Nueve horas para entender el arte de nuestros días (9/9)

Dirigido por James Runcie (Lorna Pegram había fallecido años antes, en 1993), con una amplia experiencia en el mundo de los documentales (por ejemplo, dirigió el capítulo dedicado a Rembrandt de la apreciable serie The Power of Art de Simon Schama) El nuevo impacto de lo nuevo no pretende resumir las innovaciones artísticas de los veinticinco años previos, sino diagnosticar un problema (la especulación en el mundo del arte, definido por Hughes en sus memorias como, literalmente, un nido de escorpiones) y ofrecer alternativas concretas en la forma de cinco artistas determinados. En este sentido se trata de un planteamiento en positivo, ya que va más allá de la mera denuncia. Pero algunas afirmaciones efectuadas al principio del programa son provocaciones al más puro estilo de Hughes: proponer la construcción de la torre Eiffel como el inicio de la modernidad y la caída de las torres gemelas de Nueva York como su final resulta tentador como metáfora pero poco verosímil, o mantener que la comercialización del arte ha hecho desaparecer absolutamente el arte comprometido con su tiempo, substituido por un arte sensacionalista obsesionado con la gratificación instantánea (aunque sea innegable que la tendencia dominante es esa).

Hughes retoma sus invectivas contra los discípulos de Warhol, empezando por Jeff Koons. Con una novedad respecto a la serie original: ahora entrevista directamente a algunos artistas (Por cierto, Damien Hirst declinó la invitación). No es que Hughes se muestre agresivo con los artistas que no le gustan: al hablar con  Koons más bien se limita a poner cara de póquer y darle cuerda con algunas preguntas para que él mismo se ponga en evidencia (quizás explicar su propia obra no es su fuerte, o el contraste entre sus pretensiones y sus obras sea demasiado grande). Hughes reserva sus opiniones a la voz en off o a comentarios frente a las obras y evita la confrontación directa. A continuación pasa a hablar de artistas cuya obra propone un diálogo más pausado y sostenido en el tiempo con el espectador: Paula Rego, Anselm Kiefer, David Hockney, Lucien Freud y Sean Scully. Cada uno de ellos simboliza cualidades apreciadas por Hughes; el peso de la historia, los conflictos interiores, la belleza del paisaje… habla con Rego, Hockney y Scully, en breves diálogos. Y finaliza el programa con un alegato a favor del arte como respuesta a la necesidad de experimentar la belleza. Es la mejor secuencia del programa y cuenta además con unas imágenes memorables [1].

El Nuevo Impacto de lo Nuevo

Debemos comenzar este capítulo con la advertencia de que quizás “El impacto de lo nuevo” ya no tenga mucho interés para algunas personas, sin embargo, el público debe aprender a reconocer aún hoy en nuestros días si la obra de arte tiene un toque de “novedad” o si tiene algo fresco y vital que decir.

Hace más de 100 años la Torre Eiffel significó para el mundo la imagen de una nueva era, su estructura simbolizaba sin duda la energía y la confianza que el arte parecía ofrecer. 80 años después cuando se construyeron las Torres Gemelas en Nueva York la gente no pensó igual, pero en su burda confianza, las Torres representaban el emblema de una sociedad contenta consigo misma y con el mundo. El 10 de Septiembre del 2001, nada pudo habernos preparado para los ataques terroristas a las Torres el día siguiente y lo que significó el impacto de su caída. Estos dos sucesos históricos los podemos reconocer como el inicio triunfal de la era moderna con el levantamiento de la Torre Eiffel y el derrumbamiento de las Torres Gemelas como su terrible final.

La caída de las Torres Gemelas nos proporcionó una cantidad de imágenes que nos recuerdan la violencia, el horror y las infamias que trajo el siglo XX: La bomba atómica; los campos de exterminio de la segunda guerra mundial que quedaron plasmados por los grandes pintores como kokoschka y Kirchner, o el asesinato de Kennedy. Hubo una época en la que el arte tuvo mucho que decir sobre el mundo y sus acontecimientos.

En 1937 Pablo Picasso pintaría el Guernica, la mayor invectiva contra la violencia en el arte moderno inspirada por el bombardeo de la ciudad Vasca por aviación alemana durante la guerra civil española. Puede que Guernica no sea el mejor cuadro de la historia, pero fue sin duda la última pintura de cierta importancia que se inspiró en  un tema político con la intención de cambiar la opinión de un gran número de personas sobre el poder.

