Sam Adonis, el luchador pro-Trump que está reviviendo el nacionalismo mexicano

Aceptemos, para fines de esta crónica, que el mundo es un cuadrilátero, donde algunos juegan el papel de villanos, otros de víctimas, y muy pocos, de héroes. Unos son rudos y otros técnicos. Unos usan máscara y otros se valen de su rostro como máscara. Las capas y las lentejuelas son cosa de privilegiados. En esencia, nuestra educación sentimental nos ha hecho creer que todos somos luchadores (a nuestra manera). Cada quién hace lo mejor que puede, pues nuestra vocación se sustenta en valores metafísicos más que estadísticos: los análisis demográficos han revelado que durante un minuto nacerán seis mexicanos, dos de ellxs serán luchadores profesionales, uno boxeador(a), y los otr@s tres ejercitarán sus cualidades en diferentes oficios, profesiones, pasatiempos y holgazanerías. Al terminar este texto se podrá llenar dos veces la Arena México. Para mantener este equilibrio demográfico no hace falta más que mezcal, y sin embargo, de un tiempo a la fecha las condiciones geopolíticas y económicas  son una cuestión del espíritu. Vale la pena ser mexicano gracias a Donald Trump.

Nosotros hemos resignificado los estereotipos de nuestra propia xenofobia

Esta cuestión filosófica debe tratarse frente al espejo: si el salvaje es rubio, nosotros hemos resignificado los estereotipos de nuestra propia xenofobia; la violencia, el machismo y el oprobio son defectos que hasta ahora habíamos canalizado mal. Nuestra realidad cotidiana es convulsa, pero la catarsis existe en la medida en que tenemos un enemigo común. Lo único malo es que ese enemigo no es una persona, sino el Diablo. Hace cincuenta años, circulaba un chiste entre la sociedad mexicana, “si has visto al diablo güero es porque te vas a morir en el desierto”. Ahora ese chiste es una realidad que nos hermana de tan dolorosa.

Trump es una experiencia más que un personaje. El efecto Trumpa su vez, designa la perturbación que ha provocado incertidumbre tanto en el terreno político como en el económico, si bien en donde más estragos ha causado es en el alma nacional, si tal cosa existe. Y pensándolo bien, existe, aunque se manifieste sólo en eventos que suceden algunos días a la semana, en la lucha libre.

Un buen embajador

Para Luis Videgaray la incertidumbre es un buen empleo. Acostumbrado a analizar la economía desde ángulos inimaginables, ha llevado el entusiasmo a niveles de preocupación nacional. Políticos como él han demostrado con regocijo que, por mucho que seas malo en algo, siempre tendrás una segunda oportunidad. Al recibir la enmienda de llevar nuestras relaciones diplomáticas con Estados Unidos a puerto seguro, confesó “sólo vine a aprender”. La frase, que se convirtió inmediatamente en un lema de esperanza, propuso un discurso de autoayuda que, sin lugar a dudas, fue motivacional al mismo tiempo que indignante. La sociedad mexicana se ha esforzado por combatir sus propios defectos, por ejemplo, el que rezuma del lema “a la viva México”, que ejemplifica un carácter tan oprobioso como propositivo: hacer las cosas tan al chingadazo que podrían salir bien.

En el terreno de la diplomacia deberías confiar menos en los políticos y más en otros actores del entretenimiento nacional, sobretodo de aquellos que sí viven del chingadazo. Por supuesto no hablo de los “artistas” de la televisión, quienes al perder los privilegios mediáticos de los que gozaban en el siglo XX, están dispuestos a todo; tampoco me refiero a las nuevas estrellasm llamadas influencers, youtubers, o blogueros. No, no. Se trata de los luchadores, ese oficio que en los últimos años ha cobrado más relevancia y prestigio que el alcanzado durante la mitad del siglo XX, cuando El Santo era el único capaz de salvaguardar la integridad de nuestro país, y por extensión, de la galaxia.

En el gremio de los costalazos, existe un luchador que ha alcanzado la fama gracias al interés que ha depositado en fortalecer las relaciones entre su país y el nuestro: Sam Adonis, el rubio fantástico.

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Foto: Annick Donkers

El rudo de las chicas

El mundo tiene dueño, aunque los empresarios se peleen por él, y pertenece a los  excéntricos; la personalidad mata, arrebata y convence. Si los tiempos posmodernos nos enseñaron que las virtudes son un complemento de la apariencia física, Sam Adonis pregona en su nombre los méritos de su estilo.

