Si lees esta carta es porque me han matado

El siguiente es un artículo de opinión


Si lees esta carta, cariño, es porque me han matado, y los miedos se materializaron en ausencia. Porque esta vez no habrá videollamadas ni cariñitos que puedan tranquilizarnos a distancia. No regresaré para poner tus canciones favoritas en el auto. A partir de hoy, a nadie tendrás que robarle el Tajín, y tampoco deberás esconderte para no bañarte…

¿Recuerdas cuando caminábamos por la calle y nos saludaban los amigos? Sabían que eras mi hijo, que eras J. Me preguntabas: ¿por qué me conocen? Porque les hablo de ti, respondía. Porque eres un crío maravilloso y yo sentía que todo mundo debía concerte, saber que al caminar por la calle saludas a todos, a los pajarillos, a los gatos de la vecina, a los perros que nos acompañan. Que cuando me desmayé una vez, tu me cuidaste, te quedaste ahí, acariciando mi rostro, hasta que desperté. Que teníamos un protocolo de seguridad personal, de aprenderte los números de la familia y marcarlos, por si algo pasaba, -no sé qué, no tengo idea qué podría pasar- pero debías aprender a llamar, a gritar, a sentir la potencia de tu voz diciendo ayuda con la misma ternura que dices mamá.

A partir de hoy, a nadie tendrás que robarle el Tajín, y tampoco deberás esconderte para no bañarte…

Debían saber que te preocupas por el mundo y que yo me esforzaba en hacerlo cada día mejor para ti. Seguro, cuando leas esta carta, te preguntaras ¿qué paso? Amor mío, no sé qué pasó. Sólo quiero que te quede claro que no fue mi culpa. No les creas -me da mucho miedo que les creas-.

Nuestro contexto no nos permite vivir desde la rebeldía. Ellos han militarizado el país, ¿recuerdas ese día que llevaron soldados a tu escuela? No, no lo recuerdas, porque tú padre y yo decidimos no llevarte. Sin embargo, no pudiste escapar a la operación mochila, donde a tus compañeros, críos de tu edad, de cuatro años, les acusaban de portar objetos punzocortantes -a los que tu conocías como tenedores-. Aquella vez, desconcertado, me preguntabas en qué radica el peligro de un tenedor. Yo, sonriéndote, respondí que el único peligro del tenedor estaba en no sostener la fruta y partirla a la mitad, mientras  le poníamos el Tajín.

Íbamos al cine, y antes de comenzar la película, había un comercial sobre los militares; también aparecía la policía en la televisión, entre canales de caricaturas, en anuncios sobre los beneficios de las reformas educativas, laborales…y yo sólo te decía: “no les creas, es mentira”, pero te hablaban de seguridad y nos tocaban retenes muy seguido, éramos sospechosos de cosas que ignorábamos, porque mi Cariño, ese anuncio no es para nosotros, la seguridad es para ellos, y los que estamos precarizados somos un peligro constante.

Ellos, los que quieren seguridad a toda costa, construyen fraccionamientos amurallados en las zonas lujosas de la ciudad, de las que se hicieron al despojar a los campesinos de sus tierras, y tú lo supiste relacionar con tu bisabuelo, el que aún vive y es campesino, ¿Recuerdas cuando le compraste las semillas para que las siembre en el jardín? Esa mañana habías pensado en él y en que tu abuela compra perejil para la comida, y por eso no pude negarme a esa solicitud, porque reconocías el trabajo tan valioso que hace tu bisabuelo para alimentarnos, procurando la tierra. Te habías percatado de su potencia, y por esa razón, de su abandono. El campo ha sido olvidado, porque nos engañaron con el progreso, con la industrialización, la ciudad, y ahora hay una crisis alimentaria y muchos campesinos han sido despojados de sus tierras. Sin maíz no hay país, te enseñé a decir, mientras comías una tortilla, de esas que prepara la vecina a mano, y compartimos en la comida, cuando te contaba la historia de los hijos del maíz.

