¿Qué pasa en La Jornada? La versión de Blanche Pietrich y Josetxo Zaldúa

En días recientes se ha vuelto público un conflicto interno del diario capitalino La Jornada, culminando en una serie de notas acerca de una huelga realizada por trabajadores sindicalizados.

El editor Josetxo Zaldúa Lasa aclaró en Proceso que el diario seguirá imprimiéndose y generando información para su sitio web y redes sociales, además de comentar que “nadie paga como La Jornada” que “la vaca no da para más”.

Zaldúa Lasa pintó una imagen terrorífica de ambiente en las instalaciones del medio laurado medio de comunicación:

Luego de reafirmar que el diario seguirá en circulación, el coordinador general de edición refiere que los trabajadores sindicalizados impiden la salida de los casi 100 personas que permanecen desde ayer dentro de las instalaciones del periódico en la avenida Cuauhtémoc casi esquina con San Lorenzo.

“Hay compañeras que tienen hijos pequeños que requieren de su atención. Intentamos convencer a los sindicalizados que las dejaran salir, que aquí nos quedábamos unos pocos, pero no quisieron. Están cerrados a cualquier acuerdo en ese sentido”, lamentó.

La dirección de La Jornada pretendía el viernes 30 de Junio de 2016, declarar inexistente la huelga debido que el 60% de los trabajadores miembros del sindicato no ratificaron el estallido de la misma. Hoy domingo habrá una reunión en la Junta de Conciliación.

El problema radica en una reducción de prestaciones que supuestamente la administración ha demostrado necesaria para que siga la empresa en pie. El sindicato, está en desacuerdo. Y así se explica en el sitio web de La Jornada:

Con el propósito de evitar despidos masivos y reducciones propiamente salariales y en el afán de salvaguardar la fuente de trabajo, resultó ineludible suprimir aquellas prestaciones no estipuladas en la ley y que habían sido acordadas de manera bilateral por la empresa y el sindicato a lo largo de 30 años.

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Círcula entre cuentas de Facebook de colaboradores y redactores del periódico una carta con la versión de la reportera Blanche Pietrich:

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No es tan difícil comprender. Hace décadas fundamos este sindicato. Fue nuestra generación la que sentó las bases de un contrato colectivo de avanzada para su época, de la mano de una patronal, encabezada por Carlos Payán y Carmen Lira, que alentó la conquista de grandes de grandes beneficios ´para los jornaleros.
De este modo, el entorno laboral de La Jornada ha sido, por años, envidiable para otros medios de comunicación donde no hay ni sindicato, ni garantías de empleo, ni salarios dignos, mucho menos prestaciones extraordinarias. Sí, esos medios que ahora se escandalizan por “el recorte del ingreso” en La Jornada.
Pero la industria de la prensa ha cambiado drásticamente. Las posibilidades de ingresos se redujeron con el auge del internet , la contracción de la economía y los recortes de las pautas publicitarias. Hace años discutimos internamente sobre la necesidad de ajustar el CCT a las posibilidades reales del diario para sobrevivir con finanzas sanas y un mínimo de garantías laborales para los trabajadores.
Hasta que tocamos fondo. Recortar las prestaciones extraordinarias –que en pocos casos, solo los de mayor antigüedad, representan realmente el 40 por ciento del ingreso—se tornó en la única posibilidad de evitar que el pago de nómina se comiera al periódico entero. Con documentos y números, los trabajadores fueron confrontados con esta realidad.

Pero la actual dirección sindical que encabeza Judith Calderón decidió dar la espalda a esta realidad. Con un discurso trasnochado y falsedades envenenó el ambiente interno del periódico. Alentó la polarización y pudo desacreditar la dura verdad de los números. Los aplausos interesados de afuera –Ciro Gómez Leyva entre otros—la envalentonaron.

Participé en alguna fase de las negociaciones con el sindicato. Doy fe de la sordera malintencionada de sus dirigentes.

¿Hay detrás una intención política de hacer naufragar a La Jornada, un periódico que muchos estarían felices de ver desaparecer? Imposible saberlo.

