El amargo precio del azúcar: México, líder mundial en nuevos casos de diabetes por consumo de refrescos

La grandeza de México no tiene límites. Somos campeones en futbol sub-17, en producción de aguacate y, como no podía ser de otra forma, también en nuevos casos de diabetes atribuibles al consumo de refrescos y bebidas azucaradas. Si de romper récords se trata, aquí estamos, con más de 2,000 nuevos casos de diabetes por millón de adultos, dejando a Colombia y Sudáfrica muy por detrás en esta deshonrosa carrera por el azúcar.
La investigación publicada en Nature Medicine lo confirma: somos el país más golpeado por la diabetes derivada del consumo de refrescos en todo el mundo. El estudio analiza datos de 184 países y concluye que América Latina y el Caribe acumulan casi el 24% de los nuevos casos de diabetes. Y, como si fuera poco, la región también sufre un notable incremento en enfermedades cardiovasculares relacionadas con estas bebidas. Pero tranquilos, no es culpa del consumidor, sino de una industria que ha encontrado en México su paraíso de expansión sin freno.
Dulce en exceso, regulación en carencia
Si usted pensaba que el consumo de refrescos en México era una simple preferencia cultural, se equivoca. Según el documental Destapa Fatalidad, en estados como Yucatán se ingieren más de 240 litros de refresco por persona al año. En comunidades de Chiapas, la situación es todavía más absurda: la falta de acceso a agua potable ha convertido al refresco en la bebida principal de miles de personas, con un consumo que alcanza los dos litros por día. Para muchos, no hay otra opción: las embotelladoras tienen prioridad en la explotación de los recursos hídricos, dejando a los pobladores con refresco como alternativa.
El Gobierno ha tomado algunas medidas, como la implementación de etiquetados de advertencia y el impuesto a bebidas azucaradas. Sin embargo, los expertos consideran que estas acciones son insuficientes. La Organización Mundial de la Salud recomienda no solo impuestos más severos, sino también la prohibición de publicidad dirigida a niños y la regulación estricta en puntos de venta. Pero claro, pedir que la industria refresquera pierda privilegios en un país donde los lobbies empresariales pesan tanto es casi un sueño guajiro.
Un sistema de salud al borde del colapso
El costo de esta epidemia azucarada es insostenible. Sólo el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) gasta más de 50 mil millones de pesos al año en la atención de la diabetes y sus complicaciones, cifra que no considera el gasto del ISSSTE ni de la Secretaría de Salud. Y con las proyecciones actuales, el panorama solo empeora: para 2025, el 12.2% de la población mexicana padecerá diabetes, lo que equivale a más de 14 millones de personas.
El problema va más allá de las cifras económicas. En los hospitales públicos de México, es común encontrar máquinas expendedoras de refrescos. Un paciente con diabetes puede salir de consulta y, sin dar tres pasos, comprar el mismo producto que lo llevó hasta ahí. “Es tan absurdo como vender cigarros en un hospital de cancerología”, denuncia la investigadora Ana Larrañaga. Y no, no es una exageración.
El país del doble discurso
A pesar de la evidencia, el mensaje de la industria refresquera sigue siendo el mismo: “El problema es de cada quien”. Según su narrativa, todo se soluciona con “consumo responsable”. Sin embargo, la realidad es distinta: el acceso al agua potable es limitado en muchas regiones, la publicidad de estos productos es omnipresente, y las regulaciones son poco eficaces. Y mientras tanto, seguimos liderando los rankings que nadie quiere encabezar.
Mientras otros países han avanzado con restricciones claras y firmes sobre la venta y publicidad de bebidas azucaradas, en México el problema sigue creciendo sin que haya medidas drásticas. ¿Acaso esperaremos a que el sistema de salud colapse antes de hacer algo al respecto?
Porque, si de campeonatos mundiales se trata, tal vez este sea uno del que deberíamos renunciar cuanto antes.