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Alguna vez me preguntaste quiénes eran delincuentes y yo te dije que todos los pobres, porque cuando hablan de acabar con la pobreza, quieren desaparecernos, matarnos, encerrarnos: nos han criminalizado por el hecho de existir. Las cárceles están llenas de nosotros, porque tu padre estuvo ahí, acusado por delitos que no cometió y que de eso no se ha podido recuperar, su fuga es el arte y tú aprendiste a iluminar con él las calles. Una vez, pintaron un mural por la noche y supe que sabias brillar en la obscuridad, como una luciérnaga, y cantabas la calle es nuestra del grupo de hip hop de los amigos, con los que una noche compartimos palabras de amor y re-existencia.  

Yo sabía que algún día crecerías y te darías cuenta que por pintar las paredes, mataron a un adolescente y que fue la policía. Todo México es territorio de alguien más, de un empresario, de algún cartel, de algún político, y la tierra donde vivimos no nos pertenece: sólo la vida. El contexto donde vivimos es sumamente genocida. Tu padre y yo siempre estuvimos temerosos a que nos la arrebataran frente a ti. Sabíamos de los hermanos de amigas que habían sido asesinados por estar en el  momento equivocado; conocimos a gente que no se dejaba en un asalto y la respuesta era matarles. Le había pasado a amigas cercanas, y nosotras no estábamos exentas, querido hijo. Los ricos, nunca están en el lugar equivocado a la hora incorrecta.

Todo México es territorio de alguien más, de un empresario, de algún cartel, de algún político, y la tierra donde vivimos no nos pertenece

En algún momento la idea de morir ya se había instalado en nosotros y lo único que pedíamos es que no pasara frente a ti, que si tu padre y yo desaparecíamos, tú estuvieras en algún lugar seguro. Esperábamos todo menos que fueras tú, porque había llegado otro miedo… que una negligencia pudiese incendiar la guardería, que alguien llegara corriendo mientras caminamos y te arrebatara de mis manos, que al viajar nos intentaran asaltar, que se nos cierre un auto…

En nosotros estaba ese miedo, todos los días, mi cariño, de que desaparecieras, y entonces yo muriera en vida y caminara hasta encontrarte, si no me mataban antes, porque eso pasa en este país: la justicia no es para nosotras las mujeres. Lo dicen nuestras muertas, las madres asesinadas por buscar justicia para sus hijas. Los padres organizándose para desenterrar fosas comunes buscando a sus hijos y familiares. Y comencé a temer por tu padre, porque anda en bicicleta y en esa disputa por el espacio corre muchos riesgos, que ya le había costado peleas con automovilistas, caídas que habían roto algunas veces codos y rodillas, que tú ayudabas a sana. Y es que saberte con nosotros calmaba nuestras angustias, pero también entendíamos que era demasiado para un crío de cuatro años.

En este país que habitamos me alegraría saber que eres tú quien lee la carta, porque sigues vivo, hijo mío, leyéndome, resignificándo mi vida, esa vida que fue preguntarnos cuáles son los impulsos que nos permiten organizarnos. Para entonces te percatarás que México se organiza en torno a la muerte, y que la gente está muy triste y debe levantarse a caminar, a buscar justicia donde no la hay. Nos organiza la tristeza, la rabia, la impunidad. ¿Asombroso, no? Al mundo le organizan la disputa por los derechos y a nosotros los cuerpos muertos. Nada nos asegura que sigamos vivos para mañana.

Mi cielo, me atrevo a pedirte que no me busques si he desaparecido, que no veas mi cuerpo si te lo han entregado. Llora y grita, porque mi muerte tiene responsables que nunca darán la cara. Pero no hagas cosas que te pongan en riesgo. Yo sé que el acto heróico está en amar, amar cuando el odio hacia nosotros como población está en la cúspide. Amar todo lo que haces, amar todo lo que eres y todas las potencias que tienes para devenir alegría…porque amar también es romper el acto cotidiano de una atmosfera violenta. Hay que amar sin inocencia, porque amar es un acto de coraje que después se escribe.

Las palabras son el único medio que nos queda, y escribir es un riesgo, pero es nuestro único testimonio de existencia. Cariño mío, escribe en las paredes, en los cuadernos, y grita por todos los medios que puedas; recuérdale al mundo lo que es la vida, porque yo siempre supe que un crío como tú hacía mucha falta. Escribe amor, escribe hasta que el cuerpo aguante.
Cariño mío, si has leído esta carta, has sobrevivido a tu madre y eso me mantendrá viva.

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