Más de medio año de golpeteo y manipulaciones dieron sus réditos. Un nutrido grupo de compañeros, entre ellos pocos periodistas, muchos trabajadores de nuevo ingreso, sin noción de lo que ha sido nuestra historia y nuestra lucha, optaron por la vía de la autodestrucción. Prestaciones extraordinarias o huelga. En nada ponderaron la garantía de mantener el empleo, de conservar el salario íntegro y seguir obteniendo las prestaciones de ley. Para ellos, mantener el beneficio de los vales para el supermercado no representó ningún valor. En ningún momento aceptaron mirar el panorama a su alrededor, donde los despidos sin derechos es la agenda diaria de la mayoría de los medios.

Prestaciones extraordinarias o huelga. Con esa mirada al abismo ayer pusieron los candados y las banderas rojinegras en nuestro periódico. Con un pequeño grupo de compañeros nos mantuvimos largas horas de lluvia y hostilidad pegados a la reja, como un gesto de apoyo a quienes se afanaban, adentro, para no faltar a la cita diaria con los lectores. Y desde ahí pude observar y sentir el resentimiento y la rabia.
Vi a muchos jóvenes experimentar la huelga como una aventura, un juego. ¿Silenciar La Jornada? ¡Qué importa! ¡Viva la huelga!

Vi a otros compañeros de más edad vivir su hora de la revancha, el momento del desahogo, el insulto, el aflorar del desprecio contra reporteros, fotógrafos, moneros y editores que cada día aportan al periódico esa dosis de verdad que nuestros lectores esperan leer en nuestras páginas. Escuché a viejos asesores sindicales de gremios que siempre recibieron solidaridad en La Jornada azuzar el ánimo de pelea.
A muchos no nos dejaron entrar al diario. A muchos otros los dejaron encerrados en el interior –dos candados en la reja, por si las dudas—durante más de 20 horas. Y a eso le llaman lucha. No puede haber afirmación más incongruente.

Amigos de La Jornada se han volcado en muestras de solidaridad. Pero otros –me ha dolido—mantienen su distancia. No quieren expresar en público su repudio a una huelga, por corrección política o qué se yo.
A final de cuentas, no creo que sea demasiado complicado entender. La empresa apuesta por la sobrevivencia de La Jornada, con todo lo que ello implica. Los huelguistas, por lo contrario, por su silencio.

Pietrich expone algunos puntos interesantes sobre la relación del sindicato con los directivos de La Jornada. Citamos algunos pasajes interesantes de su carta:

  • Sobre alguna razón externa para mermar al diario: ¿Hay detrás una intención política de hacer naufragar a La Jornada, un periódico que muchos estarían felices de ver desaparecer? Imposible saberlo.
  • Lo valioso de que La Jornada tenga un sindicato y la hipocresía de otros medios al reportar: El entorno laboral de La Jornada ha sido, por años, envidiable para otros medios de comunicación donde no hay ni sindicato, ni garantías de empleo, ni salarios dignos, mucho menos prestaciones extraordinarias. Sí, esos medios que ahora se escandalizan por “el recorte del ingreso” en La Jornada.
  • Pietrich  expone una decisión que provocaría afectaciones a la producción informativa:  Un nutrido grupo de compañeros, entre ellos pocos periodistas, muchos trabajadores de nuevo ingreso, sin noción de lo que ha sido nuestra historia y nuestra lucha, optaron por la vía de la autodestrucción.
  • Y sigue Pietrich:  En nada ponderaron la garantía de mantener el empleo, de conservar el salario íntegro y seguir obteniendo las prestaciones de ley. Para ellos, mantener el beneficio de los vales para el supermercado no representó ningún valor. En ningún momento aceptaron mirar el panorama a su alrededor, donde los despidos sin derechos es la agenda diaria de la mayoría de los medios.
  • Pone nombres a los responsables de la huega: La actual dirección sindical que encabeza Judith Calderón decidió dar la espalda a esta realidad. Con un discurso trasnochado y falsedades envenenó el ambiente interno del periódico. Alentó la polarización y pudo desacreditar la dura verdad de los números.


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