La energía de los pueblos: Un documental para alumbrar el futuro

En México y Guatemala, la producción de energía se realiza en detrimento de los pueblos a través de privatizaciones, del despojo de bienes naturales y de las imposiciones violentas de centrales para satisfacer una creciente demanda industrial. Frente a megaproyectos que amenazan sus territorios y formas de vida, comunidades rurales y urbanas en lucha por una vida digna hicieron la apuesta de producir su propia energía eléctrica. A través de la voz de quienes caminan hacia modelos energéticos justos, populares y sostenibles, el documental “La energía de los Pueblos” permite descubrir experiencias que desafían el sistema, al considerar la energía como un bien común y un derecho para todxs.

El camino por un mejor futuro es comunitario

Si algo podemos aprender de esta pieza cinematográfica, es que las respuestas que necesitamos para construir un futuro digno para todas y todos, no se encuentran en gobiernos y empresas que sin importar el color de su bandera, siguen montados en una lógica de grandes proyectos que, a pesar de presentarse como soluciones ecológicas, solo traen deterioro ambiental y desigualdad social.

Pero no se trata solo de un señalamiento al aire, sino de mostrarnos ejemplos de comunidades organizadas que construyen modelos alternativos para conseguir la autonomía energética.

El primero de ellos es lo que sucede en una región de la Sierra Norte de Puebla, que se destaca por su amplio tejido de organizaciones y cooperativas indígenas que han buscado construir condiciones de vida digna a través de circuitos de economía solidaria1como la Unión de cooperativas Tosepan Titataniske que agrupa a 34,000 familias, la gran mayoría de ellos pertenecientes a los grupos originarios nahuas y totonakus, o la organización de mujeres maseuales Maseualsiuamej Mosenyolchicahuanij.. A partir de múltiples amenazas de proyectos extractivos y energéticos, las comunidades de la Sierra Norte de Puebla se han mobilizado fuertemente a través de varias instancias como lo son la Asamblea de los Pueblos Maseual, Totonaku y Mestizo en Defensa de la Vida y el Territorio, y el Comité de Ordenamiento Territorial de Cuetzalan.

En las asambleas se decidió caminar hacia la soberanía energética de la región, y se impulsaron varios proyectos de instalación de sistemas fotovoltaicos. La formación técnica en electricidad y sistemas fotovoltaicos ha sido formalizada por la Unión de Cooperativas Tosepan a través del programa del gobierno “jóvenes construyendo el futuro”, con lo que se pretende capacitar para el oficio de electricista e instalador de sistemas fotovoltaicos a un grupo importante de jóvenes de la región.

Es un trabajo que nos va llevar varios años, pero la finalidad última es lograr esa autonomía, para que llegue un momento en donde la mayor parte de la energía que utilicemos, y si es posible toda, sea generada acá mismo.”.- Alvaro Aguilar Ayón (Cooperativa Tosepan Titataniske)

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Otro ejemplo enmarcado en México es el de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII), grupo que ha mantenido por más de treinta años su proceso organizativo en búsqueda de una vida digna en la periferia de la Ciudad de México. En la actualidad, son unas mil 100 familias que se han organizado en cooperativas de vivienda en 8 predios en las delegaciones de Iztapalapa, Tláhuac e Iztacalco, al suroriente de la Ciudad de México.

La comunidad de Acapatzingo, la comunidad más antigua de la organización, refleja el sueño de la OPFVII. Se ven niños jugar en calles tranquilas y arboladas, espacios culturales comunitarios, huertos urbanos, en el lugar donde “se forjan hombres y mujeres libres, buscando la autonomía total del estado”. En la Ciudad de México, el desabasto de agua afecta a más de un millón de personas; a manera de ejemplo, en Iztapalapa alcanza su punto más crítico pues cerca de 400 mil habitantes padecen escasez del líquido, y sólo lo reciben mediante tandeo o reparto en pipas. En respuesta a esta problemática, los Panchos construyeron un proyecto de tratamiento de aguas alimentado por páneles solares, que permite evitar el desabasto de agua para las 576 familias de la comunidad de Acapatzingo.

