Trabajo, ingreso y desigualdad

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT)  el salario es un componente fundamental de las condiciones de trabajo y empleo en las empresas; el organismo considera que a la par debe verse como un costo para los empleadores y la principal fuente de ingresos para los trabajadores, en evidencia esta situación puede acarrear en sí misma conflictos, por lo que se vuelve un eje dentro de las negociaciones colectivas en todo el mundo.

La OIT subraya que en el trabajo pueden generarse discriminaciones y privaciones siempre que no se garantice ese nivel mínimo de vida considerado como digno. El tema central está en esa base de lo “mínimo”, lo “básico” o lo “necesario” para que una persona y su familia puedan vivir con dignidad, en el marco de un trabajo decente que contenga a su vez factores cruciales como lo es la seguridad social; y el tema está también en que ese mínimo es sólo para algunos, pues los sectores más vulnerables no tienen acceso al salario igual por trabajo igual, ni acceso a la seguridad social, son los casos de las mujeres, los migrantes y los informales por sólo citar tres casos.

Desde la economía, los salarios son parte fundamental de los costos laborales y permiten generar competencia entre las empresas, lo que desde diferentes corrientes teóricas de la economía se convierte en algo positivo pues va contra los monopolios, permite la reducción de costos y ayuda a mejorar los productos que se ofrecen. La cuestión es que cuando se vincula salario e ingreso, por quintiles de la población, porque ahí  es posible darse cuenta de los problemas que se tienen en materia de distribución del ingreso o en otros términos de la riqueza.

De acuerdo con el Informe GINI que calcula la desigualdad por regiones se observa que América Latina es una de las zonas con mayores desigualdades en el mundo: el 40% de la población con los ingresos más bajos capta en promedio el 15% del total del ingreso, mientras que el 10% de la población situado en el extremo superior posee un tercio del ingreso total. El ingreso medio del quintil más rico supera en 18.3 veces al del quintil más pobre.  Esta forma de medir el ingreso muestra una evidente desigualdad en los polos, por un lado los de mayores ingresos se quedan con la tercera parte del ingreso total de la región y sólo son el 10 por ciento de la población; mientras tanto, entre el cuarenta por ciento de las personas se distribuye el 15 por ciento del ingreso. Asimismo, es necesario señalar que dentro de ese diez por ciento de mayor ingreso este índice sitúa a una franja de altos ingresos que en realidad no poseen una riqueza mayor acumulada, de ese modo es posible apreciar que en realidad la franja de la población que concentra más del 25 por ciento de la riqueza producida no excede el cinco por ciento y eso en el mejor de los casos, si se analizan esta cifras por país el cuadro es todavía más complejo.

Si se considera el “Informe Mundial sobre Salarios 2014-2015. Salarios y desigualdad de ingresos” donde se presentaron las últimas tendencias sobre el salario medio así como un análisis de su papel en las desigualdades, destaca un apartado sobre la disparidad de género, donde se indica que si bien existen elementos que forman parte de la desigualdad global y que pueden explicarse apuntando a factores generales de la economía como son la rentabilidad de la educación, existen otros factores específicos para los grupos ubicados en el extremo inferior de la distribución salarial.

Estos grupos específicos, son poblaciones entre las que se encuentran las mujeres, los trabajadores migrantes y los trabajadores de la economía informal, por indicar los más representativos, que sufren situaciones desfavorecidas o son objeto de discriminación en el mercado laboral. Las políticas públicas para estos sectores requieren medidas especiales justo para tratar de subsanar las desigualdades que se crean. En otros términos, a las mujeres, a los migrantes y a los “informales” se les paga menos, se les explota más y se les tiene en un porcentaje significativo al margen de la seguridad social, estos factores contribuyen a la desigualdad en el ingreso y por tanto en el modo en que se configura la distribución de la riqueza.

En parte quizá esta es una de la razones por las que desde hace treinta años se multiplican los estudios que generan explicaciones sobre la disparidad salarial entre las mujeres y los hombres entre los que se encuentran los trabajos de Rubery, Grimshay y Figueiredo con su escrito“How to closet he gender pay gap in Europe. Towards the gender mainstreaming of pay policy”, en estos estudios algunos hallazgos encontrados recalcan seis causas posibles de estas diferencias, que a continuación se enlistan: 1) infravaloración del trabajo de la mujer, 2) las características del puesto de trabajo (por ejemplo, las posibilidades de sustitución entre los trabajadores; el valor del tiempo presencial, entre otras); 3) la segregación basada en el sexo, que canaliza a las mujeres hacia puestos de trabajo de bajo valor añadido; 4) la estructura salarial general de un país, en donde los mecanismos de fijación de los salarios pudieron haberse centrado en los trabajadores de sectores donde predominan los varones; 5) la percepción de la mujer como económicamente dependiente; y 6) la probabilidad de que las mujeres estén en sectores no organizados o que carezcan de representación en los sindicatos.

Al medir la disparidad salarial basada en la maternidad se determina la diferencia entre los salarios de “las madres” y “las no madres” en la mayoría de los estudios se define a estas últimas como mujeres sin hijos a cargo.  Los estudios disponibles parecen indicar que la tendencia de la disparidad basada en la maternidad es más elevada en los países en desarrollo que en los desarrollados. A nivel mundial, esta disparidad aumenta en función de la cantidad de hijos de una mujer; en los países en desarrollo hay datos que indican que el sexo de la criatura puede tener peso, pues, frente a los varones, las hijas tienen más posibilidades de ayudar en las tareas domésticas y de asistencia, y, por consiguiente, la disparidad basada en la maternidad se reduce.

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Entre las causas de este tipo de disparidad pueden indicarse: 1) en sus decisiones en materia de contratación y promoción, los empleadores pueden estar condicionados por presunciones estereotipadas sobre la carga que representa la familia sobre el tiempo y la energía de la madre, 2) la insuficiente disponibilidad y asequibilidad de guarderías y 3) las ocupación y empleos donde predominan las mujeres suelen tener menor retribución que aquellas con predominio masculino. Entre las soluciones que presenta esta desigualdad se comenta que debe darse una licencia parental de suficiente duración y con protección del empleo, contar con disponibilidad de servicios de guardería asequibles y de calidad, la prevención y erradicación de la discriminación basada en la maternidad y el derecho a un horario de trabajo flexible y regulado.

Estas tendencias se presentan a nivel global, regional y por país, México no escapa a esta situación, primero de desigualdad en la concentración del ingreso, segundo sobre lo que se considera debe ser un salario o ingreso necesario para que una persona y su familia puedan vivir, y tercero a las desigualdades en el acceso al salario debido a la migración, a la informalidad o bien el hecho de ser mujer. Es fundamental trabajar con nuestras leyes laborales en la práctica concreta para evitar toda forma de desigualad en el acceso al ingreso, y hacerlo con base en una ética de responsabilidad en cada sector de la economía, debemos asumir que las personas que trabajan tienen derechos que debemos proteger todas y todos, y en especial debemos recordar que incumplir esos derechos hace a nuestra sociedad desigual, injusta, y plena de contradicciones.

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