Imponer y rezar

 

Como es habitual con  Enrique Peña Nieto, eligió de su pequeño equipo cercano y mandó al PRI a un burócrata que no tenía la mínima relación con esa organización, incluso dándole una bofetada de despedida a Manlio Fabio Beltrones, quien había pedido hacer cambios importantes en el tricolor para  que el partido tuviera cierta independencia del gobierno. Pues no, el presidente, sintiéndose general de tropa, utilizó la frase de los secretarios de la defensa: “El que manda si se equivoca, vuelve a mandar”.

Y es que en efecto, el 2018 será una guerra electoral sin precedente. Ello porque el PAN se ha reposicionado, a pesar de sus broncas  internas entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala; Rafael  Moreno Valle es un espantajo. Morena crece a paso redoblado, no importando que necesite una estructura más sólida y diversificada. El PRI, obviamente, contará con los recursos oficiales. Y la chiquillería ve con nerviosismo de qué lado irse para no perder sus negocios; hasta ahora no hay definiciones en este grupo, salvo el PVEM.

Enrique Ochoa Reza llega después de anunciar el alza  de la luz, algo que en la ciencia política es totalmente  absurdo. Pero es lógico que en un equipo de burócratas  que le tienen aversión a la teoría, lo anterior  no tiene la menor importancia (sic que recuerda a Arturo de Córdova).

Peña Nieto tiene, todavía, el poder que le posibilita hacer lo que le venga en gana. Aunque la asunción de Ochoa Reza evoca  la década de  los años sesenta del siglo pasado. Arropado por  el cascarón llamado CTM, exigido incluso en el acto de la desvencijada CNC y loado por el híbrido llamado CNOP.

Luego, vitoreado levemente en su presentación general en el PRI. Acto al que  no asistió uno solo de los  presidentes del aparatazo (sic que oye  risas de Manlio Fabio a  lo lejos y cómo se revuelcan en sus tumbas Reyes Heroles y otros), ni los jefes de las Cámaras de Diputados y Senadores, ni muchos de los aparatos estatales que más bien son caciques. El único que hizo un panegírico habitual fue Emilio Gamboa Patrón, quien recibe órdenes hasta de Kamel Nacif y reforma leyes  al gusto del Presidente de la República (sic mezclillero y recuerdos de la ley 3 de 3).  Un troglodita como Ulises Ruiz,  de Oaxaca,  abiertamente se rebeló.

Para Carlos Puig (Milenio, 11 de julio) es una “Extraña apuesta la de enfrentar la indignación y el descontento de las reformas- hoy en entredicho , o sin resultados- y la sobreexpuesta imagen de un Presidente con la aprobación más baja que se tenga memoria”. Es decir, una aventura nunca vista.

Seguramente  la iglesia en la que estuvo formado Peña Nieto en  su paso por  la Universidad Panamericana, ligada al  Opus Dei.

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El gran Helio Flores (El Universal, 11 de julio), dibuja un dedazo al que califica de “Rezar o llorar”, dos acciones que no tienen nada de político, más bien son parte  de un mundo divino. Seguramente  la iglesia en la que estuvo formado Peña Nieto en  su paso por  la Universidad Panamericana, ligada al  Opus Dei.

Por su parte, Raúl Trejo Delarbre (La Crónica, ídem), señala que hace años, en su tesis de doctorado en la Universidad de Columbia, Ochoa Reza criticaba el dedazo y llamaba a “crear contrapesos al poder desmedido el Ejecutivo”. También señalaba que el federalismo ayuda a la democracia y a una mejor distribución del ingreso en México, que es uno de los países más desiguales del mundo, ya que  incluso la mitad de la población vive con menos de cinco dólares al día (sic que no sabe sumar).

Siguiendo al maestro universitario Trejo, el actual dirigente tricolor estuvo contra las concertacesiones, la privatización de Telmex a Slim (el cual se enriqueció con esa medida) y pugnaba por mayor democracia. También discrepó con Manlio Fabio en muchas de sus reformas, aunque alentaba  un régimen parlamentario donde los secretario de gabinete- como él mismo- fueran nombrados por el Congreso e incluso tuviéramos  un primer ministro.

Claro, todo ello antes de ser beneficiario de personajes como María del Carmen Alanís- la magistrada del TEPJF- y de Luis Videgaray, como señala claramente Jenaro Villamil en un  largo artículo donde lo presenta de cuerpo entero: Enrique Ochoa o la lealtad extrema (Proceso, número 2071).

Estamos ante un nuevo caso de quien en la academia señala las fallas del sistema político mexicano, aunque en la vida real se pliega a los dictados de quienes ejercen el poder con  autoritarismo, sin guardar las formas y tratando de imponerse a como de lugar.

Ello ocurre, pues la  lucha por el 2018 está a todo lo que da. Tanto que incluso algunos articulistas, entre ellos Raymundo Rivapalacio (El Financiero, 12 de julio), señalan que Peña Nieto busca ganar como sea, y en dado caso de no poder hacerlo tenga posibilidad de con un opositor más cercano- el PAN, por ejemplo-  de cubrirse las espaldas por los casos de Ayotzinapa, Nochixtlán y la constante violación de los derechos humanos, asuntos que  seguramente se presentarán en diferentes organismo internacionales.

El temor real de los partidos que han estado en Los Pinos- PRI y PAN- es ver cómo  sube la  ola   a favor de Morena y López Obrador. En una reciente encuesta (El Universal, 11 de julio), de 2012 a 2016, dicha organización aumentó sus bonos de 3.3 por ciento a 20.2 por ciento en la Ciudad de México. En tanto el PRD ha caído en el mismo lapso de 40. 9 por ciento a 15.1 por ciento. De los tres morenistas apuntados  para la capital del país: Ricardo Monreal, Claudia Scheimbaum y Martí Batres, cualquiera superaría al sol azteca y al albiazul, mientras los demás prácticamente no cuentan.

Quizá por ello, Enrique Ochoa Reza insiste en elogiar las llamadas reformas estructurales que aprobaron las tres organizaciones partidarias.

Además, se sabe que el multimencionado dirigente estudio en Nueva York con Alejandro Murat, hijo de José del mismo apellido, muy cercano a Peña Nieto y organizador del Pacto por México.

Claro, el padre burocrático de Enrique Ochoa Reza es Luis Videgaray.

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