Vigilancia sin permiso: Estados Unidos intensifica vuelos no autorizados en México ante la pasividad gubernamental

La relación entre México y Estados Unidos en materia de seguridad ha sido, históricamente, un delicado juego de equilibrios. Sin embargo, recientes revelaciones han puesto de manifiesto una creciente asimetría en la cooperación bilateral: Estados Unidos ha admitido públicamente que realiza vuelos de inteligencia para vigilar a los cárteles mexicanos sin la autorización del gobierno mexicano. Mientras Washington fortalece su presencia militar y de vigilancia en la frontera, la administración de Claudia Sheinbaum se mantiene en una postura ambigua, minimizando los hechos y evitando una respuesta contundente.
Estados Unidos reconoce el espionaje aéreo sobre México
El general Gregory Guillot, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, confirmó en una audiencia ante el Senado estadounidense que las Fuerzas Armadas de su país han incrementado sus operaciones de vigilancia sobre los cárteles mexicanos. Si bien no especificó si estos vuelos ocurrieron en aguas internacionales o en el espacio aéreo mexicano, dejó en claro que fueron autorizados exclusivamente por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, sin la intervención del gobierno mexicano.
En sus declaraciones, Guillot destacó que estas operaciones de reconocimiento buscan recopilar información para contrarrestar las actividades del crimen organizado, particularmente aquellas relacionadas con el tráfico de fentanilo y la migración irregular. A pesar de que el general enfatizó la “cooperación” con México en términos de inteligencia, la realidad es que el gobierno de Sheinbaum no tuvo ninguna injerencia en la aprobación de estos vuelos.
El despliegue de tropas estadounidenses en la frontera también ha sido un punto clave en esta estrategia de seguridad. Guillot reveló que actualmente hay 5,000 soldados estadounidenses en servicio activo a lo largo de la frontera con México y anticipó que ese número crecerá en los próximos meses. Además, dejó entrever que se está considerando un aumento en la presencia marítima en cooperación con la Guardia Costera, lo que refuerza la idea de una estrategia de contención militar en la región.
Una respuesta tibia del gobierno mexicano
A pesar de la gravedad de la situación, la presidenta Claudia Sheinbaum ha adoptado un tono mesurado. En su conferencia matutina, lejos de expresar una postura firme contra la violación de la soberanía mexicana, declaró que no está “alarmada” por los vuelos de espionaje estadounidenses y que simplemente solicitará una explicación. Para Sheinbaum, estos operativos forman parte del “diálogo y la coordinación” que su administración mantiene con Washington.
Sin embargo, sus declaraciones contrastan con las preocupaciones expresadas por el propio secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo, quien no descartó que los vuelos sean parte de una estrategia de espionaje aéreo por parte de Estados Unidos. Trevilla admitió que no se tiene certeza sobre el objetivo real de estos operativos, pero subrayó que las aeronaves estadounidenses no han ingresado formalmente al espacio aéreo mexicano.
Más aún, la versión de Sheinbaum resulta inconsistente con los reportes de las Fuerzas Armadas, que detectaron al menos tres aeronaves estadounidenses con equipos de intercepción de comunicaciones cerca del territorio nacional en las últimas semanas. Estas actividades, que se han intensificado desde finales de enero, incluyen al menos 18 misiones de reconocimiento en la frontera sur y en aguas cercanas a Baja California, según reportes periodísticos.
Presión estadounidense y la sombra de una intervención
Analistas y periodistas han advertido que este aumento en los vuelos de reconocimiento podría ser parte de una estrategia de presión por parte de Washington para que México refuerce su cooperación en materia de seguridad. El periodista Manuel Espino, en un análisis publicado en El Universal, sostiene que el incremento de estas operaciones busca condicionar al gobierno mexicano para que adopte medidas más drásticas en el combate al narcotráfico, incluyendo una mayor militarización de la frontera.
Esta hipótesis cobra sentido si se toma en cuenta el contexto más amplio de la relación bilateral. En los últimos años, México ha aceptado medidas de endurecimiento en sus políticas migratorias y de seguridad como respuesta a la presión de la Casa Blanca. En 2019, el gobierno mexicano desplegó 10,000 elementos de la Guardia Nacional en la frontera como parte de un acuerdo para evitar la imposición de aranceles del 25% a productos mexicanos. Además, en un movimiento sin precedentes, la administración de Donald Trump designó a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, lo que sentó las bases para un posible aumento de la intervención estadounidense en territorio mexicano.
El temor de que estas acciones de vigilancia deriven en incursiones directas de tropas estadounidenses es una preocupación real dentro del gobierno mexicano. Espino señala que fuentes militares y civiles han expresado su inquietud de que, eventualmente, estas operaciones de inteligencia den paso a intervenciones más agresivas, tanto aéreas como terrestres, dentro de México.
¿Soberanía en entredicho?
Más allá del discurso oficial, los hechos apuntan a una realidad incómoda: México está permitiendo, de facto, que Estados Unidos lleve a cabo operaciones de inteligencia militar en su territorio sin una respuesta clara o contundente. La afirmación de Sheinbaum de que estos vuelos no la “alarman” envía un mensaje de complacencia ante una práctica que compromete la soberanía del país.
A lo largo de la historia, México ha sido receloso ante cualquier intromisión extranjera en asuntos de seguridad interna. Sin embargo, la actitud pasiva de la actual administración contrasta con la tradición diplomática de exigir respeto a la soberanía nacional. La falta de una postura firme podría sentar un precedente peligroso: si México no establece límites claros, ¿hasta qué punto puede avanzar la intervención de Estados Unidos sin encontrar resistencia?
Aún queda por ver si la explicación que solicitará el gobierno mexicano traerá consigo algún cambio en la dinámica de cooperación con Washington. Por ahora, lo único claro es que Estados Unidos sigue ampliando su influencia en la región bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, mientras México parece resignado a observar desde la barrera.