Elogio de la locura (Pop)

Por Emmanuel Medina @emmanuelmedina

Nadie negaría que la religión más concurrida en este planeta es la cultura pop: repleta de adictivos ritos paganos, no hay humano que no se sienta atraído a los tamborazos, los bailes, las diosas o los héroes que pueblan la música, el brazo armado de esta adoración a un dios de mil caras, el Señor Pop, y de coste accesible: con sólo una descarga de iTunes, la compra de un disco pirata repleto de mp3s o la visita a los templos YouTube o Spotify.

Este credo religioso tiene un irresistible mantra que se trasmite, desde hace décadas, en la boca de sus supremos sacerdotes sonoros y sus fieles acólitos: la palabra “Crazy”, locura, insania, delirio o de plano deschongue, como desahogo e invocación a la magia sonora.

Basta recordar que la Locura, con mayúsculas, se apodera del escenario cada vez que Beyoncé Knwoles, la suprema diva del mestizaje idólatra, de piel de ébano y curvas de suspiro, de marido infiel arrepentido, Jay-Z, que ha creado una de las cinco canciones más definitorias de estos 17 años de siglo que llevamos y qué, exacto, adivinaron, contiene desde su título y, en repetición orgásmica, dicha sacra palabra.

“Crazy in Love”, exitoso single lanzado en 2003, es una de las puestas en escena más sugestivas de las últimas décadas sobre un escenario, que sería la envidia de las festividades de la diosa Khali hindú, los bacanales dedicados al griego Dionisio o los devaneos del fallecido James Brown.

En ella, la ex integrante de Destiny´s Child se rodea de vestales de cuerpos insólitos en belleza, mientras se mueve, como cobra en cesta, por su incandescente escenario, incitando a la fertilidad de su público: arrobado, excitado, enamorado hasta la locura de esa hembra, imposible de ser humana.
“Me haces parecer una loca en este momento / tu amor me enloquece al instante”, grita en delirio contagioso a un público que cree rozar su paraiso.

Años atrás, Aerosmith y su bocón vocalista, Steve Tyler, habían invocado, también, al delirio adolescente con “Crazy”, canción que se volvía adictiva con el descubrimiento feliz de unas Lolitas noventas, Alicia Silverstone y su propia hija Liv Tyler, que en el video cometían excitantes locuras para posteriores onanismos de los jóvenes televidentes y que, cada vez que se invoca en sus conciertos la rola, no deja de aparecer este par de desaparecidas de la escena fílmica, en la memoria lúbrica de los fans de la banda de Boston.

Seal, llamado en realidad Seal Henry Olusegun Olumide Adeola Samuel, desde la Gran Bretaña inauguraba la década de los 90 con un himno, aspirante a ser cantado en cualquier iglesia anglicana, pero rechazado por su marcado doble sentido tecno y sexual, literalmente, donde la meta para tocar el cielo, no venía sólo de cantarlo, sino de moverse al ritmo apropiado para hacerlo: “no podemos sobrevivir / a menos que nos volvamos locos”. La invitación a la reproducción era bastante obvia y los que rechazaban los escupitajos grunge de Nirvana escogían los teclados funk de este hombre, marcado de cara y corazón.

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Tiempo después, Alanis Morrisette reelaboraría esta creación, tornado a la cadencias rock pop más espesas, para volver a estimular la vida de este single.

De vuelta a este siglo, justo en 2006, el dueto Gnarls Barkley también invocaba el “Crazy” del espíritu de los tiempos: en un ralentizado y metanfetamínico R&B se disfrazaban, en cada presentación televisiva, de tótems pop, para idealizar la idea primigenia de este breve ensayo: la locura es el pop.

Curiosamente, la misma Beyoncé incluiría el coro de este extraño single en mitad de su propia canción, en varios de sus shows, como reconocimiento de sus propias insanias mutuas.

Otros repasos nos llevarían al cantautor Willie Nelson y su propia “Crazy”, una balada clásica del country, que acabaría teniendo versión en español por el sesentero Julio Iglesias o en versión mexicana, la cabeza del Clan Trevi – Andrade exhibiendo su propia inestabilidad, pidiendo a gritos un “Doctor Psiquiatra”.

Como se puede inferir, la locura es la única via posible para ser parte del delirio pop. Aparte del “Love”, otro de los mantras de este confesionario de bendiciones paganas, del que ya hablaremos en otro momento.

Lo cierto es que “Crazy” es la rúbrica de este siglo: Un vocablo que, lejos de la música, parece cada vez más exhaustado y sin sentido, escupido por las locuras televisivas que trasmiten los noticieros a todas horas.

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