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Ya no hacemos este tipo de arte ahora. Hoy, las obras de arte más controvertidas no relatan los horrores del mundo si no las fobias personales de los artistas. Sólo hay que acudir a una muestra de arte contemporáneo para ver que todo es demasiado pretencioso, los artistas buscan impactar con un golpe inmediato, cualquier cosa que llame la atención, cualquier cosa para decir nada, sólo “aquí estoy, mírenme, soy diferente”. Su comprensión creativa se basa en hacer imágenes fácilmente comprables y vendibles; es como pensar que el arte occidental comenzó con Andy Warhol, lo cual sabemos que no es cierto, de hecho, sus últimos trabajos resultaron poco convincentes y repetitivos, e incluso kitch. Aunque su mensaje nos llegó tremendamente claro, el modelo principal del arte era la moda.

Hoy en día, lo más cercano a la factoría Warhol y su ejército de ayudantes lo podemos encontrar en el estudio de Jeff Koons; Koons financió sus estudios vendiendo artículos  en la Bolsa de Nueva York y comenzó su carrera artística metiendo objetos de consuma en cajas de plexiglás, un truco que aprendió de Marcel Duchamp en los años 10 y 20 del siglo pasado. Como Warhol, se ha enganchado de la imagen publicitaria de una era e intenta convertirla en iconografía. Sus esculturas son como un suvenir gigante.

La farsa de Koons, que quizás ni siquiera sea una farsa, es creer que es descendiente natural de los grandes artistas del pasado como Leonardo o Miguel Ángel interpretando la iconografía religiosa con un toque contemporáneo, que aspira al mismo nivel de fama y verdad eterna. Nadie cuestiona que sus obras sean una farsa o no, porque Koons es un sólido valor en el mercado.

El arte, el real, no necesita de impactos inmediatos para tener valor, puede ser turbador y resistir diferentes exposiciones sin dejar de serlo; esto es especialmente evidente en la obra de la pintora Paula Rego, una artista psíquicamente tensa, una de las mejores pintoras actuales de la experiencia femenina. Su trabajo es sutil, complejo, discreto y subversivo, las cosas no son lo que parecen ser. Paula Rego cuenta historias, pero en una narrativa psíquica, de diván, de confesionario de psicoanalistas y de sus propias pesadillas.

La pintura de Rego atrapa secretos de su infancia, un mundo de actos oscuros, compromisos y visiones, una sucia mitología en la que lo público y lo privado se encuentran en la vida familiar. A Paula no le interesan los “valores familiares” pero le fascinan las familias como fuentes de conflictos; si hay dos o más personajes en un Rego, podemos estar seguros de que por lo menos algo malo le va a pasar a uno de ellos.

Con Rego nos queda más que claro que para ser contemporánea la pintura no tiene porque necesariamente agradar a los medios, y que puede tener algo que decir aunque no sea algo agradable en si mismo.

En Alemania surgió un arte que trata la tensión entre la conciencia privada y la responsabilidad pública. Berlín, la ciudad que encarna la atribulada naturaleza del siglo  XX intentando mantener el equilibrio entre la decadencia y el colapso social, la aceptación forzada y el rechazo final de comunismo, la caída del muro, es en definitiva, una ciudad sumergida en el drama y el caos de la historia, pero, ¿Deben los artistas contar esa historia? ¿Qué se debe recordar y qué se debe dejar de lado? ¿O el arte debe poner a prueba su imaginación y la de otros?

Anselm Kiefer ha tenido el valor de coger el toro por los cuernos, Kiefer investiga en profundidad los caminos de la historia y su nacionalidad alemana, como en su obra “Monumento al artista desconocido” donde el artista desconocido era Hitler. La obra de Kiefer abre un vasto terreno de técnicas pictóricas y en el proceso, intenta cargar el contenido de trágicas historias y esperanzas redentoras que el arte reciente ha tendido a ignorar. El uso de sus materiales dan fuerza a la obra, y conmemora, uno de los acontecimientos más infames de la historia, el holocausto. ¿Qué recuerdo? ¿Qué debo recordar? Estas preguntas recorren la obra de Kiefer desde el principio.


