La ciencia ciudadana aporta más de la mitad de los datos sobre biodiversidad

Un 55 % de los datos de la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés) ya provienen de la ciencia ciudadana y son los pájaros, las mariposas y las setas los más favorecidos por la aportación de datos de personas que no son científicas. Un nuevo estudio, en el que ha participado el investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB), Bernat Claramunt, destaca el gran potencial que todavía tiene la ciencia ciudadana, que aporta el 70 % de datos sobre animales y el 16 % sobre plantas, en el campo de la conservación.

El estudio, publicado en la revista Biological Conservation, reafirma el papel fundamental de la ciencia ciudadana para conservar la biodiversidad y alienta a seguir trabajando para mejorar y aumentar su aportación. “Actualmente la ciudadanía proporciona una gran cantidad de datos sobre biodiversidad útiles para la ciencia, pero esta información tiene todavía más potencial para evaluar la biodiversidad a escala regional y global”, ha explicado Claramunt.

“La biodiversidad es esencial para humanos y para el planeta, y hay que conservarla ante las amenazas de la acción humana, porque nos proporciona múltiples servicios como la polinización, el control de plagas o la protección ante perturbaciones”, ha detallado. El profesor de la UAB ha dicho que, para conocer el estado de la biodiversidad, es necesario seguir indicadores que proporcionan una idea de su estado en cada punto del planeta, como la fenología, el comportamiento migratorio de especies bioindicadoras, la estructura de edades de una población o la distribución de las especies. Sin embargo, no siempre se dispone de esta información, por lo que el estudio identifica qué datos ofrecen mayoritariamente los proyectos de ciencia ciudadana y de cuáles carecen.

“Muchos datos son sobre si una especie concreta está presente o ausente en un lugar. Pero hay otras variables que no se siguen desde la ciencia ciudadana y sólo se obtienen a partir de observaciones y medidas de científicos, como la demografía o características como la masa corporal de animales”, según Claramunt. Por ello, según el científico, la ciencia ciudadana no se puede ver como un sustituto del trabajo de la comunidad científica, sino como un complemento muy valioso que permite conocer mejor algunos aspectos relevantes para la conservación de la biodiversidad.

El estudio también detecta que los grupos más beneficiados actualmente por la ciencia ciudadana son, con diferencia, los pájaros, seguidos de las setas y las mariposas. “Esta buena representación de ciertos grupos no es homogénea a escala mundial, y tampoco el grado en el que la ciencia ciudadana está instaurada en todo el mundo”, ha afirmado el investigador. Así, la ciencia ciudadana aporta muchos datos en algunos países europeos, EE.UU. y Australia, pero no en otros lugares del mundo que son muy interesantes por la biodiversidad que albergan, y donde los proyectos de ciencia ciudadana son todavía escasos.

Por ello, Claramunt defiende que es importante potenciar la ciencia ciudadana ya que “cuanto más datos y más gente implicada haya, más fácil será tener datos de especies raras”, lo que puede ser muy útil para detectar especies invasoras, hasta el punto que los proyectos de ciencia ciudadana pueden convertirse en sistemas de alerta temprana con respecto a las invasiones. Sin embargo, Claramunt advierte que “hay un problema de recursos de los que disponemos, falta de elementos técnicos y de necesidad de crear nuevas bases de datos”.

 

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Ciencia Comunitaria en México

En México existen diversos esfuerzos en materia de ciencia ciudadana, desde grupos que se suman al movimiento Biohacker, hasta diversos proyectos que abrevan del boom del movimiento “maker”, que ha significado un gran avance en estos temas gracias a plataformas como Arduino o Raspberry Pi.

Karla María Castillo Espinoza, Maestra en Ciencias por la UNAM, explica a Tercera Vía que la tecnología de código abierto puede complementar estas prácticas ciudadanas, que hasta el momento sólo pretenden registrar información sin analizarla de manera científica. Este tipo de ciencia que se desarrolla al margen de las Universidades y los Centros de Investigación, está siendo favorecida por la explosión tecnológica que supuso plataformas de hardware libre. Con ellas prácticamente cualquier persona interesada en estos temas puede crear sistemas de monitoreo ambiental y fotográfico, capturar datos, replicar aparatos convencionales de laboratorio e incluso inventar nuevas herramientas para contrastar hipótesis.

“Esto es justo lo que buscamos en Alterius, un proyecto de Ciencia Libre, Abierta y Comunitaria que busca llevar este tipo de herramientas a las comunidades y formar a cualquier persona interesada en el arte de hacer investigación científica”, añade la bióloga Castillo Espinoza. Para ella y su colectivo, la ciencia no debe estar restringida a los centros de investigación convencional, sino que puede desarrollarse en cualquier parte por personas que estén interesadas en resolver los problemas que plantea el entorno donde viven.

 

 

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