La humildad del roquero exitosísimo que, aburrido ante la falta de conciertos, maneja un Uber

Tenemos que hablar de un prejuicio moderno: Que manejar un Uber, en el mejor de los casos, es un plan B ante las eventualidades de la vida. En el peor de los casos, es la fuente de ingresos principal ante la desesperación.

Si sueles hablar con choferes de Uber, como yo antes de la pandemia (ahora para minimizar el contacto, suelo quedarme viendo el celular), sabrás que es un mal negocio en el que se depende de los caprichos de una empresa depredadora para la que ni siquiera le salen las matemática (pierden cientos de millones al año). Los choferes lo hacen como su peor es nada. Si son dueños del auto, tendrían que dedicarse todo el día a manejar o reducir su margen por pagarle a un trabajador. Si sólo son conductores, es un trabajo de muchas horas para poca recompensa.

Y justamente, Uber ha sido presa de su practicidad. En su comunicación hasta hace unos años, la entonces startup afirmaba que era una forma de gig economy, hustle o trabajo secundario para tener algo de dinero extra. Ya que -decían- los choferes son contratistas que usan un servicio específico (la app y su infraestructura en la nube) poniendo lo más caro (vehículo, la vida misma).

En el mundo ya han sucedido decenas de protestas para que los choferes sean reconocidos como empleados de Uber, aunque no es algo generalizado. Simplemente es lo que hay.

Es así como el siguiente caso podría ser el sueño húmedo de cualquier ejecutivo de la compañía. Se trata de un músico de rock, con una banda de culto a la que no le faltaban conciertos, que simplemente está aburrido en su casa y en plena pandemia decide entretenerse no con YouTube sino manejando con extraños en su auto.

La historia va así, un corresponsal de Televisa (Ariel Moutsatsos) se subió a un Uber y estableció charla con el conductor. Le llama la atención que afirma vivir en una buena zona residencial y -me ha pasado- con morbo le pregunta si es su único trabajo el manejar el auto.

Con sorpresa, descubre la modestia del chofer: fue a una muy buena escuela de música  y no es que ahora sea músico de sesión o profesor, sino que tiene un grupo de rock con el que ha hecho mucho dinero.

Se trata de Reo Speedwagon

Es de esos grupos de dad rock que no le dicen mucho a mi generación, pero que tienen sencillos fácilmente reconocibles si has pasado horas en coches con estaciones de éxitos de antaño. Sobra decir que ese nivel de fama, por más que estés en la oscuridad mediática en décadas recientes, te asegura una entrada constante y atractiva de dinero por medio de giras nacionales para tus fanáticos acérrimos (y sus hijos) además de licencias de uso de las canciones en comerciales o películas.

De cualquier modo, es extraño que un músico de ese nivel esté manejando un Uber. Que aquí entra el prejuicio de la cultura popular en el que ver a un famoso haciendo literalmente cualquier otra cosa usualmente lo interpretamos como una señal de fracaso. ¿Por qué somos así?

La anécdota sigue y la respuesta es el aburrimiento de no tener tour. La humildad.

El periodista, Ariel, por respetó no lo interrogó más en relación a su identidad, pero en un tuit posterior se especula que es Dave Amato:

 

 

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