Sudáfrica: más de 100 rinocerontes asesinados en tres meses por cazadores furtivos

Mientras el mundo debate sobre inteligencia artificial y colonias en Marte, en los parques nacionales de Sudáfrica se libra una batalla mucho más terrenal y urgente: la defensa de los rinocerontes. En los primeros tres meses de 2025, más de 100 ejemplares han sido abatidos por cazadores furtivos, lo que equivale a un promedio escalofriante de más de un animal muerto por día. Un dato que no solo inquieta a conservacionistas, sino que exhibe la persistente fragilidad de las políticas de protección ambiental frente al crimen organizado.
De los 103 rinocerontes asesinados entre enero y marzo, 65 fueron cazados dentro de parques nacionales, lugares que se suponen bastiones de protección para la fauna salvaje. Lejos de representar un repunte, estas cifras mantienen el mismo ritmo devastador del año anterior. La declaración del ministro de Medio Ambiente sudafricano, Dion George, lo resume con crudeza: es “un recordatorio contundente de la amenaza implacable a nuestra vida silvestre”.
El país alberga la mayor población de rinocerontes del planeta, con una estimación de entre 16 mil y 18 mil ejemplares, incluyendo tanto rinocerontes blancos como negros. Este último grupo —el rinoceronte negro— es el más vulnerable: con apenas 6,400 individuos en libertad, está clasificado como “en peligro crítico de extinción” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y solo 2,000 de ellos viven en Sudáfrica.
A pesar de los esfuerzos gubernamentales, los grupos de caza furtiva siguen operando con eficiencia quirúrgica. Ya no se trata de cazadores aislados: detrás del rifle hay redes criminales transnacionales que ven en el cuerno de rinoceronte un producto más rentable que el oro, gracias a su demanda en mercados ilegales de Asia, donde se le atribuyen propiedades medicinales infundadas.
Una luz —aunque tenue— se encendió el año pasado cuando Mozambique logró la condena de Simon Ernesto Valoi, un cabecilla de la caza furtiva vinculado a operaciones en el Parque Nacional Kruger, una de las reservas más emblemáticas de Sudáfrica. Sentenciado a 27 años de prisión, Valoi representa una excepción en un sistema que pocas veces alcanza a los líderes de estas redes, concentrándose más en los eslabones más bajos de la cadena.
La persistencia del problema evidencia un dilema estructural: proteger a los rinocerontes no depende solo de aumentar la vigilancia o colocar más guardabosques, sino de desmantelar los circuitos financieros, políticos y logísticos que sostienen a estas mafias. Porque mientras los turistas compran postales del safari perfecto, el ecosistema africano sigue perdiendo a una de sus especies más emblemáticas, no por causas naturales, sino por la codicia humana.