Desaparecer en la “Ciudad Segura”, las instituciones con los brazos cruzados

Armando Icelo Rojo de 66 años salió de su casa en Coyoacán el pasado 2 de septiembre a las 6: 00 A.M, fue a la central de abastos de la Ciudad de México, donde desde hace unos años trabajaba haciendo fletes con una camioneta blanca.

Esa mañana las cámaras C4 registraron su trayecto, lo grabaron cargando gasolina y entrando por la caseta No.7 de la central. Ahí recogió una carga.

Armando no regresó a casa.

Su familia reportó de inmediato su desaparición en el Centro de Atención a Personas Extraviadas y Ausentes, pero al igual que en muchos otros casos, la ayuda que obtuvieron fue ineficiente.

El director del Centro, José Antonio Ferrer Álvarez, respondió con la imposibilidad de la institución para obtener la sábana de llamadas para geolocalizar el teléfono de Armando y la investigación por parte de Capea ha sido casi nula.

Su familia a activado todas sus redes y recursos para encontrar a Armando. En un mes se convirtieron en investigadoras, llenando los vacíos de instituciones pasivas, que no entregan resultados. Liliana Icelo, su hija, logró localizar la última ubicación del teléfono de su padre: Chalco, en el Estado de México.

Semanas después logró sobrevolar el área con un dron que obtuvo con sus recursos, encontró un baldío donde un grupo de personas se encontraban desarmando autos de dudosa procedencia.

Ni la camioneta (placas 529YUF), ni más pistas sobre el paradero de Armando han sido obtenidas hasta ahora, pero su familia no pierde la esperanza. Aunque en palabras de Liliana, “para el gobierno la desaparición no es un delito”, la búsqueda de Armando seguirá hasta encontrarlo.

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