Nos estábamos resistiendo a escribir desde la tristeza

Nos estábamos resistiendo a escribir desde la tristeza. Estamos agotadas de las malas noticias. No importa que tan lejos estemos, la pesadilla continua persiguiéndonos. Como si no pudiéramos prescindir de ella para organizarnos y generar alianzas micropolíticas. Sabemos que nuestros sueños no caben en sus urnas…pero al despertar, el dinosaurio sigue aquí. La democracia en México es una forma más de cavar nuestra propia tumba, nuestro sepulcro, de terminar en la fosa común.

I

Hace unas semanas, el CNI – EZLN anunció a Marichuy como candidata a la presidencia del país. Para fundar a México, los indios fueron producidos como eso que hay que dejar atrás: que el indio se ve mejor en los museos, en los circos europeos; los restaurantes en México, además, tienen vestidas de tehuanas a muchas meseras, porque la india esta para servir. Es aquel eslabón perdido de la historia, aquello que la selección natural ha permitido mantener con vida solo para recordarnos a lo que no debemos volver. Para mantener la nación y la democracia, todos caben, menos los indios.

La candidatura de una mujer indígena habla por mantenerse con vida, de seguir existiendo. Solo alguien que desconoce la historia del territorio que habitamos y no logra visualizar las violencias que aún existen a las mujeres indígenas, desde violaciones hasta invisibilización, no logra comprender la potencia de dicha candidatura. Las maneras en las que se perfila la re-existencia. Estamos muy claras que la izquierda progresista que comenzó a acusar a esos indios de traidores y colonizados quedó al descubierto con su clasismo y racismo a la medida. Para ellos, la esperanza de México no se encuentra en la piel morena. La regeneración nacional nos recuerda a ese siglo XIX, que con diversas disciplinas, se dedicó a encontrar las anomalías y a construir al enemigo y otra vez: la indígena.

II

México, territorio de experimentación en las interconexiones de diferentes formas y significados de gobierno, se rige con medios eficaces, que contrario a lo que pensamos, se aplica de manera sistemática y en toda la sociedad. Sin embargo, esta racionalidad no se encuentra en el ejercicio público de la política: encontró su efectividad en lo privado. Desde antes hay un complejo de relaciones organizadas que establecen desde la meritocracia, el acceso a la justicia, a la educación, a la cultura. Conducen la conducta, la forman, la guían, la afectan, desde una base que es injusta y opresiva. La ceguera de las personas adjudica a los sujetos gobernados como responsables de su contexto, como si lo merecieran, como pueblo en condena, como castigo. Y esta perspectiva no es casual: una vez más el discurso de unidad nacional produce sus propios enemigos, que de nuevo, son indios, pobres, ignorantes, marginalizados, vidas precarizadas, mujeres. Todxs son la amenaza a la soberanía de la política bien pensante de izquierda. Son los obstáculos que hay que remover, son los sujetos y no la democracia, que como técnica de gobierno, se legitima y cambia siempre por las vías legales, que financia la vida social, que acumulan por desposesión de la vida. Esta problemática exige ser pensada sin esas reacciones que hacen culpables a los sujetos de sectores sociales populares.

III

Infante es aquel que no tiene voz. Hace 8 años, se incendió la guardería ABC en Hermosillo, Sonora. El estado cometió un infanticidio, en tanto que fue irresponsable de 49 muertes. ¿Cómo exigir la vida de niños que no tenían voz? En un país como el nuestro, sumamente violento, que segrega por edad, por género, por color, llorarles a los niños solo es permitido a sus madres. El resto vive gracias a la desmemoria. Es necesario olvidar para seguir adelante, pero se olvidan las vidas de los que no tienen oportunidad de vivirla. En las prioridades de lucha habrá que desocultar el adultocentrismo que emana de ella. Deberíamos, por lo pronto, dejar de preguntarles a los niñxs qué quieren ser de grandes. Porque desde ahora son y son demasiado, no para el futuro, sino para el presente y un pasado que aún les recuerda.

IV

No tenemos claro que nos depara el futuro, porque ya no lo hay. Basta con develar las formas en las que sobre-vivimos.  ¿Queremos futuro? ¿A qué estaríamos dispuestos por hacerlo nuestro?

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