“Acá no veo en ningún muro el #NiUnaMenos”: Mujeres del Estado de México invitan a descentralizar la protesta

Compartimos carta de CAFEM, asociación de Mujeres de la Periferia (de la CDMX), difundida originalmente en Medium acerca de las movilizaciones que vienen para el #24N:


“Abajo el patriarcado se va a caer, se va a caer” es lo que escucho mientras consulto la hora y veo que ya son las 7:00 pm y ya está por oscurecer. Me alejo del contingente y yo dirijo al metro mientras pienso en que me gustaría quedarme un poco más, compartiendo mi rabia y mi llanto con todas esas mujeres a las que, tal vez, solo he visto una vez pero por las que quemaría todo si les arrebatan la vida.

No escuchó todos los pronunciamientos, pero se hizo tarde y tengo que volver al Estado de México, sí, ese temible Estado de México donde encontramos diariamente a las mujeres que fueron víctimas de feminicidios. Entro al metro y aún veo algunos pañuelos verdes de las chicas que, como yo, decidieron salir antes del término de la marcha para no volver a ser tan tarde a su casa. Camino hasta el final del andén, hacia el vagón de mujeres, porque ni loca me atrevería a volver a meterme en uno mixto. No, no quiero que me vuelvas a subir el vestido como cuando tenía 16, ni que disimule mientras intenta alcanzar mi pierna. No eso no.

Abordo el vagón y rápidamente coincidiendo con chicas que portan su pañuelo; cuando me encuentro con la mirada de alguna de ellas, me sonríe, sabemos lo que vamos a tirar y eso me tranquiliza por un instante hasta que dejo de verla. No vamos ni a la mitad de la línea y ya no veo más pañuelos verdes, ya no me cruzo con la mirada de alguna de ellas.

Transbordo y, mientras camino, a lo lejos observo a otra chica con un pañuelo igual que el mío y yo alivia un poco, pero no dejo de prestarle atención al señor que camina cerca de mí desnudándome con la mirada. Opto por apresurar el paso (¿acaso me queda otra opción?) Y pierdo a la chica entre la multitud.

Por fin, llego al andén que me acercará a mi casa y, otra vez, camino al vagón de mujeres no sin antes pasar por al menos otras diez miradas como las del otro señor. Entro a duras penas, pues a esta hora todas regresamos del trabajo, de la escuela, de la marcha. Todas han dejado la gran Ciudad de México y volvemos a nuestras casas, aquí en el estado.

Recorro otras diez estaciones del metro y yo salgo del andén, comienzo a caminar y recuerdo que ya estoy más expuesta, que aquí el miedo se me encarna hasta por portar mi pañuelo así que lo guardo y yo dirijo a la salida.

Afuera ya está oscuro, los puestos ambulantes cerraron y la iluminación es menor; hay mucha gente para tomar la misma combinación que yo, esta demora al menos media hora en salir y yo llevo corto, ha estado haciendo un calor horrible y, pesar de ello, pienso en cómo pude ser tan descuidada y olvidar traer un pantalón o venir vestida diferente, porque aunque no debería ser así, esto ocasionará que al menos otros diez hombres me vean lascivamente, un par me diga algo y quizás alguno intente manosearme.

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Pasa la media hora y al fin voy arriba de la combinación, ya casi llego, solo son como otros cuarenta minutos y unas cuantas calles que recorren, ya es menos; saco mis audífonos y escucho música para relajarme un poco. No pasaron muchos minutos después cuando algo me inquieta: es la mirada del tipo que va frente a mí, me está viendo las piernas.

Intento ignorarlo aunque no puedo evitar ponerme la mochila encima, como si eso lograra alguna forma de desviar su mirada. Subo más el volumen pero veo que le dice algo al tipo de al lado y me alarmo, pauso la música para poder escuchar aunque no me quito los audífonos para que no se den cuenta.

Al fin estoy por llegar, paso mi pasaje: veinte pesos, ¿en serio? si solo fueron unos pocos kilómetros, pero en fin, es la única forma de llegar así que me resigno a pagar; bajo de la combinación y el tipo que me estaba viendo se baja detrás. Apresuro el paso mientras pienso en las calles que restan por atravesar, solo son cinco, pero la iluminación, ¿qué iluminación? Si aquí pareciera que eso no existe.

Acelero mi caminar para que no me alcance, mi corazón palpita cada vez más rápido y comienzo a temblar. Todos esos datos estadísticos que leo con frecuencia en los periódicos, todas esas historias que se encuentran en redes sociales de mujeres a las que encontramos muertas aquí, a unas calles, comienzan a inflarse en mi cabeza.

Quizá encuentre una patrulla antes aunque, como son las cosas, eso depende más de mi suerte. Veo una a lo lejos acercarse y pienso en que con eso quizás estoy un poco más a salvo, pero baja la velocidad al pasar cerca de mí y el policía que viene adentro me chifla y me grita algo. Es claro: ellos están de su lado. Ellos no me cuidan, no puedo confiar en nadie, ya no veo más pañuelos, aquí nunca encuentro a alguien que lo porte con la que pueda sonreír con una secreta complicidad y no es porque en el estado no existamos feministas pero aqui es mas dificil manifestarnos , aqui no sabes quienes somos, estamos casi ocultas, asi que aquí solo estoy yo, el tipo que me viene siguiendo y el policía que acaba de chiflarme.

Aunque camine, no veo en ningún muro el “Ni una menos”, estas calles nunca han escuchado que no somos “Ni del Estado, ni de la iglesia, ni del marido, ni del patrón”, aquí tengo que caminar más de prisa, tengo que correr y voltear cada veinte segundos para asegurarme que estoy lejos de él, porque no sé si me va a hacer algo o solo vive cerca de mí; yo no sé si va a matarme o solo estoy pasando por ahí. Nadie me ayudaría, sé que estoy sola.

El Estado de México es la entidad federativa con más municipios con alerta de género, estando 10 de ellos en la lista de los cien municipios con más feminicidios, de los cuales Ecatepec, Ixtapaluca, Toluca, Nezahualcoyotl, Cuautitlán Izcalli, Chimalhuacán y Valle de Chalco tienen doble alerta de género.

Nosotras salimos de este infierno algunas horas al día para poder estudiar o trabajar, a veces para ambas cosas, atravesamos la ciudad para llegar a donde nos espera nuestra familia, mandando mensajes cada 30 minutos para avisar que seguimos con vida, queramos o no esta es nuestra casa, donde están las personas que amamos, nosotras no podemos irnos, pero podemos cambiarlo, este lugar tiene que cambiar, tenemos que normalizar lo que ya está aceptado en la Ciudad de México, porque los derechos que hoy son suyos nosotras les ayudamos a pelearlos y conseguirlos, por eso hoy les pedimos que marchen con nosotras, en estas calles que no han sido incendiadas, por eso hoy como CAFEM (mujeres organizadas del Estado de México):

Convocamos a todas las colectivas, mujeres organizadas o cualquier mujer que quiera participar y acuerpar con nosotras la periferia, un gritar a este estado feminicida por las que ya no están y por las que seguimos aquí.

Este Domingo 24 de noviembre en el marco del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer y en pro de la descentralización de la protesta feminista en México.

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