Exportación de autos desde México cae 6% en el primer trimestre de 2025 por nuevos aranceles de Trump

En la pista de la economía mexicana, el sector automotriz está acelerando en una dirección y frenando en otra. A pesar de registrar uno de sus mejores arranques de año en términos de producción, con un crecimiento de 4.8% y un total de 973,485 unidades fabricadas en el primer trimestre de 2025 —el segundo mejor resultado histórico para este periodo desde 2005—, las exportaciones han sufrido un retroceso del 6.04% respecto al mismo periodo de 2024. ¿La causa? El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y su vieja-nueva estrategia de presión comercial.
Los datos hablan fuerte y claro. México exportó 775,866 vehículos ligeros entre enero y marzo, casi 50 mil unidades menos que el año anterior. De ellos, el 83% tuvo como destino Estados Unidos, lo que equivale a 643,894 autos. Una cifra significativa, aunque menor a los 669,049 del mismo trimestre del 2024. La caída se vuelve aún más relevante al considerar que no se veía una baja similar en este periodo desde el año 2020, en plena irrupción de la pandemia.
La reactivación del proteccionismo trumpista llegó puntual en enero, con su regreso al poder, y se concretó semanas después con la imposición de un arancel del 25% a vehículos importados. Aunque México y Canadá obtuvieron una exención parcial —los autos ensamblados solo pagan esa tasa sobre los componentes que no sean de origen estadounidense—, la medida generó incertidumbre inmediata. El escenario recuerda que, en la política comercial de Trump, los matices son limitados y las presiones, constantes.
Este clima de tensión ha tenido impactos desiguales dentro de la propia industria. Mientras marcas como Toyota (+120%), KIA (+23%) y Ford (+9%) lograron incrementar sus exportaciones en el trimestre, otras como Volkswagen (-36%), Mercedes Benz (-36%) y Stellantis (-31%) vieron fuertes retrocesos. En el caso de Audi, sus exportaciones se desplomaron 53% en marzo, atribuible a que sus unidades quedaron detenidas en aduanas estadounidenses, lo que deja claro que la diplomacia comercial no siempre se mueve a la misma velocidad que las líneas de ensamblaje.
En contraste con las cifras trimestrales, marzo dejó un respiro temporal para los exportadores: ese mes, las exportaciones crecieron 3.8% interanual, mientras que la producción se elevó 12.15%. Aun así, el repunte mensual no logró contrarrestar la tendencia negativa del trimestre completo, lo que sugiere que los fabricantes se apresuraron a colocar inventario antes de que los nuevos aranceles entraran plenamente en vigor.
La paradoja es que la producción sigue creciendo. Y no es cualquier cifra: según el presidente de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), Rogelio Garza, este trimestre ha sido el segundo más exitoso desde que se tiene registro. Sin embargo, más producción no está traduciéndose en más exportación, al menos no al ritmo deseado. El 6% de caída puede parecer moderado, pero se vuelve preocupante cuando se considera la tendencia positiva sostenida de los últimos tres años, posterior a la pandemia y a la escasez de insumos.
Las razones detrás de esta desconexión entre producción y exportación están más allá del capó. En primer lugar, el mercado estadounidense, aunque sigue siendo dominante, se está tornando más exigente con sus reglas de origen, bajo los términos del T-MEC. El gobierno mexicano, encabezado por Claudia Sheinbaum, ha entrado en contacto con las automotrices para asegurar el cumplimiento de dichas reglas y así evitar sanciones adicionales. No es solo un tema de volumen, sino de procedencia.
Por otro lado, el efecto psicológico de la política de Trump no es menor. Aunque todavía se están negociando detalles y persisten las conversaciones entre industrias y gobiernos, el mensaje es claro: cualquier pieza del rompecabezas que no encaje con el “America First” será costosa. Esto no solo desalienta las exportaciones sino que puede terminar desincentivando nuevas inversiones en México si se mantiene el clima de incertidumbre.
Desde el punto de vista económico, el golpe no es trivial. La industria automotriz representa casi el 4% del PIB nacional y más del 20% del manufacturero. Además, México no solo exporta autos completos, sino también cerca del 40% de las autopartes utilizadas en Estados Unidos. Y si bien estas últimas han quedado exentas, por ahora, de los nuevos aranceles, nada garantiza que sigan así bajo una administración tan volátil.
Las declaraciones recientes de actores clave, como Rogelio Garza, muestran cautela: “Todavía no (hay un impacto significativo)… seguimos en negociaciones. El diálogo sigue abierto”. Pero lo cierto es que la amenaza ya afecta decisiones de inversión, logística y planeación.
Más allá de las cifras y tecnicismos comerciales, el momento recuerda que la globalización tiene frenos, reversas y callejones sin salida. Y si bien México ha sido históricamente uno de los grandes ganadores del modelo automotriz exportador, el mapa está cambiando. No es solo un desafío económico: es también político y estratégico.
De momento, la industria mexicana acelera su producción, pero empieza a buscar nuevos caminos para no depender de un solo destino. Como en los viejos videojuegos de carreras, el turbo ya no es suficiente si la pista cambia repentinamente de dirección. Y Estados Unidos, hoy por hoy, es un copiloto impredecible.