermanos cuya vida ha sido disfuncional desde que tienen memoria. Un Caín y Abel moderno que trasmuta el tópico de envidia mostrado en la biblia. Y donde si hay un destierro es voluntario, porque aquí Dios no castiga ni perdona. Simplemente no aparece. 

“Inmersión” nos adentra en un viaje de varias voces, donde a través de una entrevista policial, El Guato nos cuenta sus historias y las de su prima “la rockerita”, que hace pactos con el diablo; y cómo éstas se entrelazan para el lúgubre final que tiene al Guato en prisión. 

Como una mala broma o título de periódico sensacionalista, “Prendidos” nos cuenta la historia de tres amigos piromanos adictos al thiner y cómo sus vicios pueden ser más valiosos que ellos mismos. “El fuego es lo más bello de la vida” (2019: 37) sentencia “El chapucero” al final del texto.

“Mordaza” nos muestra el irascible carácter de los secuestradores y, como una terrible moraleja, nos enseña por qué no te debes burlar de ellos si alguna vez caes en sus manos. 

“Ángel” narra la historia de una mujer esquizofrénica que acaba de dar a luz. Sus únicas compañeras son la muñeca con la que habla y la biblia que lee: ¿le darán buenos consejos?

“A bailar” escenifica un diálogo que, para mal, es muy cotidiano en el país: la pareja disfuncional que siempre regresa a pesar de estar mal. La mujer maltratada justificando y velando por un hombre que no ve por ella o sus hijos. La separación, el empoderamiento de la mujer y las consecuencias que puede tener el mantener cualquier tipo de relación con una persona así. 

El último texto breve es “El matasiempre”, aquí se muestra la otra cara de la moneda. El autor, hasta este momento, ha hecho una radiografía social y la ha plasmado a través de diversos crímenes y cómo los sufren las personas. El matasiempre, sin embargo, no nos narra a un hombre matando personas o lo que lo llevó a cometer eso, sino la percepción que su madre tiene de él. ¿Qué tan mal puede pensar una madre de su hijo incluso cuando él le confiesa sus crímenes? ¿Puede, acaso, dejar de quererlo?

Por último, Carlos Sánchez decide concluir su libro con “Mar de ausencias” un monólogo que narra el destierro que puede sentir una persona cada noche en su celda. De forma joyceana, el personaje se adentra en su imaginación para contarnos cómo ha sido su vida en la cárcel: “…Así se aprende de volada, la mirada se transforma, uno tiene las rejas tatuadas en las pupilas y eso sirve para entender lo que otro mortal jamás entenderá” (2019:60). 

El móvil del crimen, es una obra que merece ser leída sin pensar que existe (que no existe) algo políticamente correcto en la literatura o el teatro. El libro, más allá de visualizar los motivos que llevan a cometer un crimen, invita a reflexionar sobre lo que pueden llegar a vivir las personas en ciertas condiciones sociales. Es, sin embargo, la piedrita en el zapato que no podemos quitarnos al correr, la obra escolar que no queremos ir a ver pero nos obligan. No malinterpreten mis palabras: el libro es excelente, pero cuenta todo aquello que no queremos ver, a lo que somos indiferentes pero está sucediendo, en este momento, en este país. 

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