Sean Combs: culpable de prostitución, absuelto de crimen organizado y tráfico sexual

Del jet privado a las salas judiciales de Manhattan, Sean “Diddy” Combs acaba de atravesar uno de los episodios más complejos —y públicos— de su carrera. El rapero, empresario y figura icónica del hip hop fue declarado culpable de dos cargos relacionados con el transporte de personas para ejercer la prostitución. Pero fue absuelto de los cargos más graves: tráfico sexual y conspiración para crimen organizado, que le habrían significado pasar el resto de su vida en prisión.
El veredicto, entregado tras tres días de deliberaciones por un jurado mixto compuesto por ocho hombres y cuatro mujeres, ha sido descrito como un “resultado mixto”. Para la fiscalía, representa un revés en sus intentos por catalogar a Combs como líder de una red criminal de abuso sistemático. Para la defensa, es una “sorpresiva victoria parcial” que no elimina el riesgo penal, pero sí cambia el tono de la narrativa pública: de proxeneta mafioso a figura caída con historial de violencia doméstica.
Los cargos por los que fue condenado derivan de la Ley Mann federal, que penaliza el transporte interestatal de personas con fines de prostitución. Según los testimonios, Combs organizaba encuentros sexuales donde participaban tanto sus parejas como trabajadores sexuales masculinos pagados, a menudo bajo el uso de drogas. Las famosas “freak-offs”, descritas por múltiples testigos, eran orgías que duraban días y que incluían suministro sistemático de sustancias, habitaciones acondicionadas y manipulación emocional.
Pero el núcleo de la controversia fue el consentimiento. Los fiscales intentaron probar que Combs usó su posición de poder, dinero y violencia para coaccionar a sus parejas —como Casandra Ventura (Cassie) y una testigo identificada como Jane— a participar en encuentros sexuales no deseados. La defensa contraatacó retratando esas relaciones como parte de un estilo de vida consensuado, aunque marcado por los celos, la drogadicción y episodios de violencia doméstica que, según ellos, no deberían ser confundidos con delitos federales.
Durante el juicio de ocho semanas, el jurado tuvo que navegar entre testimonios contradictorios, imágenes explícitas, videos de las fiestas, y registros de mensajes afectivos que supuestamente desmentían la coerción. Uno de los momentos más impactantes fue el testimonio de Cassie, quien narró bajo juramento un ciclo de abusos que la llevó al borde del suicidio. Su relato, presentado con nueve meses de embarazo, fue clave para que se admitieran las denuncias en el terreno penal, tras una demanda civil presentada en 2023.
El cargo de conspiración para crimen organizado, el más complejo del proceso, exigía probar que Combs lideraba una red criminal con al menos otro socio, que juntos hubieran cometido dos crímenes específicos en un lapso menor a diez años, y que sus actividades afectaran a varios estados o al extranjero. Aunque el jurado revisó varias veces el caso del Hotel Intercontinental en Los Ángeles —donde Combs habría arrastrado a Cassie por un pasillo en 2016— no encontró pruebas suficientes para sustentar la acusación.
El equipo legal del artista, liderado por Marc Agnifilo, aceptó desde el inicio que Combs era culpable de violencia doméstica, pero insistió en separar eso de los cargos más severos. Incluso reconocieron su temperamento violento, su dependencia a sustancias y sus conductas destructivas, pero buscaron desacreditar el argumento de que todo eso configurara un patrón criminal de tráfico sexual o crimen organizado.
Por ahora, el rapero de 55 años se enfrenta a un máximo de 20 años de cárcel, mientras el juez define la sentencia por los dos cargos federales. Aun así, el camino legal para Combs está lejos de terminar. Existen más de 150 denuncias civiles en su contra, la mayoría por violación, acoso y abuso sexual bajo uso de drogas.
De estrella global con imperio empresarial a acusado en serie, la figura de Combs parece estar tambaleándose sin remedio. Aunque ha esquivado la cadena perpetua, lo que sigue podría marcar no solo el final de su carrera pública, sino también una nueva etapa judicial donde los reflectores dejarán de enfocarse en sus éxitos musicales para iluminar, con crudeza, las sombras de su historia personal.