Miranda Guerrero #VocesVioletas

Miranda Guerrero nació en el año 1993. Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la UAM-Iztapalapa. Es narradora, poeta y también se dedica a la elaboración de collages. Actualmente es redactora en Pijamasurf y Más de Mx.
A continuación presentamos fragmentos del poemario El demone de Cimpiano


I.

 

El mal sólo es un ocio y lo abandonaron en Cimpiano. Allí, muy pocos conocen a Dios en persona, pero al diablo sí. Los niños le llamaban el demone.

 

 

—Yo sólo lo conocí como padre.


II.

 

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Mi historia no puede contarse sin mi madre, quien un día después de su boda, los campesinos juraron verla. Corría desnuda bajo un sol de plata sobre sus pechos y una media luna incrustada entre sus costillas. Ese amanecer, los campos de trigo vieron por primera vez la crueldad de sus hombres, o al menos sólo uno. Las manos de la blanca, así empezaron a decirle, ocultaban la sangre que espolvoreaba sus muslos y bajo vientre. De las pocas palabras que dijo, el nombre de mi padre y la muerte eran las únicas que se escucharon.  Su rumor pronto recorrió el pueblo y las viejas cerraron las ventanas y puertas, con temor que el demone ahora viniera por sus hijas. Esa noche, ninguna mujer de Cimpiano se atrevió a dormir en su cama.


III.

 

Mi madre descubrió que estaba embarazada, mientras el demone jugaba a que era un gato de siete vidas. Hasta ahora sólo había consumido cinco. La sexta fue cuando, mi madre en esa noche de piel y grito, descubrió su vientre en contorsión ¿Por qué no me matas? susurró, antes de que sintiera su cuerpo quebrarse y los higos de mi padre se derramaran  en sus nalgas.

 

 


IV.

 

 

Algunas advertencias del demone:

El demone tiene cara de niño, pero sus ojos se dilatan con la sangre. Prueba de ello es ponerlo en un orfanato. Las monjas no querrán darle de pecho, pero si se abandona en un bosque, habrá una perra dispuesto a destetarlo.

 



V.

La primera vez que nací tenía una estrella en la punta de la frente. Era puntiaguda y sanguinolenta. Mamá buscó en mí algún indicio de las patas de chivo. Sólo encontró mi pene con el prepucio erizado. Madre agarró un cuchillo de la cocina y peló las venas de mi miembro. Luego las puso a la lumbre, del fuego salieron dos aureolas de sangre. Estaba Condenado.

 


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