Gobierno de la CDMX pretende destruir un Centro Cultural Popular y Autónomo

Según una descripción de la cooperativa “La Coperacha“, el Chanti Ollin es una edificación que hace tangible el derecho a la vivienda y la necesidad de ocupar lo que está vacío; raya en las fronteras del “okupa”, pero es ante todo una sede de proyectos productivos. Fue gestada como un proyecto de estudiantes que buscaban formas de vida alternativas, habitando un viejo edificio abandonado al que llamaron: Del-adentro-dentro-mentalización-de-la-cuna-del-cayo-heterotópico-visivilizador-ansina-como-en-denantes.

Un nombre cuya creatividad ya irrumpía como una declaración libertaria en el gris citadino, diseñado por una élite económico-política tan aburrida como ambiciosa, que siempre busca erigirse como único relato posible en el transcurrir de la vida de sus habitantes. Y es que ayer martes 22 de noviembre del 2016, el gobierno de la CDMX daba como gran noticia la “recuperación” del predio donde se ha instalado ese proyecto cultural que desde el 2004 desarrolla proyectos tan variados como un taller-laboratorio de bicimáquinas (bicicletas adaptadas para realizar labores como lavar, moler, licuar, generar energía limpia, etc.), elaboración de pan artesanal, agricultura urbana, medicina tradicional, desarrollo de diversas ecotecnias (como baños secos), además de atesorar artes fundamentales como el muralismo (cabe señalar que dentro de sus instalaciones incluso se encuentran obras de legendario Daniel Manrique, uno de los creadores del movimiento Arte Acá), la serigrafía, la danza y la música.

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Las estructuras del poder cierran filas

El desalojo, plagado de irregularidades, corresponde a las políticas de gentrificación (elitización residencial) que han caracterizado a los gobiernos perredistas, en particular al de Miguel Ángel Mancera, que buscan encarecer espacios residenciales en zonas específicas, construyendo indiscriminadamente enormes edificios con rentas estratosféricas y que condenan a grandes masas de ciudadanos que no pueden acceder al derecho fundamental de contar con una vivienda digna (según cálculos de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) hay más de 10 millones de personas sin hogar).

Por eso es importante denunciar que la forma en la que se construyó el golpe dirigido ayer y que terminó con 26 detenidos (que además ya fueron liberados porque terminaron por reconocer que los cargos de “despojo” por los cuales habían sido consignados no tenían sustento), desnuda una simbiósis entre empresas inmobiliarias, instituciones gubernamentales y medios de comunicación oficialistas, ya que estos últimos anunciaron con semanas de antelación el golpe mediante de una tramposa campaña de desprestigio llena de mentiras.

Por lo que más allá de la pertinencia de defender un espacio autónomo que construye un proyecto cultural como el Chanti Ollin, es urgente plantearnos como sociedad los roles que nos imponen en relación con el territorio, el valor de recuperar y defender los espacios y hacerlos un bien común. De ahí la propia convocatoria de las personas que gestionan ese espacio desde hace más de 12 años (de hecho hay que considerar que la figura de prescripción negativa para apropiarse legalmente de un predio abandonado es de 10 años) que han convocado a la solidaridad, estableciendo un plantón artístico-cultural frente al 424 de la calzada Melchor Ocampo, esquina Río Elba, colonia Cuauhtémoc.

Ahora se conglomera una lucha que es continuidad de aquellos viejos golpes que fueron frustrados por el apoyo comunitario que cobija al Chanti, por también constituirse como un espacio de encuentro de proyectos solidarios nacionales e internacionales que han pasado por sus puertas y que ahora se vuelven a tejer bajo la consigna… ¡El Chanti se queda!

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Texto de Jesús Vergara | Fotos de Eiji Fukushima

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