¿Quién puede hablar de feminismo? Notas para un debate que comienza

Este escrito es una invitación a mirar con cierta distancia reflexiva el escándalo en redes da propósito del Coloquio propuesto por Marta Lamas para el 11 de octubre “Marta Lamas en diálogo con XY”. Muchas han sido las muestras de indignación ante lo que se interpretó un evento feminista sin mujeres ¿Cómo se atreven a proponer en México, país feminicida, un evento de feminismo …sin mujeres? Fue la pregunta recurrente, de fondo, reformulada ad infinitum.

Menos tranquila de lo usual, la imagen de Marta Lamas apareció en redes dando explicaciones para frenar un escándalo que llegó a tener ecos internacionales Su primera respuesta es que no se trataba de un evento de feminismo sin más, sino un homenaje a su persona, por lo que decidió invitar a sus aliados de lucha. Lo cual tiene sentido si se hila con otra de sus declaraciones: “Llevo 48 años hablando con mujeres”. El propósito de este evento era la búsqueda de novedad y la no repetición del libreto del clásico evento feminista (en palabras de ella: el clásico evento feminista de hueva).

Las chicas, todavía molestas por desafiar el separatismo del contingente, volcaron su enojo y respondieron con más desaprobación a la convocatoria de coloquio.
Las explicaciones de la académica y activista no lograron gran efecto en la multitud de jóvenes, recientes feministas lejanas al trabajo de generaciones a las que les tocó abrir terreno en el feminismo. Sus explicaciones poco fueron escuchadas porque uno de los invitados al Coloquio era Jenaro Villamil, gran amigo de Marta Lamas; el mismo que robó reflectores al denunciar una respuesta violenta en su contra, por parte del contingente separatista de mujeres, en la marcha en protesta del feminicidio de Mara Castilla. Las chicas, todavía molestas por desafiar el separatismo del contingente, volcaron su enojo y respondieron con más desaprobación a la convocatoria de coloquio. Son interesantes ambas sensibilidades: la del colectivo separatista de feministas que no permite para nada la presencia masculina y la de los hombres que acompañan al colectivo y no pueden aceptar esa necesidad.

No veo razones para dudar de que las intenciones de la destacada antropóloga fueron buenas. Y sin duda hubieran sido lúdicas y propositivas en un ambiente universitario otro. Quizá uno en el que los ánimos no estén tan alterados, ni las sensibilidades de ambas partes a flor de piel. Sin embargo, el rechazo generalizado es prueba suficiente de que el evento no fue pensado para un público al que en estos momentos le perturban mucho los protagonismos masculinos de cualquier tipo. Mi razón para escribir no tiene tanto que ver con un interés por tomar partido en la disputa. En medio de los escándalo es difícil no tomar postura y mi objetivo no es cambiar de opinión a nadie sobre las conclusiones obtenidas.

