Texas aprueba la ciudad Starbase: así nació el primer municipio controlado por el SpaceX de Elon Musk

Con una votación casi unánime —212 votos a favor y solo seis en contra— la sede de SpaceX en Boca Chica Village, Texas, se convirtió oficialmente en la nueva ciudad de “Starbase”. No es ciencia ficción: el sueño de Elon Musk por transformar su base de lanzamientos en una ciudad autónoma se ha concretado con un electorado compuesto, en su mayoría, por empleados y exempleados de la propia compañía.

La ciudad, de unos 4 kilómetros cuadrados y ubicada en el condado de Cameron, al sur de Texas, es ya una de las zonas más activas en operaciones aeroespaciales del país. Starbase, donde se desarrollan y prueban los cohetes Starship, fue concebida por Musk como una plataforma de lanzamiento hacia la Luna y Marte, pero también como un ecosistema urbano moldeado por y para SpaceX.

Desde 2019, esta zona ha crecido en número de empleados, instalaciones y viviendas. Hoy, más de 1,800 personas trabajan directamente para la empresa, y cerca de 500 ya residen allí. Es, de hecho, el mayor empleador del condado de Cameron y genera miles de empleos indirectos en el Valle del Río Grande.

El proceso de incorporación como ciudad estuvo marcado por una evidente alineación de intereses. El único candidato en la boleta para alcalde fue Bobby Peden, vicepresidente de Pruebas y Lanzamiento de SpaceX, quien obtuvo el 100% de los votos. La mayoría de los votantes viven en terrenos comprados por la empresa y el propio Elon Musk aparece registrado como residente, aunque no se confirmó si participó en la votación.

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La designación como ciudad le otorga a Starbase ciertas atribuciones de gobierno local, como la planeación urbana o la administración de servicios. Según SpaceX, ya gestionan carreteras, servicios públicos y hasta ofrecen educación y atención médica a los residentes. Sin embargo, esta autonomía también ha despertado críticas por parte de ambientalistas y comunidades originarias.

Bekah Hinojosa, de la Red de Justicia Ambiental del Sur de Texas, denunció que convertir a Starbase en ciudad solo agravará los impactos ecológicos: más desechos ilegales, mayor riesgo por pruebas de cohetes y pérdida de hábitats silvestres. A esto se suma la histórica queja del acceso restringido a la playa Boca Chica, un espacio público tradicional para las comunidades locales y que SpaceX ha limitado desde hace años. La tribu Carrizo Comecrudo también ha expresado su preocupación.

En 2024, la Agencia de Protección Ambiental sancionó a SpaceX por derrames en humedales vinculados al Río Grande. Musk reaccionó con sarcasmo en redes sociales ante las acusaciones de dañar la fauna local, un gesto que encendió aún más las tensiones con activistas.

Mientras tanto, la transformación urbana avanza. Las calles de Starbase llevan nombres como “Rocket Road” y están decoradas con autos Tesla. Las casas, minimalistas y alineadas, están diseñadas para una comunidad en la que el trabajo, la vivienda y la misión interplanetaria forman una misma visión empresarial.

Starbase no es solo la primera ciudad que se funda por y para una empresa espacial privada; es también un experimento de urbanismo corporativo donde las fronteras entre lo público y lo privado se diluyen en favor de una agenda tecnológica. Y aunque sus impulsores la venden como “la última parada antes de Marte”, para muchos en Texas, es una señal de alerta sobre lo que sucede cuando el capital coloniza el territorio antes que los ciudadanos.

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