Berónica Palacios Rojas #VocesVioletas
#VocesVioletas es un espacio semanal dedicado a compartir poesía escrita por mujeres de México y Latinoamérica.
Berónica Palacios Rojas (Chapala, Jalisco, 1973). Lic. En Letras Hispánicas y Maestra en Educación, tiene un Diplomado en cultura jalisciense, por el Colegio de Jalisco. Autora de las plaquetas: Nostalgias (2002) y Herencias (2003), Corazón por fuera (2006), Memoria Incendiada (2011), Hombre Mar (2014). Un libro de cuentos Chapala y el beso soñado (2008) y una plaqueta Remanso de mil aguas (2015). Actualmente es directora de la revista Papalotzi y de Ediciones Papalotzi . Es cofundadora del Encuentro Francisco González León desde el 2011, Lagos de Moreno Jalisco.
Ganadora del tercer lugar del concurso de Cuento y poesía Adalberto Sánchez Navarro organizado por STAUdG, 2014. Ganadora del primer Lugar en el Torneo de poesía y cuento en Conmemoración de los 20 años del Aniversario del Concurso Literario FIL Joven organizado SEMS y la Editorial Verso Destierro (2014). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Rogelio Treviño (2016). Ganadora de los XLII Juegos Florales en Sahuayo Muchoacán (2017). Antologada en el Diccionario de escritoras de Guadalajara (2018). Ganadora del CECA Jalisco, 2018, con el libro Roja Rutina.
A continuación presentamos una breve selección de su obra poética:
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Letanía de madre
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A Guadalupe Rivera
El 24 de noviembre de 2011
el aire tapatío se llevó un boom panamericano
y la FIL invocaba una altiva Alemania.
Un nudo aprehendió tu garganta, Lupe
ese día despertaste a la madrugada
y en transitar de cuentas
tu vientre parió amargo presagio.
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Así, mariposa tornasol con vuelo vacilante,
llegaste al trabajo con la esperanza a cuestas.
Lupita-niña, mujer-colibrí, madre-hormiga
coraza de plomo.
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Llamada fatal.
Un ¡Dios mío! ¡Ojalá no sea!
Y vísceras en tormenta.
Con manos inquietas, vuelve
Escucha nuestro podcast
un Dios te salve que doloroso rueda.
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Odiar esa parte de ti, Guadalupe-luciérnaga,
Imperiosa fortaleza te arropó
al identificar tu propia carne.
Momento para contener tormenta de mil aguas
que se gestaban en tus adentros
y con palabras de plomo decías:
—Sí, es éste.
Señalabas al que arropaste con sábanas de tu carne
y bañaste en tus entrañas.
Mientras el aroma a muerte penetraba quedo
e incansable en tu recuerdo.
Madre-roble, piernas de trapo y corazón de niña.
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En irrespirable escena las imágenes te acribillaron:
sus primeros pasos, la primer palabra,
sus amigos, su voz adulta, inmadura, distante,
la cruz de su pecho
y la sorda estupidez que lo vestía.
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Lupita sauce, soldadera, sola, somnolienta,
sedienta de un hombro fuerte
sólo formaste un hombre-niño que prestado fue.
Te acompañaron lluvias y profundo silencio.
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Mariposa guerrera hoy, vistes alas de esperanza.
Al entregarlo Lupita-lluvia, la culpa se desprendió de tu vientre
y reposó tu alma de niña.
Madre desamparada, valiente en crujir de conciencias,
regazo de mil aguas y guía que albergas nueva luz
ante los ojos del mundo.
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Debería pero no
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I
Uno debería aprovechar la poesía,
para hablar mal de la familia.
Ser feminista, burlarse un poco
de Narciso y de Edipo.
Destrozar con ironías a los hombres:
El que quiso pasar de listo,
el que te compartió algunos momentos de placer.
El que consentía y te pegaba
y odiabas a ratos
y amabas
en la soledad de tu cama.
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II
Uno debería utilizar la poesía:
Para hablar horrores de parientes mano larga,
de injustos maestros, de malos padres
y decisiones crueles.
También hablar mal de los amigos,
y amantes sin hombría
pero no,
prefiero vomitar esta aspereza
que como hiel destilo
por los inútiles espacios
de mis secreciones.
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de Memoria incendiada.
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La lluvia y La llovizna
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La llovizna es mujer suave
y la lluvia, mujer independiente
que se da a todas horas.
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La llovizna de noche
es serenata arrulladora de almas.
La lluvia es amante exigente
del día, de la noche, de la tierra,
del pavimento y del vibrante arroyo
donde el fluye el deseo.
No reclama una hora precisa
para ser amada
—simplemente—
baja y satisface la sed
de cualquier amante.
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La llovizna empalaga
y molesta todo el tiempo.
Es mujer suave, paciente piedad
y dulzura chinga quedito.
No quiere pasar desapercibida.
Esposa sumisa que despide un orden minúsculo
siempre está lloriqueando.
La lluvia, amante imperativa
despide besos que acribillan el cuello,
la piel,
el suelo.
Siente celos de saberse la segunda
en ocupar el mismo cuerpo,
el mismo espacio,
el mismo sexo.
Y llora fuerte derriba árboles, casas
y hace zanjas en los recuerdos.
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La llovizna es mujer atemorizada
que baja
y bebe sólo un sorbo de agua
mientras que la lluvia baja
bebe bastante
y se da entera.