Escribo por la sorpresa que me genera la claridad con la que se sabe que las que pueden hablar de feminismos son únicamente las mujeres. Incluso cuando Marta Lamas, en su defensa, mencionó que su evento no iba a ser un evento de feminismo, sino un homenaje, de alguna manera está suponiendo lo mismo. Yo leí en esta explicación lo siguiente: tendrían razón de quejarse si el evento fuera de feminismo y estuviera plagado de hombres, pero no se preocupen porque así no fue planeado, se trata sólo de un homenaje a mi persona a ser celebrado con mis amigos. Creo que este momento posterior al alboroto es propicio para formular una pregunta que siempre me visita: ¿Quién puede hablar de feminismo? Todo tengo con ella menos una pretensión retórica, estoy segura de que es una pregunta de difícil respuesta, su historia es vieja, tan vieja como muchos de los temas mas debatidos en la historia del feminismo. Trataré de mostrar su complejidad e internarme un poco en las arenas movedizas de las presuposiciones. Suponer que sólo las mujeres pueden ser feministas es decir que algo de sus cromosomas, experiencia vital, corporalidad o comprensión del mundo las aventaja para hablar de feminismo. Esto en términos filosóficos es difícil de argumentar -no imposible, pero si requiere de fundamentaciones materialistas o de esencialismos complejos en los que para tranquilidad de muchos no voy a ahondar-. Vayamos antes al sentido común. No todas las mujeres son feministas (como ejemplo nos viene a todos a la cabeza el caso de por lo menos una mujer rival de las mujeres, tirana y de actitudes autoritarias), entonces, el reto teórico es explicar ¿por qué algunas se vuelven feministas y otras no? y más allá que eso, una pregunta más difícil ¿qué me asegura que alguien es una auténtica feminista? Esto sugiere que hay un modo de ser, actitud, o posición crítica ante el patriarcado. Ante lo cual me surgen muchas dudas, sobre todo si pensamos en terrenos indóciles en donde el sujeto dueño de sí se hace agua, por ejemplo el terreno del inconsciente y el deseo ¿Quién no comenzó a relacionarse eróticamente como le enseñó su madre? Desafiar las costumbres familiares es uno de los retos más difíciles del feminismo y atraviesa por lógicas en dónde es difícil prosperar.

Por otra parte, si afirmamos que los hombres no pueden ser feministas tenemos qué explicar qué de ello les impide ser feministas ¿su naturaleza? ¿sus genes? Es difícil sostenerlo porque esto sería afirmar que hay algo en el cromosoma XY (suponiendo groseramente que sólo los hombres tienen cromosoma XY, porque esa enunciación es excluyente de los transexuales) que hace a los hombres opresores o incapaces de comprender el propósito del feminismo, que en última instancia creo que sigue siendo el viejo ideal de un mundo más justo. Quizá el mejor argumento por esgrimir es que como han vivido en privilegio constante, desconfiamos de que manifiesten de un día para otro la renuncia a sus privilegios. Sin embargo, desde el argumento del privilegio, aparece otro problema. Si algo de su privilegio es lo que impide a los hombres ser feministas, entonces tenemos que explicar por qué hay mujeres privilegiadas que pueden ser feministas. Mujeres con acceso a la cobertura de sus necesidades básicas, con acceso a la educación y a la “realización personal” (si es que eso existe). Pienso en las mujeres blancas, clase alta, tendríamos que explicar por qué ellas si pueden hablar de feminismo. Para quien piense que no pueden ser feministas, por sus privilegios, entonces tendrían que explicar por qué éstos les impedirían ver lo que su género y su sexo sí les permitiría ver.

Si algo de su privilegio es lo que impide a los hombres ser feministas, entonces tenemos que explicar por qué hay mujeres privilegiadas que pueden ser feministas

Pido un poco de paciencia a la lectora, al lector y yo misma intentaré no entrar en pánico; no me interesa desfundar todo y decir que no vale la pena reflexión alguna y que en el feminismo todo da lo mismo. Quise dar un primer paso y mostrar la complejidad del tema. Voy a echar mano de ciertas ideas de la epistemología feminista desarrolladas en la teoría del punto de vista. No para dar luz sino más bien como un salvavidas de emergencia que nos permitirá flotar un poco más y no estoy segura de si nos permitirá tocar tierra.

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De fondo, preguntar quién puede hablar de feminismo es una pregunta que relaciona localización social con cierta posición crítica. Descompongámoslo por partes, por localización social se entiende la pertenencia a cierto tipo de grupo social. Comparten localización social personas de la misma etnia, raza, clase social, género, etc. Diversas posiciones epistemológicas han sostenido que personas de cierta raza, cierto género y cierta posición social brindan perspectivas críticas por ser afectados de determinada manera por el sistema colonial, o capitalista, o patriarcal, por dar algunos ejemplos. La crítica vendría porque al ser afectados por el sistema, de algún modo esto les permitirá revelar el lado opresor del mismo. Sigamos la idea y formulemos aquí una primera hipótesis respecto al tema que nos interesa: las mujeres son el grupo social que padece al patriarcado y por ello son las que tienen capacidad de ser críticas con el mismo. Sin embargo, la cosa no termina ahí, se torna más compleja.

