Natanael Cano desafía al Gobierno de Aguascalientes en Feria de San Marcos 2025 al cantar con apología al crimen

Aguascalientes vivió una noche que no será fácil de olvidar. Ni por las canciones ni por la tensión. En pleno palenque de la Feria Nacional de San Marcos 2025, Natanael Cano convirtió su concierto en un acto de resistencia musical (o de terquedad estratégica, según a quién se le pregunte). A pesar de los llamados oficiales y las advertencias del fiscal estatal sobre no interpretar narcocorridos, el cantante decidió hacer justo lo contrario: cantarlos, provocarlos y defenderlos, todo al mismo tiempo.

Desde los primeros minutos del concierto, el sonorense dejó claro que no venía a negociar con la autoridad. Bastó la segunda canción para que interpretara “Pacas de billetes”, tema que hace referencia al “701”, número relacionado con Joaquín “El Chapo” Guzmán. A partir de ahí, el show se convirtió en un campo de juego donde cada petición del público y cada respuesta del cantante sonaba más a desafío que a simple interpretación artística.

“Cuerno azulado”, una de las canciones más solicitadas por los asistentes, fue el punto de quiebre. La respuesta de Cano no pudo ser más frontal: “Cuerno no me la tienen que pedir a mí, mi viejo. Cuerno se la tienen que pedir a su gobierno. Si tanto la quieren, hagan algo por eso”. Y sí, después la cantó.

Lo que vino después fue una mezcla de espectáculo, provocación y consecuencias logísticas. Al comenzar a sonar “El de la codeína”, los organizadores bajaron el volumen del sonido. Pero Cano, lejos de detenerse, siguió con su propio equipo de audio. El cierre fue tan abrupto como simbólico: le apagaron las luces y el micrófono, y el cantante se retiró sin despedirse. ¿Fue una falla técnica o una llamada de atención con dimmer incluido?

La presencia de elementos de seguridad estatales y federales en el recinto, incluido el propio secretario de Seguridad Pública del estado, Antonio Martínez Romo, añadía dramatismo institucional a la velada. No se trataba solo de un concierto, sino de un acto en la mira. Pese a las advertencias previas sobre posibles consecuencias legales, hasta el momento no ha habido pronunciamiento ni acciones concretas por parte de las autoridades, quienes parecen haber optado por la ruta del silencio post-evento.

El contraste con otros artistas que se presentaron en la misma feria es llamativo. Grupo Firme, por ejemplo, optó por respetar las reglas y declinó interpretar corridos en el mismo escenario días antes. Esa diferencia resalta que aquí no solo se discutía sobre géneros musicales, sino sobre límites, discursos y legitimidades.

Aunque en Aguascalientes no existe una prohibición legal explícita contra los narcocorridos, los organizadores de eventos suelen aplicar lineamientos internos para evitar fricciones con las autoridades o el público. En este caso, la línea se cruzó. O, mejor dicho, se cantó.

El caso Cano reaviva el debate sobre la delgada línea entre libertad artística y apología del delito. ¿Hasta dónde puede llegar un cantante con su “arte”? ¿Hasta dónde pueden llegar las autoridades con sus restricciones sin caer en censura? En redes sociales, la discusión ya está encendida: para unos, Cano es un ídolo que desafía el sistema; para otros, un irresponsable que romantiza la violencia.

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Mientras tanto, el cantante fue escoltado hasta el aeropuerto, en un operativo que parecía más digno de un político en campaña que de un artista tras bambalinas. Sin comunicados oficiales ni disculpas públicas, la última palabra no la tuvo ni el gobierno ni Cano. La tuvo el apagón.

Y así, en una noche con sabor a desacato y soundtrack de corrido bélico, quedó claro que en Aguascalientes el volumen no solo lo controla la consola. También lo define la política, la narrativa pública y, en este caso, el ego.

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