Covid-19: Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé y otras empresas ganan 18 mil millones de dólares mientras el hambre aumenta

Les llaman Gigantes de la Alimentación, pero son lo contrario. La industria que sostiene lo peor de los hábitos alimentarios de la población Global y que representa uno de los factores clave para potenciar las causas asociadas a la mortalidad del Covid-19 (obesidad, diabetes e hipertensión), sigue creciendo en momentos donde el hambre global aumenta.

La crisis planetaria provocada por el covid-19 podría provocar más muertes por hambre que por la propia enfermedad. El informe El virus del hambre publicado por Oxfam este 9 de julio alerta que el empobrecimiento vinculado con el coronavirus podría causar 12.000 muertes diarias. Unas cifras que superan las 10.000 muertes diarias provocada por el coronavirus en abril, el peor momento de la pandemia hasta la fecha.

Antes de que acabe el año, las personas que sufren hambrunas se situará en 270 millones, 120 millones de ellas achacables a la crisis del covid-19, según los datos del Programa Mundial de Alimentos. Las principales causas: el desempleo, las restricciones a la movilidad, las alteraciones en la producción y distribución de alimentos, y la reducción de ayuda humanitaria.

Para Chema Vera, director de Oxfam Internacional, la crisis del covid-19 ha sido “la gota que ha colmado el vaso para millones de personas que ya tenían que hacer frente a los efectos de los conflictos, el cambio climático y la desigualdad, y a un sistema alimentario disfuncional”.

Esta situación de emergencia alimentaria mundial contrasta con el renovado negocio de las mayores empresas de alimentación y bebidas, entre las que se encuentran Coca-Cola, Danone, General Mills, Kellogg, Mondelez, Nestlé, PepsiCo y Unilever. Desde enero de este año, los gigantes de la industria alimentaria han repartido dividendos por valor de 18.000 millones de dólares entre sus accionistas. Una cifra “diez veces superior a la cuantía que Naciones Unidas ha solicitado para evitar que la gente siga pasando hambre”, denuncia Vera.

El informe destaca la aparición de nuevos “epicentros del hambre”, países de renta media como la India, Sudáfrica y Brasil, en los que “millones de personas que ya antes tenían dificultades para sobrevivir se encuentran ahora en una situación límite”. Otros países que ya arrastraban crisis económicas previas, como Venezuela o Sudán del Sur, han visto empeorar sus previsiones debido a la pandemia.

La cifra de dividendos repartidos entre accionistas de las multinacionales de la alimentación es “diez veces superior a la cuantía que la ONU ha solicitado para evitar que la gente siga pasando hambre”.

En Brasil, señalan desde Oxfam, millones de trabajadores y trabajadoras pobres han perdido sus ingresos por el confinamiento y apenas disponen de ahorros o ayudas sociales. A finales de junio, el Gobierno solo había distribuido un 10% de las ayudas comprometidas por el Gobierno de Jair Bolsonaro, un ejecutivo que hasta ahora “ha favorecido sobre todo a las grandes empresas, en lugar de a los trabajadores pobres”.

En India, las restricciones a la movilidad han impedido la contratación de trabajadores migrantes, “absolutamente esenciales en el momento crítico de la recolección”, y miles de cosechas se han perdido. La restricciones al comercio también han dejado sin sus principales ingresos a cien millones de personas en las comunidades tribales, al no poder vender sus cultivos.

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Escenas parecidas se repiten en diferentes partes del mundo. En Yemen, la caída en picado de las remesas de los países del Golfo, el cierre de fronteras y de las rutas de suministro han disparado los precios en un país que importa el 90% de los alimentos que consume. En el Sahel, las comunidades de pastores no han podido trasladar el ganado a pastos más verdes, “lo cual pone en riesgo la vida de millones de personas”.

“El coronavirus nos está haciendo muchísimo daño. Darles de desayunar a mis hijos se ha vuelto difícil. Dependemos totalmente de la venta de leche y, con el cierre de los mercados, ya no podemos venderla. Si no vendemos leche, no comemos”, decía Kadidia Diallo, productora de leche en Burkina Faso en un testimonio recogido en el informe.

El informe destaca los diez “puntos críticos del hambre” en los que la crisis alimentaria es más grave y además está empeorando a causa de la pandemia: Yemen, República Democrática del Congo, Afganistán, Venezuela, las zonas sahelianas del África Occidental, Etiopía, Sudán, Sudán del Sur, Siria y Haití. En conjunto, en estos países y regiones viven el 65% de las personas que enfrentan el hambre de nivel de crisis a nivel global.

ONU: La élites gubernamentales y empresariales aprovechan para concentrar más poder

Por otra parte, el relator saliente de extrema pobreza de la ONU Philip Alston ha presentado su último informe titulado: El lamentable estado de la erradicación de la pobreza.

Alston, que durante los próximos días presenta en Ginebra sus conclusiones, habla de la negligencia de longa data en el abordaje de la pobreza por parte de Gobiernos, economistas y defensores de los derechos humanos. Y subraya la “escandalosa falta de ambición” para erradicar la pobreza.

El relator de pobreza de la ONU Philip Alston denuncia la autocomplacencia de las instituciones internacionales en la lucha contra la desigualdad.

Para Alston, la autocomplacencia de las instituciones internacionales, especialmente acentuada por las fórmulas del Banco Mundial para medir la disminución de la pobreza, han dado lugar a una década perdida, ya antes del covid-19, en la lucha contra la desigualdad. El resultado neto, sugiere Alston, es que la reducción de la pobreza nominal solo se debe a la disminución de las carencias materiales en un único país: China.

Se proyecta que la pandemia sume 70 millones de personas a las cifras actuales de extrema pobreza. Más de 250 millones de personas están en riesgo de hambre aguda, señala el informe.

Para Alston, la respuesta, lejos de atajar el problema, lo está exacerbando, ya que los gobiernos continúan invirtiendo dinero en prácticas represivas y sistemas de prisiones, “al tiempo que priva a las comunidades pobres de los derechos básicos, como la atención médica decente, vivienda y educación”.

“Si se hubieran establecido suelos de protección social, los cientos de millones de personas que han quedado sin atención médica, alimentos y vivienda adecuados, y la seguridad básica se habrían salvado de algunas de las peores consecuencias”, explica Alston en su informe. En cambio, lo que denomina “las presiones interminables para promover la consolidación fiscal”, es decir, el control de déficit, deuda y las rebajas de impuestos para los más pudientes, han llevado a los sistemas de protección social “más cerca de los modelos del siglo XIX en lugar de las aspiraciones de finales del siglo XX”, explica el ya exrelator de la ONU.

Cuando eso se combina con “la próxima generación de políticas de austeridad posteriores a Covid-19, la transferencia dramática del poder económico y político a las élites ricas que ha caracterizado los últimos cuarenta años se acelerará, momento en el cual el alcance y la profundidad de la pobreza global serán incluso más políticamente insostenibles y explosivos”, concluye Alston.


 

Con información de Oxfam, Center for Human Rights and Global Justice y Diario El Salto

 


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