Existe una posición que goza de amplia aceptación en la teoría política, me refiero variantes críticas del marxismo, al llamado post-marxismo. Dentro de las múltiples ideas que sostienen, una de ellas es que la relación entre localización social y crítica es cuestionable. Es decir, en su momento, el marxismo ortodoxo confió en que el proletariado es el sujeto de la historia por su posición respecto a la producción del capital. Al cuestionarse, en el post-marxismo, que el sujeto de la historia es el obrero, aparecieron otros sujetos, sujetas y numerosos discursos críticos: la mujer, la lesbiana, el homosexual, l@s ecologist@s, l@s protectores de l@s derechos de los animales, etcétera. La desconfianza en las esperanzas revolucionarias, que el marxismo depositaba en el obrero, tambaleó la relación entre localización social y crítica. Quedó cuestionada porque si el obrero gozaba de una posición crucial en el capitalismo, su inactividad, es decir: reconocer el potencial revolucionario de su huelga, garantizaba la vinculación entre su posición social y la crítica. Pero después de la pérdida de este horizonte, ciertos episodios críticos con el marxismo revivieron la pregunta: ¿qué garantiza que una localización social sea crítica? Curiosamente, uno de los discursos más preocupados por la pregunta fue el feminismo. Digo curiosamente, porque en un episodio como el que provocó este texto, en el que hay tanta confianza al identificar a las mujeres con el feminismo, se nulifican muchas de las discusiones que están teniendo lugar desde hace ya algunas décadas dentro del mismo feminismo.

La teoría de Alison Wylie afirma que los no privilegiados saben o ven cosas que los privilegiados, política y socialmente, no pueden ver
La teoría del punto de vista nos puede ayudar a profundizar la cuestión. Se puede formular del siguiente modo según Alison Wylie en Why Standpoint Matters, es una teoría que sostiene que: “esos que están sujetos a estructuras de dominación que sistemáticamente los marginalizan y oprimen, son de hecho, privilegiados en algunos aspectos cruciales”.1Wylie, Alison, “Why Standpoint Matters” en Science and Other Cultures, Issues in Philosophies of Science and Technology, edited by Sandra Harding, Routledge, NY,2003, pp 26. La teoría afirma que los no privilegiados saben o ven cosas que los privilegiados, política y socialmente, no pueden ver; diversas feministas la defienden, pienso en Sandra Harding, Nancy Harstock, Dorothy Smith y Patricia Hill Collins, por mencionar algunas. La tesis es que el género es una de esas dimensiones en donde, padecerlo, da ventajas epistémicas y hay ciertos personajes que padecen más el género que otros. Sin embargo, lo advierten muy frecuentemente estas autoras, no hay un privilegio epistémico automático. Es decir, no es garantía que aquellos que ocupan lugares de opresión o marginalidad conozcan más y mejor por compartir cierta localización social. Alison Wylie hace una distinción que me parece más que oportuna y por el momento nos permite avanzar un poco. Ella define localización social como “aquello que moldea y limita lo que sabemos, incluyendo el conocimiento tácito, experiencial y el conocimiento explícito.”2Ibidem, pp 31. Es decir, lo que experiencia y entiende un individuo, depende del lugar que un sistema de relaciones de poder posibilita. Lo interesante es que además de localización social, ella agrega el punto de vista. A este último lo define como “una capacidad diferenciada para desarrollar una posición en la producción de conocimiento que es un proyecto, una conciencia crítica sobre la naturaleza de nuestra localización social y la diferencia epistémica que representa.”3Ídem. Se trata entonces del efecto de un desarrollo, de una conciencia crítica, una reflexión sobre la localización social que explicita las ventajas epistémicas del pertenecer a cierta marginalidad.

