Hablemos de guerra sucia

Recientemente, Pedro Kumamoto, cabeza del movimiento Wikipolítica y candidato independiente a Senador por Jalisco, presentó en redes un video de poco menos de ocho minutos de duración, titulado, No a la Guerra Sucia. En dicho video, expone que su candidatura y la de Juanita Delgado, está siendo objeto de “señalamientos mentirosos, golpeteos ruines y violencia verbal”, que buscan “sembrar odio y desconfianza” por parte de los políticos.

La guerra sucia tiene una larga vida en el país. En los años de las primeras elecciones nacionales, los votos se dictaban a golpe de amenazas y el precio de la disidencia, eran las balas contra los oponentes. La detención de opositores, el robo y la quema de urnas, la ausencia de una prensa libre y una constante censura, marcaban las condiciones de las competencias electorales.

El fraude electoral y la simulación eran la constante de un régimen que no solo controlaba políticamente a las organizaciones sociales, sino que también, era el encargado de organizar los procesos electorales y contar los votos. Cuando fue inevitable que la oposición comenzara a tener espacios de representación y pequeñas victorias en el ámbito local, el régimen fue puliendo las artimañas. La violencia descendió, las trampas se refinaron.

A partir de los años setenta y hasta entrados los noventa, no solo seguía haciendo fraudes electorales cada vez más sofisticados y detallados, también se solían inventar narrativas de miedo. Por ejemplo, al Partido Acción Nacional lo acusaban de que iba a eliminar la educación pública, laica y gratuita para privatizarla, o que desaparecería los apoyos al campo.

Todas esas mentiras y acusaciones se fueron cayendo una a una. A partir de la alternancia y de la emergencia de las nuevas tecnologías, la guerra sucia ha abordado distintos canales. En el plano nacional, Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto, ha despreciado la naturaleza y conformación de Wikipolítica, es el ejemplo vivo de lo que significa padecer una guerra sucia.

En el año 2006, se intentó descarrilar su candidatura mediante un fallido proceso de desafuero. Los videos que los presentaban como un peligro para México, generaron una percepción de miedo en torno al político de Macuspana. Dinero opaco y dinero oficial, estuvieron al servicio de la guerra sucia. Lo mismo volvió a ocurrirle en el 2012.

En el ámbito local, hay dos ejemplos claros de lo que significa padecer la guerra sucia. El primero, el priísta Arturo Zamora Jiménez, quien, cuando contendió contra el panista Emilio González Márquez en el año 2006, fue objeto de un ataque mordaz de parte de las instituciones de justicia, así como de algunos medios, que se prestaron a replicar el rumor de que el candidato priísta, tenía vínculos con el narcotráfico y propiedades mal habidas. El golpe fue tal, que de ir encabezando la contienda, terminó perdiendo por una gran diferencia de votos. La guerra sucia había servido. La duda se había sembrado y la inevitable asociación que el votante jalisciense tenía del candidato del PRI, era con el ámbito delictivo.

El otro ejemplo, más reciente, es el que se presentó en pasado proceso electoral por la la gubernatura y durante el mandato de Enrique Alfaro como presidente municipal de Guadalajara.

No recuerdo otro esfuerzo tan cínico y desmedido por manchar la reputación de un político local para evitar su avance como el que sucedió en el año 2012. La diversificación de los instrumentos diseñados para mentir y golpear, rebasó toda expectativa: encuestas faltas, folletos, páginas digitales, distorsión del mensajes, asociación del candidato con dictadores o narcotraficantes, invasión de la vida privada e intimidación, volvieron aquella contienda electoral, en un crisol del lodo.

Las tácticas se repitieron en el proceso siguiente, incluyendo la tentativa de dividir el voto poniendo en la boleta electoral al payaso Lagrimita, pero a diferencia del año 2006 y 2012, fallaron.

En este contexto, cabe preguntarse ¿de qué habla Wikipolítica cuando habla de guerra sucia? En cierta forma, el video, dado lo abierto de los señalamientos, se suma involuntariamente a lo que critica. No señala de forma directa un ataque, no hace una referencia específica de qué mentiras, qué golpes ruines, o qué violencia verbal se ha cometido en contra de Wikipolítica.

A partir del ver el video, me permití investigar qué ha pasado en términos de guerra sucia en contra de Pedro y su movimiento. No encontré una sola página de internet diseñada para desprestigiar o mentir sobre algún miembro de Wikipolítica, no he visto folletos, volantes o panfletos de Pedro Kumamoto o alguno de los candidatos wikis asociándolos a Hitler, al Chapo Guzmán u otro personaje deleznable.

No vi, ni he visto un encabezado tendencioso en ningún medio local, nacional o internacional. No vi, ni he visto en ninguna red social algún contenido que le de sustento a las afirmaciones vertidas por Kumamoto.

Sin duda, hay que combatir la guerra sucia y denunciarla. En eso, el video cumple con hacer un llamado de alerta. La apuesta por dignificar la democracia y aspirar a tener campañas limpias, es un anhelo que todos debemos compartir. No obstante, también es saludable abrir un diálogo público sobre lo que significa la guerra sucia y tratar de entender el por qué, Wikipolítica ha decidido emprender esta estrategia de situarse como víctimas de algo que, a la luz de los hechos, no ha sucedido.


Frank Lozano es tapatío, atlista, escritor y consultor. Trabaja en sus ratos libres.

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