Una cocina para los refugiados en Calais

Tercera Vía entrevistó a Steve Bedlam, uno de los fundadores de Refugee Community Kitchen, una organización que sirve comida para miles de refugiados en Calais y Dunkerque -dos puntos estratégicos para ingresar a Gran Bretaña- en la región del norte de Francia. Su testimonio aporta a la comprensión de lo que ocurre en los espacios para refugiados en Europa. 

Para explicar cómo creamos la cocina en el espacio para refugiados pienso que es bueno contextualizar. Soy parte de un grupo de viajeros en Inglaterra a los que llaman “travellers o gypsies”. Nosotros elegimos vivir en comunidad y como nómadas permanentes. Es común que organicemos fiestas y festivales gratuitos. No fue difícil adaptarnos a la situación en Calais, pues estamos acostumbrados a tener a la policía en contra de nosotros. Aunque no somos refugiados, nuestra situación es similar a la suya:

A principios de los años 90 estuvimos organizando un festival que se llamó “Teknival”: se trató de una gran fiesta gratuita de música Techno que llegó a diferentes lugares de Europa. Como la organización del evento era considerada ilegal, llegó la policía. El gobierno en UK redactó el Criminal Justice and Public Order Act en 1994 para evitar que se repitiera. Nos prohibieron vivir como vivíamos y tuvimos que salir del país. Aunque no éramos refugiados de la misma manera que lo son las personas que huyen de la guerra, también tuvimos que irnos del lugar donde nacimos.

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En Calais no nos sentimos “fuera del lugar”. Como parte del mercado de festivales, estamos acostumbrados a estructuras temporales, y es normal para nosotros vivir en caravanas, cambiando siempre de lugar.

Yo viví en un camión durante quince años, manejando por Europa para montar eventos. Mi grupo fue pionero en ese sentido. Actualmente estoy viviendo en un barco, pues para mi es muy difícil estar en una casa: no estoy acostumbrado a ese tipo de ambiente, con los mismos vecinos y sonidos siempre. Amo mi libertad y me gusta vivir en comunidad. Yo vivo como quiero y trabajo para vivir, no vivo para trabajar.

Generalmente me dedico a organizar festivales en los meses del verano y luego tengo libres los inviernos. Entonces voy a un lugar barato para vivir o trabajo en algún proyecto humanitario. Hace unos años, estaba planeando un viaje a Ibiza (España) para pasar el invierno, porque me gusta cocinar y escuchar música. En ese momento supe lo que estaba pasando en Calais. Ya sabía de los refugiados de Lesbos, en Grecia, pero Calais estába a tiro de piedra. Tuve la idea de viajar al campo antes de irme a Ibiza y ver si podía ayudar en algo”.

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Calais

Un día estaba hablando durante el Nottingham Carnival con un amigo mío, que es chef. Tuvimos la idea de construir una cocina dentro del campo: podríamos ayudar durante un mes para que funcionaria y después dejar el proyecto en manos de los refugiados. Ese era el plan. Tuvimos la idea de juntar unos miles de pounds e hicimos un crowdfunding. En nuestra comunidad, los travellers, squatters y el free party, todos nos conocen y saben que somos gente honorable y que cuando decimos que vamos a hacer algo lo haremos bien. Queríamos juntar 2000 pounds para construir la cocina y para dar algo de comida a los refugiados. Al final recibimos seis mil pounds en menos de una semana, gracias a toda la comunidad que nos siguió apoyando y no dejó de hacer donaciones.

Cuando fuimos la primera vez, el 23 de Octubre 2015, entendimos inmediatamente que nuestra misión nunca iba a funcionar, por lo menos no de la manera en que la habíamos planeado. Fuimos al campo a visitar las cocinas que ya estaban adentro y entendimos enseguida el problema: no podían cocinar suficiente para todo el campo. Se preparaba comida para sólo una parte de la comunidad, unas trescientas personas, y en ese momento había más seis mil en el campo.

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Al principio pensábamos construir la cocina y que los refugiados trabajaran juntos y coordinaran el lugar. Esto no fue posible. Las comunidades en el campo estaban tan divididas como en sus propios países. Nos dimos cuenta de que si íbamos a construir la cocina teníamos que escoger a una cierta comunidad y beneficiarlos solamente a ellos, pero eso sería hacer lo mismo que los demás. Eventualmente encontramos un espacio dentro de un warehouse, fuera del campo, y nos dieron el permiso de construir la cocina ahí. Queríamos dar comida y también apoyar a otras cocinas con pocos recursos (p.ej. las cocinas no tenían electricidad y era constante el robo de comida).

Regresemos en noviembre para empezar a trabajar. Siete días después ya éramos capaces de servir quinientas comidas al día. Así es como empezó todo, sin darnos cuenta que iba ser un gran proyecto. Recibimos muchísima comida proveniente de donaciones, hicimos buena administración de los recursos y llegamos e servir tres mil comidas por día en Calais y en Dunkerque.

Conocimos mucha gente en el campo distribuyendo comida de manera equivocada. Lo que hicimos fue organizar a esa gente, instalamos un sistema para que la comida fuera a las personas correctas y le dimos forma a una red de distribución para las diferentes casas, de modo que pudiesen preparar su propio alimento.

Yo estuve trabajando durante cinco meses en Calais con solamente una semana de descanso. Ahora mismo tenemos un equipo de gente ahí. Quiero aclarar que no sólo nosotros cocinamos todos los días, sino que impulsamos una red muy buena de chefs que vienen desde Inglaterra a trabajar para ayudar un poco. Así tuvimos Michelin Star Chefs, que trabajan en restaurantes de lujo de Londres, pero que también vienen a hacer su parte.

Situación actual

En Febrero de este año el gobierno empezó a construir un espacio temporal en containers, con seguridad alrededor, que sólo tiene camas y baños. Ellos vaciaron una parte del campo para construir un sitio para mil quinientas personas. Al resto los enviaron a “centros de acomodo” en Francia.

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Cuando eso ocurrió, pensamos que nuestro trabajo había terminado, pero de hecho se incrementó. Antes el espacio tenía cierta infraestructura: cocinas, centros para mujeres y niños, iglesias y mezquitas. Pero cuando vinieron por la gente también se llevaron los recursos. Nos encontramos ante una situación difícil, con el doble de trabajo: antes servíamos una comida al día para tres mil personas. Ahora tenemos que dar tres comidas al día para las mil quinientas personas que quedan. Es una locura.

Sabemos que no podemos solucionar los problemas de los refugiados, pero estamos dándoles comida para que recuerden su casa y tiempos mejores. De esta manera podremos hacer una diferencia para ellos”.

 


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