Vivir en piloto automático: el Estilo de Vida que  podría acercarnos al Parkinson

El Día Mundial del Parkinson no solo recuerda la existencia de una enfermedad neurodegenerativa que afecta a millones de personas en el mundo; también pone sobre la mesa un problema más amplio y contemporáneo: el modo en que vivimos. Según el neurólogo José A. Obeso, vivimos en un entorno que podría calificarse como “pro-parkinsoniano”: estrés constante, multitarea como norma, malos hábitos alimenticios y una alarmante falta de ejercicio físico y cognitivo. La advertencia no es menor, porque detrás del estilo de vida acelerado se ocultan condiciones que podrían favorecer la aparición de enfermedades como el Parkinson, incluso antes de que los síntomas sean evidentes.

Aunque la causa precisa de esta enfermedad sigue sin resolverse, la evidencia apunta a una interacción compleja entre factores genéticos, ambientales y de envejecimiento. Obeso subraya que “el envejecimiento es el factor más determinante”, pero no el único. En México, por ejemplo, la situación se complica con una alta prevalencia de diabetes, obesidad y sedentarismo, condiciones que afectan al sistema neurológico y podrían acelerar procesos degenerativos. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2022) revela que más del 50% de los adultos no realizan actividad física suficiente, lo que refuerza la advertencia del neurólogo español sobre el modo de vida contemporáneo como un riesgo latente.

El Parkinson, en sus primeras etapas, puede pasar desapercibido, en parte porque los síntomas más visibles —temblores, rigidez muscular y lentitud de movimiento— suelen aparecer cuando ya hay un deterioro avanzado del sistema dopaminérgico. Sin embargo, la enfermedad puede dar señales mucho antes a través de síntomas más difusos como la depresión, la cual se presenta en hasta el 30% de los pacientes en la fase prediagnóstica. Esto, combinado con un subdiagnóstico persistente, hace que el número real de personas afectadas en países como México probablemente supere las estimaciones oficiales, que rondan entre 50,000 y 60,000 casos.

A pesar de este panorama, el campo de la investigación médica ha abierto puertas prometedoras. En España, el equipo liderado por Obeso en el centro HM CINAC ha desarrollado una técnica experimental de apertura de la barrera hematoencefálica mediante ultrasonidos de baja intensidad (LIFU) con microburbujas. Esta metodología busca permitir la entrada de agentes terapéuticos al cerebro y combatir la neurodegeneración desde sus fases iniciales. Aunque por ahora solo se ha probado en modelos animales, sus resultados marcan un hito en el tratamiento potencial del Parkinson, al facilitar que moléculas restauradoras alcancen áreas cerebrales específicas con precisión quirúrgica.

Dos enfoques terapéuticos destacan en este contexto: la terapia génica —que busca inducir la producción de proteínas terapéuticas en el cerebro— y la inmunoterapia —que emplea anticuerpos para combatir proteínas tóxicas como la alfa-sinucleína, asociada a la enfermedad—. No obstante, ninguno de estos tratamientos ha llegado aún a la fase de aplicación clínica en humanos, y en países como México ni siquiera se han iniciado estudios al respecto.

El contraste entre la vanguardia española y las limitaciones estructurales mexicanas es marcado. Si bien existen tratamientos como la levodopa y, en centros especializados, la estimulación cerebral profunda (DBS), el acceso a estas terapias sigue siendo limitado fuera de las grandes ciudades. La investigación nacional está aún en etapas tempranas, con pocos recursos y sin desarrollos avanzados en terapias génicas o inmunológicas para esta enfermedad.

Aun así, hay iniciativas que buscan responder a este reto. Organizaciones como Parkinson México A.C. y el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) promueven campañas de concientización y programas de detección temprana. Pero la carga no puede recaer solo en el sector salud o en las asociaciones civiles. Es necesario articular esfuerzos interinstitucionales que integren prevención, diagnóstico oportuno, acceso a tratamiento y rehabilitación, especialmente en zonas marginadas.

El Parkinson no es una sentencia automática del envejecimiento, sino una enfermedad cuya aparición y evolución pueden verse afectadas por decisiones individuales y políticas públicas. Si se quiere mitigar su impacto creciente, urge revisar no solo los protocolos médicos, sino también los estilos de vida que, sin darnos cuenta, vamos normalizando. No se trata solo de vivir más, sino de vivir mejor y más conscientes.

_____

_____

Previo

Exportación de autos desde México cae 6% en el primer trimestre de 2025 por nuevos aranceles de Trump

Siguiente

Estás en la historia más nueva