Noroña y su Volvo del Bienestar: críticas por camioneta de lujo supuestamente prestada

En la política mexicana, las contradicciones no se esconden: se estacionan en la entrada. Gerardo Fernández Noroña, senador del PT y actual presidente de la Mesa Directiva del Senado, se volvió tendencia tras ser captado saliendo del Consejo Nacional de Morena a bordo de una camioneta Volvo de lujo, modelo XC90 Black Edition, valuada en casi dos millones de pesos. Aunque no la compró, su sola presencia en ella encendió las alarmas de la oposición, que no perdió oportunidad para disparar con artillería retórica.
El PRI fue el primero en aprovechar el momento: “Habla como si fuera del pueblo, actúa como autoritario… pero le encanta vivir como fifí”, escribieron desde su cuenta oficial de X, acompañando el mensaje con el ya viral video del senador abordando el vehículo. El apodo “Volvo del Bienestar” hizo eco inmediato, convirtiendo lo que podría haber sido un trámite mecánico en una batalla política más.
Pero Noroña no dejó pasar el golpe. “Me la prestó la Volvo”, respondió a gritos a los reporteros. Su defensa fue tan extensa como apasionada: explicó que su camioneta, también Volvo, modelo 2018, lleva cuatro meses en el taller esperando refacciones importadas desde Suecia. Y como cliente recurrente, la empresa le prestó un vehículo mientras tanto. Nada irregular, según su versión, salvo por el nivel de lujo del reemplazo.
La situación rápidamente dejó de ser un asunto de movilidad y se convirtió en una disputa por la narrativa: ¿es legítimo que un funcionario de la 4T use un vehículo de alta gama, incluso si es prestado? ¿Dónde queda la austeridad republicana en estos casos? El debate no es nuevo, pero esta vez lo protagoniza una figura que ha hecho del discurso antiélite su marca personal.
Para quienes se preguntan si esta fue su primera Volvo, la respuesta es no. En su declaración patrimonial de 2023, Noroña reportó dos vehículos de la marca sueca: uno modelo 2018 adquirido en 650 mil pesos y otro de 2021 comprado a crédito por 1.5 millones. Lo suyo con Volvo es una relación seria, híbrida y prolongada.
Lejos de aminorar el tono, el senador arremetió contra el PRI, a quienes calificó como “pandilla de ladrones” y “vende patrias”. Aprovechó también para atacar a su líder, Alejandro “Alito” Moreno, acusándolo de tener “autos de carreras y una casa descomunal que le robó al pueblo de Campeche”. En sus palabras, si él tuviera los recursos, se compraría su propia Volvo de lujo, pero por ahora, depende de préstamos —no bancarios, sino automotrices.
Más allá del intercambio de acusaciones, el episodio sirve como una radiografía del discurso político nacional: la austeridad como bandera puede ser rebatida por el más mínimo desliz (o la más mínima rueda de prensa en una SUV). El hecho de que el vehículo no sea blindado, ni usado “para padrotear” —como aclaró el propio senador— no lo exime del escrutinio público.
Fernández Noroña insiste en que no dejará pasar “la calumnia” y que lo que molesta no es que robe, mienta o traicione, sino que se suba a una Volvo. El auto, según dijo, es “el vehículo personal más seguro del mundo” y, además, híbrido, por lo que contamina menos que los autos a gasolina de la oposición. Como argumento de defensa, funciona… al menos en términos de eficiencia energética.
Al final, lo que empezó como un préstamo de refacción se convirtió en una refrega política más. Porque en México, hasta el modelo del auto puede ser usado como medidor moral de la congruencia ideológica. Y si es sueco, de lujo y con cámara 360, mejor.