Lo público

Lo público es política limpia, como dice Marco Antonio Flores Zavala. La política mano a mano sobre intereses que nos son comunes a todas las personas que vivimos en sociedad. El espacio público se conforma entre el estado y la sociedad, más allá de prejuicios o agravios colectivos, como una forma de reflexión y razonamiento entre ciudadanos y ciudadanas. Lo público es aquello que se forma para terminar con privilegios de personas o grupos que afectan el funcionamiento social en igualdad, justicia y libertad. En nuestra débil democracia existen múltiples amenazas para el desarrollo y consolidación de lo público como “eterno contrincante del Estado”, diría Habermas.

Basta mencionar a las élites políticas, económicas y sociales que perpetuando la idea de una democracia representativa, jerárquica y distante de la comunidad local y sus problemas más apremiantes, se apropia de lo público y trafica con él. Lo vemos cuando hacen negocios millonarios con las privatizaciones, cuando se apropian de los medios de comunicación que median el acceso ciudadano al espacio público y permiten que los intereses más legítimos de la sociedad salgan del anonimato para convertirse en opinión pública, crítica y pensante.

Otra amenaza latente en nuestro país  en esta incipiente construcción de lo público es la pobreza que limita la capacidad ciudadana de más del sesenta por ciento de la población en nuestro México. La condición de pobre que va acompañada de la ignorancia y falta de acceso a los medios para hacer públicos los intereses comunes, la desigualdad social que origina la compra de conciencias y el silencio ante las problemáticas comunes, lo cual se cristaliza en el clientelismo que afecta directamente el ejercicio ciudadano del voto, uno de los pocos mecanismos que tenemos para generar contrapesos del poder.

La condición de pobre que va acompañada de la ignorancia y falta de acceso a los medios para hacer públicos los intereses comunes

Además de todo esto, el derrotero fallido de nuestra construcción de lo público es la simulación que se refleja en sendos discursos gubernamentales que no son más que demagogia. ¡Vamos a prevenir la delincuencia!, sin estudios que desde las ciencias críticas nos den luces de donde se encuentran los verdaderos orígenes de la violencia y delincuencia, más aun queriendo prevenir delitos comunes o incluso delincuencia organizada cuando no se ataca la delincuencia institucionalizada. ¡La igualdad de género es prioridad del gobierno!, cuando no se da poder simbólico ni efectivo a la institución encargada de la transversalización de dicha perspectiva, además de que los recursos materiales y humanos son menos que insuficientes para la labor titánica que esto conlleva. ¡La justicia es el estandarte de nuestra administración!, cuando se hace una aplicación selectiva de la misma, marcada por la corrupción y el rezago ante la falta de recursos humanos confiables y capacitados. Vivimos en la bipolaridad del engaño que se vende como verdad, terminar con esto es exigencia de lo público.  

Lo cierto es que con todo y el legado de lo público construido desde las sociedades burguesas del siglo XVIII, en el México contemporáneo la ciudadanía está dejada a su suerte por una democracia que tiene más de dos décadas anunciándose en transición. El camino para la consolidación de este sistema político ha sido más que largo y tortuoso y no se ve el fin, el paraíso prometido, el idilio ciudadano. No se ve el puerto en el que el principio de “una persona un voto”, por el que tanto lucharon las y los sufragistas nos dé resultados. Los derroteros hacia el espacio público están llenos de grandes vacíos y algunas vagas luces que en momentos se antojan como esperanza, muchos dicen que son un medio más del sistema para hacernos caer en el juego, me refiero a las redes sociales y el internet como espacios para hacer lo público, lo que nos importa a todos y todas.

El camino para la consolidación de este sistema político ha sido más que largo y tortuoso y no se ve el fin, el paraíso prometido, el idilio ciudadano.

No obstante todos los obstáculos,  construir lo público como oposición a los intereses privados en un país en el que solo falta que nos cobren por respirar y en el que el Estado no asume su responsabilidad ni da resultados en lo más básico como la seguridad, la salud y la educación, es la única alternativa viable. Por eso, elevemos nuestras preocupaciones personales a problemas sociales, porque seguramente una familia que no llega a fin de mes con el precario sueldo que recibe, una persona de la tercera edad que tiene que mendigar el pan después de una vida de trabajo, una mujer que vive violencia psicológica, física y sexual de quienes suponen protegerla al seno familiar, una niña que ve pasar los años más significativos de su formación entre prejuicios y estereotipos institucionalizados desde la escuela, ellos y ellas, todos y todas ellas, están solos y aislados pero al compartirlo su voz se cuenta por millones. Porque los problemas en este México son compartidos, en toda esta indefensión contra los poderes que se niegan a generar espacio público como foro y contrapoder de las élites, somos muchas las personas que exigimos existir en lo social, contar verdaderamente en esta democracia que sin lo público, no es más que un juguete de los poderes soberanos, cuasi divinos, que se perpetúan y se niegan a morir… de esto y más, hablaremos en esta columna.

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