Miel de amor, chamanes y amarres

Es humano recurrir a lo oculto y a lo místico para explicarnos lo que no termina por hacernos sentido. Así lo hice yo, busqué a un neochamán para que me explicara mi vida amorosa. Hablé con una sanadora y compré un perfume que se supone atrae el amor.

El nombre del neochamán es Agustín y su consultorio está en la colonia Lomas de Guevara, en una oficina de técnicos de computación. En una mesa desplegable tiene cuarzos, plumas de aves diversas y algunas artesanías indígenas, como un Tzicuri (ojo de dios) verde y azul. No es un chamán tal cual, porque solo lo son quienes han estudiado más de 20 años el chamanismo, o son hijos de chamanes.

Le expliqué que no sabía nada de chamanismo o energías, y que soy hija de la academia occidental, escéptica y racional. Agustín me contó que él es ingeniero, tiene una maestría en administración y hasta hace poco tampoco sabía mucho sobre este camino místico.

“Lo único que se necesita es interés e intención”, me dijo. Empezó por “leer” mi energía corporal con una varita que apuntó en mi dirección, y en seguida supo que no duermo bien, ni como en horarios normales, ni hago ejercicio. Luego me preguntó qué quería trabajar. “Quiero saber qué pasa con mi vida amorosa”, fue mi respuesta. Aunque no es adivino, sino chamán, sacó algunas conclusiones.

El chamanismo en México tiene una tradición de más de 3,500 años, aunque el término tiene su origen en las tribus túrquicas y mongólicas. La práctica supone la mediación entre una persona y el universo para sanar o aliviar sus angustias. Hay linajes de chamanes que sobrevivieron la conquista y aún están vigentes.

Muchos se pueden burlar de los cuarzos, las energías y los horóscopos, pero es un hecho que han arrasado en la cultura pop. Considero que quien se atreve a descalificar este mundo, sin mostrar alguna duda o curiosidad, peca de arrogante.

México tiene una larga tradición de ritos religiosos y místicos. En cuanto al amor, hay dos elementos que se han utilizado desde tiempos prehispánicos: el colibrí y el toloache.

De acuerdo con la tradición, el colibrí atrae nuevos amores. Por eso las mujeres capturaban a estos animales, los “preparaban” embutiéndolos con semillas y rezos y los llevaban consigo en la ropa. En la época colonial la Inquisición llegó a realizar juicios en contra de mujeres que usaban plumas de colibrí.

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Hoy en día, en los pasillos dedicados a la santería del mercado del centro de Zapopan, se venden colibríes a cien pesos, ciento cincuenta si ya están “preparados”, esto a pesar de que este animal está cerca del peligro de extinción.

En casi todos los mercados en México hay al menos una santería que oferta velas de la santa muerte, palo santo e incluso ouijas. En cuanto al amor, se venden perfumes y esencias como “Miel de amor” que cuestan entre setenta y ciento cincuenta pesos.

Compré la “Miel de amor”. En el empaque se lee: “este producto es preparado por tribus africanas. Lo elaboran a base de extracto de hierbas y grasas de animales afrodisíacos”, y dice que fue hecho en Venezuela.

Las instrucciones indican que la mujer debe de untárselo detrás de las orejas o en el cuello antes de ver a la persona que quiere enamorar, y de paso echarle un poco a él.

Por su parte el toloache es una flor grande y blanca con un tallo grueso y verde, es utilizada para atraer el amor de una persona en contra de su voluntad. La infusión de esta flor causa desorientación, angustia y altera el estado de consciencia. Una sobredosis de toloache puede ser letal.

Quizá la opción más popular para atraer amor es el amarre. En el mercado los amarres cuestan mil quinientos pesos, y un requisito para que los hagan es traer la foto o algo de la persona que se quiere amarrar.

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Paloma, una sanadora de 22 años que es estudiante de derecho en la Ciudad de México, me contó que los amarres nunca se traducen en amor, más bien se convierten en obsesión, que puede durar hasta seis meses. También hay otros hechizos como el “endulzamiento”, que es menos invasivo y elimina las barreras entre dos personas que se aman.

Cuando tenía siete años, Paloma empezó a desmayarse. Sus padres la llevaron con un brujo en Jala, Nayarit. Ahí fue la primera vez que le dijeron que tenía un “don”. Ahora hace limpias, rituales con listones y velas para proteger o sanar. A cambio pide un cigarro.

Hay dos tipos de amores, según Paloma. Por un lado, está el “amor de la vida”, que es una especie de alma gemela, una persona con la que se siente especial complicidad; por otra parte, están los “amores kármicos”, que son personas que se conocen de otras vidas y que duele amarlos. Le pregunté si todas las historias de amor en nuestras vidas estaban predestinadas. “Si es amor de verdad, nunca es casualidad”, fue la respuesta de Paloma.

Hablamos sobre la crisis del amor, tan anunciada por sociólogos y filósofos europeos y norteamericanos. La incapacidad moderna de conectar en una sociedad individualista y capitalista.

En su opinión, esta crisis es causada por la pérdida de colectividad, puesto que la religión era un espacio de construcción de comunidad, y es una institución que atraviesa una crisis. Tiene un punto: en México, en 1950 el 98% de la población se declaraba católica, mientras que en el 2020 esa cifra se redujo al 77%. El bajón no es drástico, pero es cierto.


Para Paloma el esoterismo, al igual que el amor, rompe con el individualismo. Ella me explica que, al hacer una limpia, deja su “yo” y se convierte en un “canal”. Paloma reflexiona que el amor implica desapegarte de quién eres, para entregarte a una persona, y para ello es necesario tener consciencia colectiva.

Pienso en esta idea y concluyo que aceptar que nosotros no somos los únicos que tenemos respuestas sobre nuestra vida, los únicos que tienen las soluciones a nuestras dichas o tristezas es una forma de colectividad. Buscar la verdad en otros, ya sea leyendo el horóscopo de la semana, o yendo a terapia, es un acto de humildad.

Lo que me dijo Agustín sobre mi vida amorosa es que tengo mi energía vital baja. Aunque crea que estoy lista para una relación, no lo estoy. Energéticamente tengo un montón de barreras. Salí de la sesión pensativa, pero con el sentimiento paz de quien tiene una respuesta provisional.


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