Una casa… un desastre… un culpable

Por Omar Durán Guerra
[@omarduranguerra]

Un grupo de personas rompe la chapa de la puerta en tu casa, ingresa, abre el refrigerador y saca la comida disponible; la ponen sobre la mesa mientras también la devoran con ansiedad, otros sacan los restos de latas, envases de tetra pack, ollas con guisados, frutas y postres. Han generado un desorden sobre el piso y la mesa. Todo es en presencia de tus familiares y ante tus ojos. No pueden hacer nada porque los tienen amagados con armas de grueso calibre. Después de tragarse todo depositan sus desperdicios, sin siquiera considerar que existe un espacio en la casa apropiado para eso. Antes de retirarse generan un corto circuito que suspende la luz eléctrica. Rompen la tubería que provee el agua limpia. Generan una mínima fuga de gas imperceptible al olfato y lanzan un disparo al azar que fulmina la vida de uno de los integrantes de la familia… No hay otra casa, otra vida, otro tiempo, es aquí y ahora.

Piensa en esa casa como si fuera el planeta tierra y la familia como los seres vivos animales y plantas. Injusto ¿no? ¿Cercano a la realidad? Si, muy cerca. Así hemos actuado sobre la casa, nuestro planeta. Tenemos treinta años para detener el calentamiento global, porque de seguir con las mismas actividades aumentaríamos tres grados Celsius la temperatura del planeta para esa fecha, muy por encima del máximo de dos grados Celsius que se tiene contemplado por los acuerdos de París sobre el Cambio Climático. Para entender la gravedad del asunto, hay que considerar que con el aumento de solo medio grado de temperatura se han observado consecuencias devastadoras para muchos seres vivos; incluso la ONU oficializó la entrada de la sexta extinción masiva en la tierra por este fenómeno, donde entre quinientos mil y un millón de especies animales y vegetales se verán en peligro de extinción debido al Cambio Climático (un concepto que implica los efectos de la actividad de las sociedades humanas en la variación climática observable).

Los efectos de nuestra actividad como especie es de tal magnitud que algunas voces dentro de la ciencias geológicas señalan que nuestra era puede catalogarse como el Antropoceno (Concepto sugerido desde 1873 por un geólogo italiano de nombre Stoppani). La idea del Homo sapiens como la causa de una era geológica proviene de tres preguntas fundamentales: ¿El humano habrá sido capaz de modificar geológicamente el planeta? ¿Tendremos una influencia sobre el medioambiente que repercuta en las demás formas de vida? ¿Somos culpables de la presente catástrofe ambiental?

Las respuestas a las tres preguntas son afirmativas, es parte de una discusión científica que involucra a la geología y la ecología: por un lado no hay evidencia marcada en algún estrato de la tierra por la actividad humana, por lo que no se puede hablar de una nueva era geológica, pero en el otro extremo basta comparar una imagen de la cubierta vegetal de hace 70 años con la presente para reconocer como hemos modificado casi todo el territorio del planeta.

México en la era del Antropoceno

Un ejemplo tomado de publicaciones recientes es la situación de la superficie forestal actual en el mundo (Zamora,2016), que vista sólo en el territorio nacional advierte que México cuenta con 138 millones de hectáreas de vegetación, que equivalen al 70% de su territorio. No obstante la deforestación promedio en el periodo 2005-2010 fue de 155’000 hectáreas por año, teniendo en cuenta que la superficie de la Ciudad de México es de 149’500 hectáreas, talamos poco más de cinco veces el área de la metrópoli en tan sólo cinco años [estos datos no consideran la tala ilegal que puede superar incluso los niveles de extracción permitidos].

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En el territorio nacional [que representa tan solo 1.5% de la superficie terrestre del planeta] se estima que habitan entre 10 y 12% del total de las especies del mundo; se pueden encontrar casi todos los tipos de vegetación que existen, en dónde habitan miles de especies de diversos grupos taxonómicos, muchos de los cuales muestran una alta variabilidad genética.

La biodiversidad de nuestro país encara numerosas e importantes amenazas. Ante una incipiente defensa de los ecosistemas que se ubican en México, por parte de instituciones gubernamentales y grupos de investigación, se ha visto que la conservación y la defensa territorial de los pueblos originarios hace la diferencia. No sólo en México, sino en todo el mundo, son los pueblos indígenas los que se han mantenido firmes en la defensa de la biósfera, cuidando los territorios que habitan ancestralmente y con los que guardan un profundo y estrecho vínculo cultural y religioso. Un caso emblemático de esto es el pueblo autónomo de Cherán en el estado de Michoacán, que logró sacar a los partidos políticos y demás figuras de las instituciones oficiales y donde la gestión de los recursos naturales por la comunidad es parte de los usos y costumbres reconocidos por los distintos niveles de gobierno de México.

Podemos encontrar causas y agravantes de las extinciones en general, las acciones del ser humano son evidentes en nuestro país y en el mundo. Reconociendo el esfuerzo de algunos investigadores y grupos de académicos comprometidos en la solución de estos problemas, para consolidar políticas nacionales eficiente en la protección del ambiente, lo cierto es que existe un acelerado incremento en la pérdida de ecosistemas agravado ahora por megaproyectos como el Tren Maya (validado por un amplio sector de la sociedad, que aplaude todas las decisiones de la nueva presidencia, más por cuestiones ideológicas y sin considerar los efectos negativos de sostener un modelo económico que busca el desarrollo en detrimento de los recursos naturales; la auténtica riqueza de nuestro país).

La urgencia de imaginar respuestas de manera colectiva

El arrogante mono que piensa (porque si algo distingue de verdad al Homo sapiens no es la exclusividad del pensamiento, sino la creatividad con la que encuentra formas de transformas el mundo, muchas veces en contra de su propio equilibrio), irónicamente aún no ha dimensionado el daño irreversible que ha generado en su propia casa, el tiempo sigue su marcha y parece no entender los problemas ambientales a los que se enfrenta (Trump negacionista, incluir nota). Como dice el filósofo Byung-Chul Han, “el humano está solo en un universo de incertidumbres que no le permiten entenderse ni entender su entorno; guerras, conflictos y devastaciones naturales”, un cóctel grotesco derivado del sistema económico actual.

Presa de una élite voraz y enajenada, que valora la acumulación de materia muerta brillante, no parece interesarse en la solución al problema; al contrario genera la demanda y extinción de los recursos naturales para mantener activa la economía, basada en maquilar artículos que duren cierto tiempo para usarlos mediocremente, desecharlos y volver a comprarlos.

Más allá de la discusión academicista de “lo antropoceno”, lo cierto es que la crisis ambiental está presente en México y el mundo y es vital generar información para encontrar respuestas abarcando todos los sectores sociales. Es urgente hacer una reflexión colectiva para lograr un desarrollo tecnológico y aplicar la ciencia de modo que sea más humana, inclusiva y que como eje principal camine para resguardar los recursos naturales.

Una parte de la sociedad está tomando la iniciativa de crear proyectos científicos y tecnológicos con el objetivo de resguardar el medio ambiente, podemos observar en las redes sociales numerosos intentos por informar al público en general sobre lo que sucede en nuestros diferentes ecosistemas y proponer soluciones prácticas para detener los daños. Nuestra tarea es la de inventar respuestas, crear salidas novedosas que rompan el gris relato que nos han impuesto. Sumarnos a estas iniciativas y proponer las propias, e invadir todos los espacios mediáticos para insistir en la urgencia de cambiar nuestra relación con las otras formas de vida.

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