“Nadie puede decirse dueño de los ríos, de los espacios donde está el agua  y que hacen que funcione toda esa maquinaria que genera la energía eléctrica. Eso es de todos, es nuestro y por lo tanto todos debemos tener derecho y acceso a eso”.- Rosario Hernández (OPFVII)

El último ejemplo que se nos presenta en este importante documento visual es el de la Zona Reina en Guatemala. La comunidad Unión 31 de mayo es una Comunidad de Población en Resistencias -CPR- reasentada tras las negociaciones de paz entre el estado de Guatemala y la Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca -UNRG-.

Las CPR fueron grandes grupos humanos, fundamentalmente de los pueblos indígenas mayas, que ante la crueldad y sistematicidad de la represión por parte del ejército y del gobierno guatemalteco en la guerra contra las insurgencias en la década de 1980, se vieron en la necesidad y en la obligación de abandonar sus casas, sus comunidades y sus territorios, para adentrarse en los bosques de las sierras guatemaltecas y resguardar su vida y su integridad física en una vida semi-nomada en las montañas de las sierras guatemaltecas.

Este proceso de desplazamiento, desarraigo y confinamiento en las montañas  se hizo de forma colectiva, y aunque familias y comunidades enteras se perdieron entre sí, las CPR permanecieron en la sierra, escondidas subsistiendo, generando nuevos vínculos, y nuevas comunidades; este proceso violento, doloroso  y complejo  duró,  en el caso de la CPR 31 de mayo, aproximadamente 14 años, y terminó con su asentamiento en la zona Reina en el año 2000.

Por este proceso de autoorganización en la sierra y de autoconstitución como comunidad en las difíciles condiciones de vida en la sierra, y por unas tradiciones ancestrales de vida comunitaria, que son fuertes y potentes en los pueblos indígenas mesoamericanos, la comunidad Unión 31 de mayo muestra una dinámica capacidad de gestión y de organización social, sin la cual no hubiese sido posible el desarrollo del proyecto de energía comunitaria. Desde nuestro punto de vista, es esta capacidad de autogestión y de persistencia  lo que ha logrado generar, mantener y proyectar el proyecto “Luz  de Los Héroes y Mártires de la resistencia”.

“La soberanía energética es cabalmente el ejercicio soberano de poblaciones, comunidades, pueblos, de tener el control de su energía: cómo lo administran, cómo lo utilizan, eso que nosotros llamamos el camino hacia una vida digna en armonía con la naturaleza”.- Jorge Grijalva (Colectivo Madreselva)

Un documental esperanzador

Dirigido por Marie Combie, “La energía de los pueblos” es un largometraje documental realizado entre 2019 y 2020 por la Sandía Digital. El equipo productor salió al encuentro de quienes, además de resistir y defender sus territorios, están construyendo proyectos de vida en colectivo, articulando la energía con muchas otros aspectos de la vida: el agua, la alimentación, la salud, entre otros.


La experiencias comunitarias de la aldea Unión 31 de Mayo, en Guatemala, de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente, en la periferia de la Ciudad de México, y de las cooperativas indígenas de la Sierra Norte de Puebla, nos muestran, desde diferentes aspectos, que se puede pensar la energía para dignificar la vida, para el bien común y el cuidado de los territorios.

Este documental se realizó gracias a una valiosa colaboración entre colectivos, organizaciones y movimientos de defensa del territorio; recoge las voces y reflexiones de quienes a diario construyen estas alternativas y se apoya en los trabajos de investigación del colectivo Geocomunes y de la oficina en México de la Rosa Luxemburg Stiftung.

​Finalmente, la intención es visibilizar experiencias que inspiren esperanza, y alentar la reflexión sobre la importancia de construir una transición energética popular, justa y solidaria.


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Referencias

Referencias
1 como la Unión de cooperativas Tosepan Titataniske que agrupa a 34,000 familias, la gran mayoría de ellos pertenecientes a los grupos originarios nahuas y totonakus, o la organización de mujeres maseuales Maseualsiuamej Mosenyolchicahuanij.
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