La tierra de las desaparecidas

¿Cuándo me tocará ser ya semilla
en este fértil campo de flores y cuerpos?
Tierra de nadie, cementerio de todas.
Las aves carroñeras de la indiferencia
Desmiembran nuestra inocencia.

Somos esos ojos agotados
De mirar rostros,
De leer plegarias,
De llorar lágrimas de rabia.

Esos brazos que no dejan de escarbar,
De levantarse con el puño cerrado,
De cubrirse el rostro y tirarse el pelo
En un triste y corto intento
Por arrancar la frustración del cuerpo.

Esas piernas que marchan,
Las que son el vehículo del corazón,
Que buscan en el mapa la equis,
La zona cero de la masacre.

De alguna forma que aún no alcanzo a descifrar,
Masoquista en parte y feroz en todo,
De nuestros cuerpos lacerados reconstruimos
Un algo que ningún buitre podrá jamás devorar.

Somos alma que conoce su tierna fortaleza,
Ojos capaces de mirar la belleza del futuro,
Brazos que rodean a las hermanas del camino,
Piernas que no pasan por encima de nadie
Ni se hincan ante nada.

Somos, reconociéndonos en las otras
A nosotras mismas.
Somos. Juntas. Inquebrantables.

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