¡Pero si soy una buena persona! ¿Qué está pasando?

Cualquiera que pase suficiente tiempo escuchando otras voces se da cuenta de que la ideología surge en el momento menos esperado, justo en los espacios que suponemos neutrales: conversaciones superficiales en bares, comentarios incoherentes en sitios de noticias, rutinas cómicas y sí, incluso en memes.  Poner atención a estos rumores deja de ser una actividad exclusiva para intelectuales ociosos y empieza a cobrar importancia cuando esas inocentes afirmaciones de “sentido común” están a punto de determinar el destino de una sociedad entera.  Si algo han aprendido los políticos en este país es que ahí donde las elecciones no puedan ganarse con un fraude abierto,  se  ganan manipulando la percepción de la gente, activando en el pueblo ciertas narrativas que determinan su interpretación de la realidad. En un intento por escapar de este exceso de manipulación mediática e inútil politiquería, el individuo cínico y desencantado puede optar por un exilio aparentemente saludable en  el feliz reino de la voluntad personal y las preocupaciones cotidianas. ¿No son los políticos todos unos ladrones? ¿No conviene más dejar de escuchar sus mentiras y ponerse a trabajar en uno mismo?

Seguramente te habrás encontrado este discurso bajo el inocente “mejor ponerse a chambear”

Este es el discurso que puede observarse últimamente ante una elección que ha despertado un grado inusual de tensión social y que ha puesto en movimiento todo el arsenal ideológico de nuestros conflictos de clase. Pero cuando creemos estar más a salvo de la ideología es precisamente el momento en el que estamos más inmersos en ella, simplemente hemos dejado de notarla. Eso es exactamente lo que ocurre con el discurso de  la responsabilidad personal.

Seguramente te habrás encontrado este discurso bajo el inocente “mejor ponerse a chambear” pronunciado con gran convicción por el asalariado que intenta convencerse a sí mismo de que vale la pena soportar un día más de explotación; también lo has visto en el spot de gobierno y en el comercial de la empresa que intenta venderte un nacionalismo vacío hecho de la suma de esfuerzos individuales y  tras el cual pareciera que todo está bien porque sólo son algunas manzanas podridas, corruptas y perezosas las que nos han metido en esta miseria. Si te subes al tren de esta lógica impecable, el descontento es simple mediocridad: si quieres, puedes. Incluso si logras escapar a toda forma de discusión política seria, incluso si apagas el televisor (porque eres un tipo inteligente que no se traga esa basura), el discurso de la responsabilidad personal te persigue en redes sociales bajo la forma de una serie de memes como el que sirve de ilustración a este artículo.

La razón por la que estos memes funcionan y los comparte todo el mundo, desde tu tía hasta tu patrón, es que te dan tu dosis diaria de ideología capitalista mientras explotan tu desencanto con el proceso político y te hacen sentir bien contigo mismo. Después de todo, ¿qué importa que ninguno de los partidos defienda tus intereses si la sociedad se cambia desde la conducta individual? El cambio está en uno, trabajando se llega lejos y la clave está en el respeto: no te preocupes, hay esperanza. Esas cosas raras de plusvalía, medios de producción, programas sociales, privilegio, distribución de la riqueza y conflictos de clase son para “chairos” amargados y mediocres que esperan que el sistema les resuelva la vida, a ti te basta con ser una buena persona (lo que sea que eso signifique).  A todos nos gustan las cosas sencillas, y ¿hay algo más sencillo que este universo supuestamente razonable, armónico y en orden donde la conducta individual determina la totalidad de la existencia? Si eres un buen tipo te va bien, si eres un bastardo, te va mal: causa y consecuencia.

Poco importa que esta concepción de la vida sea totalmente incompatible con la experiencia y con la complejidad de las sociedades humanas. Pero, ¿cómo va a ser de otra manera?  Lo que nuestra frágil identidad tercermundista requiere no es la verdad, sino la confirmación de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y no hay nada que podamos hacer además de ser ciudadanos ejemplares y seguir concentrando la riqueza hacia arriba. Pensar que había otra manera de hacer las cosas vuelve nuestra existencia insoportable; resulta que sacrificamos nuestra vida por nada. ¡Pues nada de eso, mejor celebremos el increíble y casi divino poder transformador de los valores individuales!

No podemos subestimar la efectividad de esta narrativa y el eco que está teniendo en una sociedad bombardeada por ideología las veinticuatro horas del día. Así a primera vista es fácil estar de acuerdo (de hecho, para ciertas sensibilidades es necesario estar de acuerdo)  y eso explica que este tipo de ideas y memes sean el pan de cada día del discurso oficial. Pero si lo piensas un poco más antes de darle “like y compartir” y agregar que has descubierto por qué nuestra sociedad no avanza, te darás cuenta de que lo que este tipo de  mensajes está haciendo es activar la narrativa liberal sobre el sujeto autónomo, un sujeto completamente libre y dueño de sí mismo que no debe preocuparse por nada y al que nada de lo que ocurra en el mundo real puede afectar. El argumento se basa en la ilusión de que lo que determina las condiciones reales de existencia de los individuos no son los grandes procesos históricos o políticos, sino la simple acción individual. Esta narrativa es atractiva para el tipo de persona a la que le gusta sentir que tiene más control sobre su propia vida del que realmente tiene y favorece la pospolítica del capitalismo tardío. Si convences a la gente de que el único cambio significativo ocurre a nivel de la conciencia individual, lo que haces es crear las condiciones en que un verdadero acto político es imposible.

