Argentina Linares #VocesVioletas

#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.

Argentina Linares. es licenciadaen Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero. Mención honorífica en poesía en el III Premio Estatal de Cuento, Poesía y Ensayo literario joven 2014. Seleccionada por la Fundación para las Letras Mexicanas en el curso de creación literaria para jóvenes 2015 y 2016. Participó en el Festival Cultural Interfaz en 2016. Algunos de sus poemas han sido publicados en el periódico de la ciudad de Colima El comentario Semanal análisis información, en la Revista Asalto y en la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea.


Manuel

 

Las lluvias torrenciales que trajeron Manuel, en el Pacífico, e Ingrid, en el Golfo de México, provocaron daños en 26 estados, 123 muertos, 33 heridos, 59 mil personas desalojadas y más de un millón de damnificados (…)

La Jornada

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El orden pertenece al agua, su arrullo a nuestros dedos. Pequeños chorros se desbordan por los orificios de las ventanas, la puerta aún no descubre el óxido. Quince aves flotan adentro de la casa, sus picos rígidos tocan los vidrios buscando escapar de la muerte.

 

No quedó el frío de la lluvia, quedó el calor de días respondiendo a una luz con lenguaje de humedad. El hallazgo de algún cuerpo ahogado no quedó indicando el temblor en nuestro oído. No sucede la nostalgia y los ojos arden, las ruinas se convierten en imágenes que empujan lo sinuoso de la casa. No sucede y los ojos se irritan al descubrir el agua.

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Somos dos en el caudal de agua sucia, en su ajetreo. Confío en la posibilidad de otra memoria para cuando los recuerdos busquen su partida:

Manuel sumerge sus manos anegadas de picaduras,

oprime con sus dedos

el moho de una puerta,

derrumba su fragilidad

con el impacto de sus labios.


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La noche es lo único intacto de la inundación. La noche no calcula la inmensidad del silencio. El pequeño borboteo cuando dormimos se vuelve un ancla adentro de la casa. Caen como plomo los sinónimos de lo nauseabundo, el silencio aterriza en nuestras bocas. Cada noche temo al día: tanta claridad asfixia.

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Un vestido ha flotado estos últimos nueve días, hoy quedan harapos que Manuel  detiene cuando se acercan a la puerta: alguna vez el color rojo habitó el vestido, envolvió a Manuel. Sus heridas se ensanchan con una amarga hilera de ensueños derrapando en el umbral de la puerta. Los temores navegan por la simetría de su vuelo. Todo se reduce al temor de ver huir el vestido y el agua.

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La coincidencia refugia su ira en las noticias, los ríos y los mares se dilatan junto a mis pupilas. Nadie sabe el horror que habita debajo de tanta arena. Inundación como niño herido. Para Manuel, su nombre es lo único que no flota.

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Cuando era niño, Manuel fingía rasurar una barba que no heredó. Heredó la casa que hoy se inunda (se vacía la espesura de la memoria de su padre), aferrado a la barba que pudo haberlo llevado a flote.

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Ya no hay inocencia en los días: antes, las gotas se anunciaban sobre el techo y yo salía al patio a recibirlas con mi frente descubierta. Expuesta después de la calidez de la cama que hoy también flota —verbo que se convierte en lugar común—, he visto partir los oficios de mi lengua.

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Manuel no ha sabido diferenciar los cimientos de mi rostro;

asoma sus ojos ciegos  a una lágrima que se funda con sus víctimas

y yo estoy ahí, dándole cabida.

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Las casas se reconstruyen desde los techos. El insomnio toma partida después de la inundación. En las ciudades, el hogar que era enorme rehúsa llamarse esfera de agua. Los rostros cada día palidecen ante la pérdida.

 

Frente al cerro, las personas desalojadas encontraron la derrota dando continuamente un vistazo a sus pies.

Manuel se extiende deshecho en todo el sur, oculta las manos para que no lo odien. El diario posee su nombre. Manuel se afila intentando la huida.

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Ahora sólo queda la contemplación de nidos en las barrancas y aves renunciando a la porfía de sus alas.

Yo pertenezco a la inundación que dejó una aburrida muerte de varios números. Con los brazos horizontales, ambos, río y mar se cansan de las preguntas humildes de los pueblos vecinos.

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A oscuras sobre tus linderos iría contando anécdotas, reservando la ráfaga de llovizna en los bolsillos. Sólo la inquietud aligera las voces acumuladas en septiembre. Su ira tiene futuro en las próximas ofrendas.

El huracán es fuerza más allá del testimonio, o de la práctica de la vejez.

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