Aprueban en EEUU el nuevo paquete fiscal de Trump que establece impuesto a remesas y favorece a millonarios

Justo a tiempo para la celebración del 4 de julio, Donald Trump se anota un triunfo político con su llamado “Gran y Hermoso Proyecto de Ley”, aprobado en el Congreso tras una votación ajustada (218-214). Más que una reforma fiscal, el plan es una declaración ideológica que retoma lo peor de la doctrina trickle-down: menos impuestos para los ricos, menos apoyos para los pobres y un incremento histórico en el déficit que, paradójicamente, sus promotores aseguran que aliviará la economía “como un cohete”.
Aunque se viste con retórica populista y gestos simbólicos como la exención de impuestos a propinas o mayores deducciones para adultos mayores, el paquete consolidado favorece abrumadoramente a las élites económicas. Según el Budget Lab de Yale, el 0.1 % más rico del país verá un aumento promedio de más de 100 mil dólares anuales en sus ingresos tras impuestos. Mientras tanto, la quinta parte más pobre perderá cerca de 700 dólares al año, al sumarse recortes a Medicaid, SNAP y créditos fiscales para seguros médicos.
Entre los “beneficiados” están sectores históricamente aliados del trumpismo: contratistas de defensa, petroleras, fabricantes tradicionales y capital privado. Por el contrario, el plan castiga a inmigrantes —con un impuesto del 1% a remesas en efectivo—, usuarios de energía limpia, universidades de élite, e incluso jugadores profesionales, en un intento por ajustar cuentas con opositores ideológicos y consolidar lealtades.
Uno de los puntos más controversiales es el impuesto del 1% a las remesas. Aunque limitado a envíos en efectivo, el impacto real será simbólico y político: un golpe directo a los migrantes, al tiempo que México —a través de Sheinbaum— promete reembolsarlo, en un gesto inédito que ilustra lo absurdo de la medida y su potencial uso como arma diplomática.
Trump no solo empujó el proyecto en redes y eventos, sino que presionó directamente a legisladores indecisos, organizando reuniones privadas y llamadas. Dos republicanos votaron en contra, preocupados por el impacto en la deuda nacional y el medio ambiente. Aun así, la bancada celebró la aprobación con cánticos de “U.S.A.”, marcando un cierre teatral digno del propio Trump.
Del lado demócrata, la resistencia fue intensa pero insuficiente. Hakeem Jeffries habló por más de 8 horas en un esfuerzo por bloquear la votación, mientras Joe Biden calificó el paquete de “cruel” y denunció su impacto regresivo. Jeffries lo resumió como una “abominación repugnante” que beneficia a los ricos a costa de millones de estadounidenses vulnerables.
La narrativa oficial es que este proyecto es una “base de la nueva Edad Dorada de EEUU”, según Mike Johnson. Pero más que una edad dorada, la iniciativa parece apuntar a un regreso a la desigualdad sistematizada, en donde el Estado se vuelve un gestor del privilegio. La Oficina de Presupuesto del Congreso calcula que la ley costará entre 4 y 5 billones de dólares en ingresos fiscales perdidos en la próxima década, mientras la deuda nacional —ya en 36.2 billones de dólares— crecerá al menos 3 billones más.
El “Gran y Hermoso Proyecto” ofrece una postal clara del trumpismo en su segunda vuelta: nacionalismo económico, populismo fiscal, castigos simbólicos a opositores y la consolidación del poder económico de sus aliados. No es un cohete. Es una catapulta regresiva, impulsada con retórica patriotera y combustible de clase.