La argentina, ¿un paciente crónico, cansado y sin esperanza?

La situación política y social argentina es grave y preocupante desde al menos 2010 se encuentra con indicadores macroeconómicos y sociales negativos que ningún gobierno, ni de la derecha o la izquierda han podido mejorar. Inflación, devaluación, pobreza y sueldos que no alcanzan y mala respuesta de los últimos gobiernos.

Generan un escenario electoral complejo donde la sensación es que argentina es un paciente crónico, que no encuentra un médico que le acerte con el tratamiento correcto. La ciudadanía argentina está cada día más cansada  y resignada porque no ve una solución de fondo, un modelo que lo resuelva. La medicina tradicional, los partidos políticos, lo han intentado desde ambos lados del espectro y ninguno ha logrado una mejora sustancial más allá de periódicos de estabilidad, y esto hace que terapias alternativas ganen fuerza. En este contexto es en el que se van a dar las elecciones presidenciales de este año. Hasta el momento el escenario nos presenta dos actores dominantes y un tercero incómodo.

Podríamos definir las principales coaliciones como la peronista, que es el Frente de Todos que hoy gobierna, y la no peronista, Juntos por el Cambio. También aparece un candidato emergente, Javier Milei, a quien algunos consideran con posibilidades reales. Es un fenómeno que, como realidad política, tiene dos años: si bien su partido ya había presentado un candidato a presidente en el 2019, Milei, como líder político, tiene apenas dos años desde las elecciones legislativas del 2021. Darlo como posible vencedor es un poco exagerado, pero, por como están las cosas, tampoco es descabellado.

Haciendo un poco de análisis electoral, podemos entender que en Argentina, desde el 2015, se volvió a la lógica bipartidista histórica que se había roto con la crisis del 2001. Por eso, desde el 2015 a la fecha las dos coaliciones concentraron siempre más del 80% de los votos; por ejemplo, en la elección presidencial del 2019 concentraron el 88% de la oferta electoral. Pero esta concentración de los votos mermó en el 2021  cuando sacaron el 75% a nivel nacional, y esto, de alguna manera, se interpreta como una crisis de las coaliciones. Otro fenómeno que hay que mirar es que la participación viene a la baja en las últimas elecciones, lo cual representa otro indicio importante a tener en cuenta.

Es más, el 2021 presentó la participación más baja desde el retorno de la democracia, siendo del 68% en las PASO y de 71% en las generales; igual, vale aclarar que esas elecciones ocurrieron aún en un contexto de COVID, por lo cual todavía no se sabe si era una tendencia o un fenómeno coyuntural. Algunas elecciones provinciales vienen confirmando este fenómeno como el caso de Tierra del Fuego donde el voto en blanco tuvo mayor porcentaje que la fuerza que salió segunda.

En conclusión, los números muestran que hay cierto cansancio con respecto a las principales coaliciones y a la política en general y de ahí que algunos concluyan que podría salir un candidato emergente o “outsider”. No obstante, el camino es largo e, históricamente, las elecciones presidenciales son muy diferentes a las legislativas, por lo cual sería prudente esperar antes de presagiar un batacazo.

Según la opinión pública, más allá de los números, lo de Milei es un fenómeno en crecimiento. Sin embargo, el hecho es que en las elecciones provinciales ninguno de sus candidatos ha logrado superar el 20% tan es así el desgaste que la ha generado que ha decidido no apoyar nuevos candidatos en las elecciones locales. Como me dijo hace poco un colega, “¿desde cuándo volviste a creer en las encuestas?” y es verdad que las encuestas últimamente no tienen la misma credibilidad que antes, ni en argentina ni en el mundo vienen acertando los resultados. Las encuestas muestran un crecimiento del candidato Liberal, pero hay que tener en cuenta que hoy Milei es el único que está abocado 100% a la campaña.

Las coaliciones, por el carácter de su composición, están en un proceso normal pero desgastante ante la opinión pública de decidir quiénes serán sus candidatos y, ante este escenario, obviamente, quien va a crecer es el espacio que no tiene que pasar por ese proceso de selección interna de candidatos.

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Más allá del fenómeno político creo que es importante analizar la sociedad argentina, un país que se vive hace al menos diez años con una inflación que no podemos controlar, con cepo al dólar y con la pobreza que cada año rompe nuevos récords. Ante todo esto, hábilmente se creó la polarización de la sociedad, que fue lo que permitió una vuelta al bicoalicionismo. Este fenómeno de la polarización, sumado a un contexto económico negativo, tuvo consecuencias trágicas a nivel político.

A partir de aquí nació el carnaval de “Ah pero”, donde echarle la culpa al otro espacio y no hacerse cargo de los errores les alcanzaba ganar elecciones. En el contexto de este fenómeno fue que el discurso anti-casta de Milei comenzó a calar en la sociedad; este es el fenómeno que debemos analizar más allá del fenómeno electoral, que por el momento es incierto. 

Su aparición en la escena ha sido un cachetazo para estos políticos acostumbrados a justificarse culpando al otro. Ahora se convierten todos en un nosotros siendo la gente que es y siempre será el único nosotros válido.

Los principales políticos de ambos espacios, Cristina y Macri, tienen un piso alto de seguidores y de votos, pero un techo bajo a causa de sus detractores que jamás los votarían. Macri ya se bajó de la candidatura y de Cristina aún no se sabe, pero, claramente, la estrategía de polarizar ya no les funciona; de lo contrario, no dudaron en presentarse.

Es aquí donde debemos poner el foco en el fin de una narrativa política, el de la grieta y la polarización de la sociedad. La polarización que fue construida desde el Kirchnerismo y mantenida por el Macrismo, que, sumado a los malos resultados económicos del país, terminaron siendo un callejón sin salida para quienes lo fomentaron.

Dejando a la Argentina como a ese paciente crónico al que ningún médico le encuentra un tratamiento efectivo y ya busca cualquier tratamiento que le alivie, aunque sea meramente psicológico, Milei ofrece consuelo espiritual, sin importar si puede curar al paciente, pero el ya esta harto y muy cansado de la medicina tradicional, si el médico no lo va a curar por lo menos que no lo jodan y he aquí la complejidad real del fenómeno Milei. Ya ningún votante quiere soluciones reales, no quiere diagnósticos realistas, ni tratamientos arduos y difíciles, solo promesas que le endulcen el oído.

Más allá del resultado electoral de Milei lo más relevante de su irrupción ha sido el hecho de correr la agenda, mover la discusión a un lugar donde ninguna de las coaliciones esté cómoda y convertir a cualquier propuesta moderada poco atractiva para esta Argentina convaleciente y cansada de que no acierten en su tratamiento.  

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