Trump insiste en comprar Groenlandia “De una forma u otra”, Groenlandia responde: “No estamos en venta”

Donald Trump ha vuelto a la carga con una de sus obsesiones más llamativas: la adquisición de Groenlandia. Como si de una oferta inmobiliaria se tratara, el presidente estadounidense reiteró ante el Congreso su intención de hacerse con la isla ártica, asegurando que su administración está explorando todas las opciones para integrarla a Estados Unidos. Y cuando dice “todas las opciones”, parece referirse a cualquier método que lo acerque a su objetivo, desde la persuasión hasta, quizás, medidas un poco más “contundentes”.
“Creo que lo vamos a conseguir. De una forma u otra, lo vamos a conseguir”, declaró Trump en su discurso, con la misma confianza con la que alguien afirma que conseguirá un descuento en el supermercado. La justificación es la de siempre: seguridad nacional, prosperidad económica y, por supuesto, la promesa de “hacer ricos” a los groenlandeses, como si el simple hecho de pertenecer a la Unión Americana fuera un boleto dorado hacia la opulencia.
¿Quién dijo que el imperialismo estaba pasado de moda?
El mandatario no se quedó solo en la retórica de la seguridad nacional. También insistió en que su gobierno garantizará el derecho de los groenlandeses a decidir su futuro, aunque dejando claro que, si deciden unirse a Estados Unidos, serán bienvenidos con los brazos abiertos y los bolsillos llenos.
Para darle un toque de generosidad al asunto, Trump les prometió a los habitantes de la isla que su vida cambiará para mejor bajo la tutela estadounidense. “Los protegeremos, los haremos ricos y juntos llevaremos a Groenlandia a cosas que nunca antes imaginaron que fueran posibles”, afirmó. Palabras reconfortantes que, sin duda, contrastan con el hecho de que la isla ni siquiera está en venta y sus habitantes no parecen particularmente entusiasmados con la idea de convertirse en el estado número 51.
Groenlandia responde: “No estamos en venta”
Las declaraciones del magnate han encontrado una respuesta contundente por parte del Primer Ministro de Groenlandia, Múte Egede, quien no perdió tiempo en recordar al mundo que la isla no es una propiedad en el mercado inmobiliario. “Groenlandia es nuestra”, escribió en un mensaje en redes sociales, acompañado de una imagen con la bandera de su país. También dejó claro que su gente “no quiere ser ni danesa ni estadounidense” y que cualquier decisión sobre su futuro será tomada exclusivamente por los groenlandeses.
En la misma línea, el Ministro de Exteriores de Dinamarca, Lars Løkke Rasmussen, intentó mantener un tono más conciliador, asegurando que lo más importante es que Trump ha manifestado su respeto por la autodeterminación de Groenlandia. Una interpretación diplomática de un discurso que, para muchos, suena más a una presión disfrazada de cortesía.
Una obsesión de vieja data (y con intereses estratégicos)
La idea de Trump de adquirir Groenlandia no es nueva. Ya en su primer mandato, el expresidente mencionó la posibilidad de comprar la isla, generando desconcierto y burlas en la comunidad internacional. Pero más allá del tono extravagante de sus declaraciones, el interés de Washington por el territorio tiene bases estratégicas sólidas.
Groenlandia es un punto clave en el Ártico, una región cada vez más relevante por el deshielo y la apertura de nuevas rutas comerciales. Además, alberga una base militar estadounidense en Thule, lo que la convierte en un enclave de importancia para la seguridad de Norteamérica. Y no podemos olvidar su riqueza en minerales, incluyendo tierras raras fundamentales para la industria tecnológica y militar.
En otras palabras, la isla no solo es un bonito pedazo de hielo flotante, sino un recurso geopolítico y económico que Estados Unidos considera demasiado valioso como para ignorarlo.
Las elecciones en Groenlandia y el efecto Trump
Curiosamente, las recientes declaraciones del presidente estadounidense han tenido un efecto inesperado: avivaron el interés por la independencia total de Dinamarca. En el marco de las elecciones parlamentarias groenlandesas, el discurso de Trump ha despertado un sentimiento nacionalista que podría acelerar los debates sobre la autodeterminación.
Así que, si lo que Trump quería era convencer a los groenlandeses de unirse a su país, podría estar logrando justo lo contrario.
¿Qué sigue en este surrealista episodio?
Por ahora, Groenlandia sigue sin estar en venta y Dinamarca continúa ignorando la propuesta con elegancia. Pero si algo ha demostrado Trump a lo largo de los años es que no se rinde fácilmente. Quizás su siguiente paso sea lanzar una campaña publicitaria al estilo “Make Greenland Great Again”, o tal vez, en un giro aún más absurdo, decida organizar un referéndum entre los estadounidenses para preguntarles si quieren comprar la isla, sin importar lo que opinen los propios groenlandeses.
De momento, la situación nos deja con una pregunta clave: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar Trump para conseguir lo que quiere? Y lo más importante, ¿qué ocurrirá si los groenlandeses siguen diciendo que no?