Sam es casi un gentilicio para denominar a los norteamericanos, y Adonis, el amante semestral de Afrodita y de Perséfone. Juntas éstas categorías del carisma representan a un personaje que todos los mexicanos disfrutan ver sobre el cuadrilátero. Pero el deleite no está en su cualidades luchísticas sino en sus atributos emblemáticos: todos lo aman porque es el depositario del odio. A través de su figura, el pueblo mexicano puede desquitar toda su furia contra el gringo malo, el diablo güero, Donald Trump.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

Carlos Monsiváis en sus Rituales del caos dedica el siguiente análisis a la lucha libre: “un reducto popular donde se encienden y tienen cobijo pasiones inocultables; broncas en el ring donde los temperamentos superan a los vestuarios; pasión gutural y visceral por los ‘rudos’ y admiración dubitativa por los ‘científicos’…” En la lucha libre la catarsis es el fundamento de todo, y sin ésta, es decir, sin la participación del público en cada combate, los luchadores tendrían poco o nada que hacer. Cada luchador porta en su personaje los atributos que harán del público una tormenta de pasiones, odios, venganzas, amores e ilusiones.

En la lucha libre la catarsis es el fundamento de todo
De algún tiempo a la fecha, en las arenas de lucha libre, el ser humano ha mostrado su simpatía por los rudos. Esta simpatía, contagiada quizá por nuestra tradición telenovelesca, pone en evidencia que los rufianes son la sal y la pimienta de toda obra. En México, los villanos juegan un papel importante, son ellos quienes a través de su actitudes desbordan un odio  honesto que libera a todo aquel que pisa una arena de lucha libre. “¿Qué odio inmisericorde no anhelaría el desahogo de unas patadas voladoras?”, pregunta Monsiváis.

A las damas les gustan los rudos, y a los caballeros también. Quien se ufane de ser amante de los técnicos será acribillado por una andanada de rechiflas, porque quien le va al bando de la maldad sabe que el desahogo nunca es una perversión, y que en el mundo real, la violencia sólo puede ser canalizada sobre un ring y alrededor de él.

Foto: Annick Donkers

Una cosa es segura, “la lucha libre —afirma Monsiváis— es pantomima más eficiente que la pantomima dramática, porque, para mostrarse auténticos, los gestos del luchador no necesitan anécdotas, decorados, ni transferencia alguna”. Esto lo demuestra muy bien Sam Adonis, también conocido como el rudo de las chicas, que a sus 27 años de edad, ha llegado a México con la única convicción de convertirse en una estrella del pancracio. Y vaya que va por muy buen camino.

El nacionalismo nunca es obsoleto

“El nacionalismo es una ideología que se disfraza de cultura, Hemos tenido identidad nacional en demasía, exorbitante nacionalismo, revolución desmesurada, simbolismo sobrado”. Esto lo mencionó Roger Bartra, quien se dio cuenta que sobre un cuadrilátero, y alrededor de él, la exageración no es un límite sino una frontera. El siguiente territorio es la catarsis.

Foto: Annick Donkers

Sam Adonis ha desempolvado el alma de los mexicanos. Si el espíritu nacional se pervirtió durante décadas fue porque nunca habíamos tenido un villano que evidenciara nuestra condición de héroes, y hasta ahora sólo habíamos jugado el papel de víctimas. Siempre en pugna con Estados Unidos, nunca hasta hoy esta lucha ha sido tan fructífera. Somos, en gran medida, fanáticos de esta confrontación.

El odio hacia el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica mantiene los valores más profundos del ser mexicano en un estado de alerta. El espíritu que murió con la Revolución Mexicana, ha vuelto a revivir gracias al empresario norteamericano. Octavio Paz afirmó en su libro Posdata: “el mexicano no es una esencia sino una historia”. Aunque nuestra herencia no es una red de agujeros sino una cuadrilátero, nos gusta reconocernos en la experiencia del enfrentamiento. El mexicano como nadie ha hecho del boxeo una experiencia cotidiana y de la lucha libre una forma de vida. Es en este último deporte es donde todo la experiencia de la cultura mexicana se evidencia: las arenas de lucha libre existen para que el mexicano sea puro, aunque esta pureza no sea más que una ilusión. Ahí está todo el dolor y la alegría de una condición:  el ser mexicano es un estado de ánimo.

La lucha libre es el evento donde nosotros podemos estar satisfechos con nuestras virtudes y defectos. Apoyar a Donald Trump puede ser una gran oportunidad de éxito, aunque parece mentira, en la lucha libre. Esta posibilidad es una forma de vivir que rechaza las visiones reductoras o uniformes de la vida.


“A mí gustar enfurecer mexicanos”

La Entrevista

Foto: Annick Donkers

¿Cómo fue la infancia de Sam Adonis?

Cuando era niño yo sólo quería ser un luchador. Yo soy un gringo de Pittsburgh que gusta de la lucha libre mexicana. Mi papá es un promotor, mi hermano también es luchador, y por eso yo pude estudiar la lucha libre de todo el mundo, porque yo quiero ser un luchador famoso. Estar aquí es un sueño para mí todavía, luchar aquí es una forma de prestigio para mi carrera.

¿La lucha libre te cambió la vida?


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En el 94 recuerdo especialmente un evento de lucha libre en los Estados Unidos que cambió mi vida. Yo recuerdo ese estilo mexicano: los luchadores, las máscaras, la personalidad, el dramatismo y la velocidad. Por eso me gusta la lucha libre mexicana, porque yo quiero aprender todo eso.