Empapa todo
—con paso preciso, rápido, oscilante—
y se viene ansiosa en temporal.
Despide humedad para el amante
y seduce al huésped cotidiano
hastiado de un solo cuerpo.
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La llovizna barniza de letanías
canciones de cuna
consuela y arrulla nidos con su sinfonía melódica.
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Al amanecer, la lluvia dejó su huella
—entre piernas con olor a sexo—,
en los techos, en las zanjas
y pasó por el caño del oxidado
que respira por su único ojo ciego.
Cuando el alba descubre su velo.
Ambas escamparon dejándolo temblar
con sus recuerdos.
de Memoria incendiada
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Petición última al hombre mar
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Cuando muera viste de azul (como siempre)
acompáñate del viento que guarda su maullido de noche / murmura un
Ten miedo de mí / y que tus versos rodantes / fluyan con la cresta plateada alrededor de mis cenizas.
Cuando muera / cuida a los hijos / al limón y a los gatos
/ escribe y pinta poesía /
emborráchate con mis amigos / recuerda mi carcajada que resguardan las paredes / las arenas / los viajes.
Porta la sencilla complicidad que nos distinguía /
la quietud de contemplarnos / de tocarnos los espacios infinitos.
Regala todos los libros / los suvenir / las perlas:
Las colecciones de nuestras entregas /
diviértete / y busca la sirena que cuide de tus versos.
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de Hombre Mar
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Letanía por Ciudad Juárez
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Hoy amanecí con tu nombre atravesado en mi garganta,
me nacieron alas para escribirte Ciudad olvidada de Dios.
A la sombra de un naranjo, las hojas dictan y el aire me traslada
al pasado que duele y se encona.
Una niña platica con la muñeca sin brazo al ras de la banqueta
mientras una cascada a muerte nubla humana conciencia.
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Emergen recuerdos en hilos de tiempo:
diminuto cuarto, un calentón,
sostener la respiración ante un aparato caja,
calles de tierra, dólares fáciles y un río de miedo.
Ciudad Juárez en mi memoria
Aún respiro la humedad y bravura de tu Río
escucho el chicotear de tules que adornan sus orillas,
y entre sueños,
vislumbro una sonrisa fantasma que me heredó inteligencia y apellido.
Fui una niña con sueños azules,
jugué con pedazos de juguetes, trompos y canicas que encontraba en la calle
del basurero recogí hilos y tejí sueños.
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Nací de un óvulo joven y un esperma inteligente.
Disfrutaba la buena comida que veía en la tele
y soñaba con refinados gustos que simplemente, no existieron.
Me divertía con mi hermana cuando pescábamos a las orillas del Río Bravo
y nos paseábamos por el desierto.
Sin embargo, si no hubiera sido por la prudencia y arrebato de mi madre,
fuera una más de ellas, de las muertas de Juárez.
No tuviera críos, ni esposo, ni la preñez de estos versos.
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II
Las hojas de los naranjos —de todos los tiempos murmuran reclamos
de princesas sacrificadas por grandes sátiros,.
En cada reclamo se ahoga una voz aguda,
en cada suspiro un padre sediento clama venganza
al animal-perverso que asaltó la comisura de 500 clítoris ajenos
y merece ser decapitado.
Hoy mi voz quiere una plegaria para el murmullo de los naranjos,
para las encarnadas voces que proclaman libertad.
Mentira, no hay poemas de amor, concientizadores o ecológicos
que reanuden un concierto de amor y paz.
Ni existen poemas con fórmula mágica
para encontrar a la persona amada.
No existe tormento que se prolongue
ni amigo que resista indiferencia.
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Hay días que esas voces tocan mi sueño
y entre dos y tres y media,
una inquietud oprime mi garganta sin sosiego,
inquieta imagino una súplica, atroz oscuridad,
hambre, sangre, miedo y reanudo un rezo.
Las voces de las muertas deambulan en barrancos, basureros,
en fábricas y en el desierto,
casas de suburbios de esta ciudad-infierno.
y en la agonía incesante de estos versos.
Sangre que bombea lento, palpitar de última cita,
el orgasmo maldito, perversos deseos,
cuencas vacías y una Violeta perdida en valle ajeno.
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III
En 1993 un manto oscuro cubrió a Ciudad Juárez
Atmósfera de frontera turbia, el ángel de la muerte
pintó en su territorio una enorme cruz de ceniza.
Un silencio atroz enconó la herida,
y la perforó tímida entre su gente.
Frontera púrpura,
angustia que desde el 93 brota de la Madre Tierra.
Maquiladoras que succionan la sangre de obreras
marginadas y destinadas al olvido.
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IV
Cobarde el que arrebata la integridad ajena;
Cobardes las manos malditas y agresivas arrebatan el aire
a féminas de larga cascada, delgadas y morenas.
Este aire fronterizo que destila olor a muerte, a “lechada”, a nardo y crisantemo.
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Las hojas esmeraldas tararean una canción de paz.
Mujeres de cal, albas, atribuladas de gracia
que portaban el pecado de ser pobres
y extraviaron, el camino a casa.
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Hoy la fuerza imbécil de perversos
nos arrebató a las 500 bellas
que no cantarán más una canción de cuna
por simple hecho de nacer con el pecado de ser hembras.
Hoy les pondremos un marco de oro
para darles la dignidad que no tuvieron en vida.
Y, que venga la Justicia Divina.
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