Trump ofrece mil dólares a migrantes que se autodeporten: así funciona el nuevo plan

En un giro que mezcla lógica de delivery, política migratoria y desesperación administrativa, el gobierno de Donald Trump ha decidido ofrecer mil dólares a cada persona migrante indocumentada que opte por autodeportarse… usando una app. Sí, como si pedir un Uber a Honduras fuera parte de la solución a una de las crisis humanitarias más complejas del hemisferio. La medida, presentada con entusiasmo por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), promete ahorro, eficiencia, y —según dicen— humanidad. Pero basta rascar un poco para notar que la propuesta huele más a estrategia electoral que a política migratoria sostenible.
La herramienta se llama CBP Home, una nueva versión de la app CBP One (impulsada en tiempos de Biden), pero ahora adaptada al estilo MAGA: en vez de solicitar asilo, puedes planear tu salida, recibir un boleto de avión y, si todo va bien, una compensación económica de mil dólares. Un trato tentador… si el país que dejas no te hubiese empujado a migrar con políticas asimétricas, intervenciones históricas o acuerdos laborales de explotación. Pero ese ya es otro tema.
El argumento oficial es simple: deportar a alguien por la vía tradicional cuesta más de 17 mil dólares, mientras que con esta estrategia se ahorra el 70% del costo por cabeza. Una matemática que no sólo revela la lógica gerencial que se impone sobre los derechos humanos, sino que además admite, sin querer, el fracaso operativo de la tan prometida maquinaria de expulsiones masivas.
Y es que ni con el ICE en modo cazador, ni con redadas de madrugada, ni con la criminalización mediática de quienes cruzan la frontera, Trump ha logrado acercarse a su meta de un millón de deportaciones anuales. Las cifras oficiales hablan de poco más de 142 mil personas expulsadas en los primeros meses de su nuevo mandato. Una cifra que dista mucho de los 13 o 20 millones de migrantes indocumentados que, según diferentes voceros de la administración, se busca expulsar.
¿La solución? Incentivar que la gente se vaya sola, y encima que lo haga con cara de “gracias por su servicio”. De hecho, Kristi Noem, actual secretaria del DHS, lo plantea así: “La autodeportación es la mejor manera, la más segura y la más económica de salir de Estados Unidos y evitar ser arrestado”. Una frase que bien podría servir como slogan de campaña… o como advertencia con disfraz de cordialidad.
Sin embargo, los grupos defensores de los derechos humanos han levantado la voz. Consideran que el plan no es más que una trampa: una maniobra de relaciones públicas para inflar artificialmente las cifras de deportación “exitosa” mientras se esquivan las críticas por el trato brutal en los centros de detención o las expulsiones forzadas a terceros países. ¿Un ejemplo? Migrantes venezolanos deportados a El Salvador, sin garantías legales ni acompañamiento humanitario.
Además, se ha lanzado la idea de que quienes opten por la autodeportación podrían “facilitar su reingreso legal en el futuro”. Pero no hay ni norma, ni precedente, ni protocolo que lo asegure. Como si todo fuera cuestión de confiar en el buen juicio de una administración que criminaliza la migración y construye muros físicos y simbólicos.
Mientras tanto, la medida ya ha tenido sus primeras aplicaciones: una persona migrante voló de Chicago a Honduras gracias al programa y otras reservas ya están en camino. ¿El futuro de la política migratoria? Una mezcla de burocracia digital y marketing electoral. ¿El riesgo? Que el dolor humano se vuelva un KPI más para una campaña que insiste en convertir a los migrantes en enemigos públicos, o, en el mejor de los casos, en usuarios de una app con final triste pero eficiente.