Amazon vs Trump: la batalla por los aranceles revela el costo real para los consumidores

En plena escalada de su guerra comercial, la administración de Donald Trump ha encontrado un nuevo blanco: Amazon. La fricción surgió tras un reporte del medio Punchbowl News que aseguraba que la plataforma planeaba mostrar, junto a sus productos, el desglose del incremento de precios atribuible a los nuevos aranceles impuestos por el presidente. La respuesta de la Casa Blanca fue inmediata y agresiva: tachó la medida de “acto hostil y político”.

Karoline Leavitt, secretaria de prensa del gobierno, acusó a Amazon de tener intenciones políticas, sugiriendo que la empresa quería culpar al presidente directamente del aumento de precios. En una conferencia acompañada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, Leavitt incluso exhibió titulares de años anteriores donde se vinculaba a Amazon con medios oficiales del gobierno chino, en un intento de reforzar la narrativa de deslealtad. El argumento, sin embargo, se diluye al considerar que la inflación durante la presidencia de Joe Biden —que Leavitt usó como comparación— no fue producto de decisiones arancelarias.

Amazon respondió rápidamente. La empresa negó que fuera a implementar la medida en su sitio principal y explicó que la discusión sobre mostrar cargos de importación se había limitado a su plataforma secundaria Amazon Haul, que compite directamente con minoristas chinos como Temu y Shein. Esta última ya muestra tarifas de importación en sus productos ante el fin de la exención de minimis, que permitía importar productos menores a 800 dólares sin pagar aranceles. Según Amazon, la propuesta no fue aprobada y “nunca fue una consideración seria”.

Más allá del rifirrafe público, la reacción de la administración Trump revela una sensibilidad política particular: se promueve el uso de aranceles como símbolo de fuerza económica, pero se busca ocultar sus efectos más tangibles en el bolsillo del consumidor. Mostrar los costos arancelarios en las plataformas de e-commerce habría evidenciado que los impuestos no afectan a China, como repite el discurso oficial, sino a los propios estadounidenses. En lugar de asumir el impacto, la Casa Blanca optó por descalificar a quien se atreviera a transparentarlo.

El fondo del conflicto parece más táctico que económico. Trump, consciente de que las consecuencias de su política comercial comienzan a hacerse visibles —con récord en importaciones, caída del consumo, expectativas inflacionarias al alza y empresas como UPS anunciando recortes de hasta 20 mil empleos debido a la caída de actividad con Amazon—, ha optado por el control del relato antes que por la rectificación de medidas. No obstante, ese control tambalea: el propio secretario del Tesoro admitió que algunos aranceles, como los del 145% a productos chinos, son insostenibles.

Mientras tanto, la administración ha comenzado a retroceder parcialmente: Trump anunció una reducción de aranceles a componentes del sector automotriz, una decisión que será retroactiva y busca paliar el daño económico creciente. Aún así, el ambiente empresarial está marcado por la incertidumbre. Varias compañías han reducido sus expectativas de ingresos, y el crecimiento del PIB de EE. UU. podría frenarse significativamente en el primer trimestre de 2025.

El caso Amazon simboliza un dilema mayor: ¿qué pasa cuando las grandes empresas optan por la transparencia frente a políticas públicas impopulares? En un entorno de tensiones crecientes, esa transparencia puede ser interpretada como un desafío político. Bezos, pese a sus gestos de acercamiento a Trump —desde la donación de un millón al fondo inaugural hasta ajustes editoriales en el Washington Post— no logró esquivar el golpe. Tras una llamada directa del presidente, la empresa corrigió el rumbo. Trump lo celebró: “Lo arregló muy rápido. Es un buen tipo”.

El mensaje es claro: en la economía del miedo, hasta los gigantes se doblan. Y mientras tanto, los consumidores, con menos información y más impuestos, siguen pagando la factura.

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