A un año: los desprecios y aprecios del presidente

Vuelta y Vuelta, es una columna de Carlos Aguirre en LJA


A un año del gobierno de López Obrador, porque es evidente que inició a gobernar el 2 de julio, me gustaría hacer un análisis desmenuzando los aprecios y desprecios del presidente. 

El presidente aprecia los símbolos, es su arma más potente, busca transformar el régimen desde los símbolos, a veces vacíos, a veces significativos; cree que desde esa hegemonía discursiva se puede dar la transformación cultural más efectiva; algo de razón puede tener. 

El presidente aprecia la austeridad, repudia los lujos.

El presidente aprecia a las personas, la muestra de sensibilidad en múltiples estampas de personas que se acercan derramando lágrimas frente a él, a unos cuantos centímetros, es muestra de que su estilo de gobernar es cercano: nadie podrá decir que AMLO es lejano o que la distancia con la ciudadanía sea un defecto suyo. 

El presidente aprecia a los suyos: el régimen no cambió en el sistema de cuotas y cuates, no solo hablando de su gabinete sino de las posiciones en otros organismos como la Suprema Corte de Justicia. 

El presidente aprecia al ejército y no es ajeno a la idea de militarizar el país, no solo se trata de la Guardia Nacional sino de la operación misma del Nuevo Aeropuerto, algo que debería estar haciendo la Secretaría de Comunicaciones y Transporte lo hace el ejército. 

Por otro lado, el presidente desprecia lo local, no le es de relevancia las dinámicas estatales o municipales, no solo las electorales sino las de gobierno; para muestra están los perfiles de los candidatos en múltiples posiciones locales o la designación de delegados impresentables como en Jalisco. 

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El presidente desprecia lo internacional, aunque algunos ven como positivo el acuerdo de no imponer aranceles y que esa es una muestra de su buena política exterior, la realidad es que en otras dimensiones, China dio muestra de que el camino era el acuerdo y no la sumisión. Su ausencia en el G20 también habla de un desprecio a lo internacional. La nación también debe construirse afuera. 

El presidente desprecia la cultura, el arte y el deporte. Aunque en los símbolos el nombramiento de Guevara y su fanatismo por el béisbol digan una cosa; cancelar apoyos, becas y confrontar a atletas y artistas dicen lo contrario: se trata de nueva cuenta de un reacomodo de élites, también en el sector cultural y deportivo. 

El presidente desprecia los esfuerzos anticorrupción por ser liberales, el trabajo profesional de Daniel Lizárraga (ex productor de Aristegui), Sal Camarena o María Amparo Casar de Mexicanos Contra la Corrupción le parece una afrenta personal y el poco apoyo hacia el Sistema Nacional Anticorrupción evidencian el desprecio. 

El presidente desprecia a la oposición y los contrapesos: la narrativa  de la 4T es que la oposición no existe, lo que evidentemente la minimiza, además de ello, el presidente la desarticula al estilo del régimen hegemónico priista. El control del PRI es una señal de ello. 

El reto es hacer que los desprecios del presidente coincidan con los desprecios de la nación y que lo mismo suceda con los aprecios. La justificación de los voceros de la 4T es que así es, que el pueblo sabio está de su lado. Según Mitofsky el 41.5% cree que la situación va empeorando, el 60% que en seguridad estamos peor y el 48% que en economía estamos peor. En algunos indicadores hay coincidencia, pero al menos en esto, los aprecios y desprecios no coinciden.

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