“¿Pero qué tal si todos somos santos?”, vas a decirme
Tú puedes ser un santo, pero no por eso van a cambiar las condiciones materiales de tu existencia y mucho menos van a cambiar las condiciones para el resto de la sociedad. “¿Pero qué tal si todos somos santos?”, vas a decirme, y eso tampoco cambia el hecho de que vives en una sociedad capitalista basada en la explotación y en la apropiación de la plusvalía. El individualismo, la ambición, la falta de empatía y la deshumanización son necesidades estructurales de ese sistema, no simples caprichos de la gente sin valores. Optar por un código personal que contradiga este sistema hegemónico tiene como consecuencia la disminución de oportunidades o la marginación, lo cual queda expresado muy bien en la sabiduría popular con en el conocido “el que no tranza no avanza”. “¿Y qué si yo decido no tranzar?” Pues muy bien por ti, igual y entras al cielo, pero eso no cambia los principios que determinan tus condiciones materiales de existencia ni las de nadie más.

También hay que mencionar que el discurso de la responsabilidad personal supone que los valores que determinan la conducta individual están siempre disponibles a la libre voluntad de los individuos independientemente de las condiciones de su entorno y el sistema de discursos y horizontes de conocimiento que fundamentan el sistema. Esto es absolutamente falso, como sabe cualquiera medianamente interesado en la historia del pensamiento. Los valores del individuo, como todos los elementos que componen la superestructura, empiezan con la economía, es decir, con el modo de producción y la distribución de la riqueza.

Los valores de una sociedad determinada no son aquellos que los sujetos individuales consideran mejores, sino aquellos que permiten la continuidad del sistema y crean individuos cuyas aspiraciones personales encajan en ese sistema. Cuando vas de “buenito” por la vida, lo más que estás haciendo es escoger de entre un grupo de valores que ya han sido seleccionados previamente para legitimar las relaciones de producción. Sé que aceptar esto es un golpe a tu ego y tu narrativa de libertad individual, pero así funciona la vida. Sólo el político corrupto, el empresario privilegiado y el alienado ignorante  intentan despolitizar la economía para reducirte a la pospolítica de exigencias particulares de grupos particulares sin capacidad para alterar la estructura general de nuestra sociedad. ¿También en esto vamos a defender intereses que no son nuestros? ¿Vamos a dejar que piensen por nosotros?

Antes de dar rienda suelta a la ira y la indignación del neoliberal que hay en ti, es conveniente que tomes en cuenta que no se trata de aceptar los extremos, sino de entender los fenómenos sociales en su complejidad.  No digo que el individuo sea completamente impotente y que los valores individuales no sean importantes; claro que son importantes y es por eso que este razonamiento no conduce a un determinismo absoluto donde la única opción es suicidarse (como quisiera pensar la derecha). Sin embargo, esos valores no son la fuente del cambio social, sino su producto. Las ideas que forman parte del discurso hegemónico (en este caso, la responsabilidad personal), perpetúan las relaciones de producción y la desigualdad de la sociedad en que vives mientras te neutralizan como sujeto político con la ilusión de que estás haciendo tu parte. Si en realidad quieres una sociedad donde los valores sean más humanos, lo primero que tienes que hacer es cambiar la base material de esa sociedad, es decir, las relaciones de producción, la distribución de la riqueza y la propiedad privada.

El hombre está destinado a ser libre, sí, pero si la celebración de la libertad individual te lleva a desentenderte de los cambios políticos y los procesos históricos, estás aceptando que alguien más decida por ti

Si vas a celebrar valores y vendérmelos como el origen del cambio, esos valores necesariamente deben ser marginales, contraculturales, producto del pensamiento crítico y la reflexión sistemática; no pueden coincidir con el meme facilón y el spot de gobierno. El hombre está destinado a ser libre, sí, pero si la celebración de la libertad individual te lleva a desentenderte de los cambios políticos y los procesos históricos, estás aceptando que alguien más decida por ti mientras tú te quedas en casa sentado sobre un sistema injusto y pensando que estupideces como tu puntualidad están cambiando al mundo. La obediencia no es una virtud; ser un borreguito bien portado no es una virtud. Al único que le conviene que seas un ciudadano modelo que llega temprano, respeta a la autoridad y hace fila para limosnear sus derechos es a quien ha salido ganando con este sistema. Según ellos, tu vida no tiene nada que ver con las características del neoliberalismo, no, no, no, la culpa de que todo esté mal es tuya y nada más que tuya, por no tener valores, por no ser una persona de bien o por no esforzarte suficiente.

Imagina cuán diferente sería este discurso si en lugar de recomendarte ser un ciudadano inofensivo y bien portado, te dijera “Ok, el cambio no está en el político que te gobierna. El cambio está en que te crezcan un par de huevos u ovarios con conciencia de clase y salgas a reclamar el control sobre los medios de producción”. Pero eso ya no te permite la cómoda posición santurrona de “el cambio está en uno”, ¿no?  No dejemos que nuestra interpretación del mundo esté determinada por el capitalismo que llevamos en la sangre. Nuestra sociedad está hecha de individuos más inteligentes que esto.

En el fondo, tú y yo estamos de acuerdo: es verdad que hay que poner atención a los valores individuales.
Podemos empezar deshaciéndonos de toda la ideología neoliberal que hayamos internalizado; podemos denunciar, ahí donde la encontremos, las falsas suposiciones que sirven de fundamento a un sistema que nos tiene en la pobreza; podemos volver inoperante el discurso de quienes tienen el poder y empezar a pensar por nosotros mismos. Sólo entonces crearemos una sociedad lo suficientemente libre y justa como para que importe si eres o no una buena persona.

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