Hoy es difícil para todos nosotros recordar la historia mientras intentamos sobrevivir al aluvión de información que nos asalta, ahora estamos expuestos a más imágenes en un solo día que cualquier habitante del siglo XIV en toda su vida. La mayor parte es basura, tenemos que descartar, que apartar cosas, limpiar las ventanas de nuestra percepción y trabajar lo que merece la pena mirar, lo que merece la pena recordar. Debemos tener claro cuáles son las imágenes que importan, las que retendremos.

 

Oponiéndose un poco a la mirada apocalíptica y melancólica de artistas como Anselm Kiefer, aparecen artistas con una energía más renovada como la de David Hockney, un artista que conoce el mundo contemporáneo y sabe cómo filtrarlo, un artista radical que se aleja del caos para perseguir lo bello. De moda en los 70´s y 80´s Hockney fue el cierto sentido la respuesta inglesa a Andy Warhol, pero fue mucho más que eso. “A bigger splash” es la quintaesencia de la pintura de los Ángeles, la salpicadura misma con sus bordes sombreados y sus trazos en blanco son una obra maestra de la “estilización” y nos muestra cómo incluso la belleza puede ser radical.


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Hockney se pasó a la fotografía en los años tempranos de su carera queriendo darle a la imagen fija esa magia propia de la  mirada del pintor, sin embargo, de nuevo su trabajo dio un giro de 180 grados  volviendo al dibujo y a la pintura con las imágenes más sencillas en todo su arte. Se puede comprobar el nivel de maestría al que ha llegado viendo la imagen de su madre en un cuadro, una fotografía y una acuarela. Elegancia, simplicidad y contención.

 

Por el contrario, el mundo de Lucian Freud estaba hecho totalmente de pintura, no hubo un artista vivo después de Picasso que hiciera del estudio del cuerpo humano un tema tan inquietante. El modo en que construía equivalentes a la realidad es inspirador, cada centímetro de superficie debe ser conquistado y trabajado, debe buscar la curiosidad y sobre todo, exigir un compromiso activo en el espectador. Poco o nada de esto ocurre con Warhol, Gilbert y George u otros de los carroñeros de imágenes que “enferman” el panorama cultural de una ya decadente y destrozada posmodernidad.

Cada cien años aparece un visionario que habla sobre la muerte de la pintura, pero lo que te llevas de una obra como la de Lucian Freud o incluso como la de Hockney, es una triunfante reivindicación de su vigor y su derecho a exigirle al público, porque pintura, es lo que no son los medios de comunicación visuales, es un modo de compromiso específico, no un modo de seducción barato y general.

Existe la belleza en la pintura pura bien hecha y no tiene porqué ser figurativa, eso lo sabemos, también puede ser abstracta. Sean Scully es uno de los artistas más interesantes de la abstracción actual, cimienta su pintura abstracta en una experiencia urbana compartida. Su estilo es, sobre todo reflexivo.

Las superficies parecen almacenarse como piedras, son opacas, no se puede ver a través de ellas, no hay en su pintura un horizonte libre. No es arte instantáneo, son años de concentración, años de estar o pasar de moda y seguir pintando a pesar de los venenos del éxito o del fracaso.

Podemos cerrar este capítulo y la serie toda, con la idea de que los museos han remplazado a las iglesias como lugares de congreso social y orgullo cívico, y a pesar de la dudosa calidad de algunas de las obras que hay en su interior o su exterior, el público quiere experimentar el arte en las paredes de su museo. Buscamos el valor, su significado, un lugar fuera de nosotros mismos que nos diga que hay más vida que nuestras preocupaciones y necesidades cotidianas. La idea de que la experiencia estética proporciona una comprensión trascendente, resumió el concepto del arte y ésta cumple una necesidad humana, porque el deseo de experimentar, de vivir con ella y aprender de ella sigue siendo inmortal.

Ésta entrada es una recopilación de diferentes fuentes: (1) Introducción de Xavier Ferré en Jot Down | (2) Imágenes y descripción del documental de Ursula Ochoa en La Artillería | Documental alojado en youtube por Laurentix1701 

PUEDES MIRAR LA SERIE COMPLETA AQUÍ.

 

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