La Consulta ¿Justicia? 

Quiero y estimo a muchxs amigxs que están promoviendo la llamada consulta para juzgar a los ex presidentes pero mi cortedad de miras logra entender para que sería la consulta en que caso de que logren llevarla a cabo. 

Mi atención a la vida pública del país en las últimas tres décadas me deja la certeza de que los mencionados para ser juzgados cometieron delitos graves y actos de corrupción contra las instituciones públicas, contra comunidades y contra ciudadanxs en particular. Pero creo que mi intuición o incluso mi convencimiento no debiera ser suficiente para juzgar a alguien o crear una lógica de juicio popular. Supongo que existen pruebas.  Supongo qué el Presidente y las autoridades las tienen. Se votó por ellxs por la promesa que hicieron de luchar contra la corrupción. ¿Por qué no se presentan esas pruebas y se inician los juicios ya? Tienen la fuerza y la legitimidad. Y el deber.

Está claro que la acumulación de firmas no es suficiente motivo, incluso es contraproducente, para justificar el juicio a una persona. Pensar que puede hacerse así distorsiona todo lo que se ha avanzado histórica y civilizatoriamente en términos de garantías y derechos humanos. 

Si lo que se quisiera fuera explicitar el apoyo popular al Presidente para una cruzada de tremendas dimensiones entonces esos indicios y esas razones tendrían que estarse haciendo públicas para que lxs ciudadanxs tuviéramos los elementos mínimos para razonar y tomar posición. Ello sería lo democrático y transparente, de lo contrario se nos está subestimando cómo ciudadanxs. Se nos está pidiendo confianza o fe ciega. Se está yendo en contrasentido del pensamiento crítico y de la construcción democrática que siempre hemos clamado desde las izquierdas. 

Si el Presidente continúa empecinado en su razones y sus formas para impulsar  la consulta se está ante el riesgo de estar preparando un conflicto con la Suprema Corte de Justicia que, desde mi posición tendría que negar su realización, que, supongo, será utilizado para el fortalecimiento del Presidente a partir de fingirse agraviado por las instituciones conservadoras prevalecientes. Y quizás actuar en consecuencia. 

La historia demuestra que desde Ávila Camacho a la fecha no hay ningún Presidente que haya privilegiado la construcción de instituciones democráticas sino la corrupción y la represión en múltiples formas. Muchas han sido las muertes y los despojos infringidos por quienes han ocupado cargos de gobierno. Esconder y administrar indicios, actuar en función de un ambiguo concepto de corrupción que no nombra los agravios por los que las fuerzas populares nunca han dejado de movilizarse, no parece ir de la manos de efectivos deseos de justicia y dignidad. Al tiempo. Ojalá que no se pretenda jugar peligrosamente con los ánimos populares para fines desconocidos. 

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