Traigo estas distinciones al texto porque nos permiten de menos dar cierto cauce a ciertos problemas a los que he dado seguimiento desde el inicio del texto.

  1. La posibilidad de que existan mujeres no feministas se explicaría diciendo que tienen localización social privilegiada, pero no han desarrollado un punto de vista feminista, en cierto sentido, desaprovecharon la oportunidad que su posición les daba.
  2. La existencia de hombres feministas es posible, pero con limitaciones y sus términos deben ser debatidos. Para muchas de estas autoras es posible el feminismo masculino porque el punto de vista es una posición crítica que se puede aprender si se pone suficiente atención al punto de vista femenino y se reconoce la imposibilidad de tomar la batuta. No se trata de un asunto de sometimiento, sí del reconocimiento de que las que pueden dar cuenta de la desigualdad, son ellas.
  3. Hay una localización privilegiada para pensar el feminismo: la de la mujer. Y es precisa la escucha a lo que ellas tienen por decir cuando se habla de feminismo. (Quizá es más fácil entender esto si pensamos en otro ejemplo, si quisiéramos pensar en el Movimiento por los derechos civiles, lo primero que haríamos sería escuchar lo que tienen que decir al respecto las personas de color que han vivido ciertas historias de sometimiento). Dejaremos de lado la difícil tarea de definir qué estamos entendiendo por mujer, esa reflexión requiere preguntas ontológicas complejas. Quedémonos aquí con una noción más cercana al sentido común en la que mujer es toda aquella que se reconoce a sí misma como tal y es reconocida como tal por una comunidad.
  4. Por último, el punto de vista es más un proceso, una metodología que un estado. Es imposible y riesgoso pensar que se ha alcanzado un momento en el que el punto de vista feminista es cabal y no hay nada más por preguntar. Una revisión constante, desconfiada de todos los alcances previene de vicios e imposiciones. Esto significa que es indispensable un estado de alerta constante, abierto a la capacidad de hacer preguntas, de cuestionar nuestros alcances, sobre todo de reconocer que lo ganado puede perderse en cualquier momento ante un cambio mínimo de circunstancias.

En fin, distinciones como la de Wylie nos permite tan sólo abrir otras interrogantes con las que yo todavía me quedo, a las que es difícil dar respuesta, por ejemplo: ¿cómo se desarrolla el punto de vista feminista? ¿cómo enseñarlo a los que no son mujeres?¿podemos hablar de uno o de varios puntos de vista, dependiendo de la cantidad de mujeres implicadas? ¿en qué momento ostentar que hemos alcanzado un punto de vista feminista, quizá no absoluto pero sí suficiente?

Hay algo que me deja a mi con mucho escozor y prefiero expresar ahora que es tiempo. Cuando decimos que en México hay 7 feminicidios diarios y con eso justificamos cualquier afirmación posterior, por “feminista”, me preocupa los saltos que estamos dando de manera injustificada. Sobre todo cuando la historia del feminismo es una historia de contradicciones, complejidades, preguntas sin respuesta y desacuerdos. Me gustaría crear en nuestros espacios un ambiente verdaderamente feminista porque ese es tan sólo el inicio de los debates por venir.

 

Referencias

Referencias
1 Wylie, Alison, “Why Standpoint Matters” en Science and Other Cultures, Issues in Philosophies of Science and Technology, edited by Sandra Harding, Routledge, NY,2003, pp 26.
2 Ibidem, pp 31.
3 Ídem.
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1 comentario

  1. Mau Dimeo
    18/10/2017 at 22:12 — Responder

    Muy interesante, escribí algo parecido hace tiempo https://maudimeo3.wordpress.com/2014/06/13/sororidad-y-consciencia-de-clase/

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