Foto: Annick Donkers

¿Cuáles son los luchadores que admiras?

Me encanta el Perro Aguayo, Love Machine; me encantan los luchadores norteamericanos como Hulk Hogan, The Rock, Stone Cold, Steve Austin…también me gustan los luchadores de Japón como Takahashi. De niño siempre fui un nerd de la lucha libre.

¿Cómo llegaste a México?  

Yo recibí la invitación de un amigo, quien es luchador mexicano. Él luchaba conmigo en Inglaterra, y todo el tiempo me estaba diciendo, “tu estilo es perfecto para México: nosotros necesitamos un rudo extranjero americano”. Por eso yo vine. Aquí todos son muy buenos luchadores, pero yo tuve éxito desde la primera lucha porque tuve una gran conexión con la gente mexicana.

¿Qué piensas del público mexicano?

Me encanta vivir aquí y me gustan todos los luchadores mexicanos porque ellos son muy apasionados de la lucha. Incluso el público, ellos gritan más que los americanos. Por eso dos mil personas en la Arena México es más loco que veinte mil personas en una arena de los Estados Unidos.

Me encanta mi vida mexicana, tengo una novia mexicana y me gusta vivir con ella, me gusta la cultura y la gente, porque es muy amable conmigo. Yo quiero tener muchos años aquí, creo que puedo tener una vida muy feliz en México.

¿Si no hubieras sido luchador que otra cosa serías?

Para ellos soy un hombre caliente diferente de sólo un gringo.
Sólo me interesa la lucha libre, es lo más importante para mí. Me gustan cosas normales. Tengo suerte porque con la lucha libre tengo muchos viajes, y esto es una cosa importante para mí. Me encanta aprender de otras culturas.

Yo tengo mucha suerte porque a donde quiera que voy le caigo bien a la gente. Digamos que los estadounidenses no caen muy bien, pero conmigo es diferente porque al ser luchador, la gente muestra una simpatía distinta para mí. Para ellos soy un hombre caliente diferente de sólo un gringo.

Foto: Annick Donkers

¿Qué sentimientos tienes hacia tu propio país?

Me considero un patriota, me gusta la libertad de mi país y cuando veo otros países siempre tengo buenas opiniones de Estados Unidos.

¿Qué piensas de la relación del presidente Donald Trump con México?

Yo creo que todo se trata de mala información, y también se trata de lo que quiera leer la gente. Muchas cosas son malas y muchas cosas son buenas. La gente tiene una opinión de Donald Trump y también es cierto que la gente no quiere cambiar esa opinión. Él tiene muchas cosas buenas, pero la gente sólo quiere leer cosas malas. El problema es que la gente no quiere cambiar de opinión.

Foto: Annick Donkers
Foto: Annick Donkers

¿En qué momento decides adoptar el personaje de seguidor de Donald Trump?

El extranjero rudo es muy importante en la historia de la lucha libre: cuando Trump gana la presidencia yo pienso que mi personaje es necesario porque todo es más caliente. A la gente le encanta odiarme y a mí me gusta enfurecer a los mexicanos. Es el mejor trabajo del mundo.

El hombre caliente

La exaltación patriotera es un instinto, somos animales espectadores y nuestra verdadera esencia es el alarido, la mentada de madre y el jolgorio. Una cosa es segura, afirma Juan Villoro, la felicidad es nuestra principal costumbre. Beber cerveza es sólo un actividad paralela. Los mexicano somos así y por eso la lucha libre forma parte de nuestra cultura.

La idea de una identidad se ha vuelto completamente pasada de moda, sin embargo, basta presenciar la presentación de Sam Adonis en la Arena México para dudar de tal aseveración. Lo que verdaderamente distinguirá al mexicano es su arraigado y latente sentido del patrioterismo.

Si alguna vez usted siente que ha dejado de ser mexicano, o en el caso de los extranjeros, le gustaría experimentar por primera vez que es ser mexicano, le recomiendo que visite una arena de lucha libre.

La vida es un cuadrilátero

“Definirse a sí mismo es un ejercicio de comparación, México y Estados Unidos comparten la frontera más cruzada del mundo y en buena medida lo ‘mexicano’ sirve para distinguirnos de Gringolandia”, sentencia Juan Villoro. Siguiendo esta idea, podemos asegurar que los luchadores como Sam Adonis son el complemento necesario de un deporte en donde el equilibrio sólo está sustentado en la pasión.

La vida es un cuadrilátero, en donde cada llave, castigo o piquete de ojos demuestra el paradigma de la violencia ritualizada. Nacimos para usar una máscara (el rostro es una máscara) y quien pierda la primera caída tendrá una segunda oportunidad para el desmadre.

La narrativa visual

CRÉDITOS

Texto: José Manuel Vacah

Edición: César Alan Ruiz Galicia

Diseño web: Francisco Trejo

Fotografía original: Annick Donkers

Ilustración original: Jonathan Gil

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