Trump retira aranceles a celulares, computadoras y chips para evitar impacto económico y presión empresarial

La administración de Donald Trump ha dado un viraje estratégico en su política comercial al anunciar exenciones arancelarias para una serie de productos tecnológicos clave: teléfonos celulares, computadoras, procesadores y maquinaria para la fabricación de semiconductores. Esta medida, publicada por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU., exime estos productos de los aranceles del 125% aplicados a China y del 10% al resto de países, en un intento por frenar los daños colaterales de una guerra comercial que él mismo inició.
La exclusión beneficia directamente a gigantes como Apple, Samsung y Taiwan Semiconductor Manufacturing Co., cuyas cadenas de producción dependen de Asia y, cada vez más, de México. También alivia temporalmente a los consumidores estadounidenses, que enfrentaban la posibilidad de pagar hasta 1,700 dólares por un iPhone de mil.
Pero la movida tiene más de improvisación que de planificación industrial. Como ya ocurrió durante su primer mandato, Trump recurre a exenciones selectivas para evitar que su retórica proteccionista se convierta en una bomba de tiempo económica. Los aranceles que pretendían “revivir” la producción nacional se toparon con la realidad: relocalizar la fabricación de chips o smartphones no se logra con decretos ni slogans.
La medida llega tras una semana marcada por la escalada comercial con China, que respondió con aranceles espejo al 125%, elevando la tensión entre las dos principales economías del mundo a niveles de guerra fría tecnológica. Las repercusiones golpearon no solo a Wall Street, sino también al dólar y a la deuda pública estadounidense, factores que empujaron a Trump a suavizar su postura.
Sin embargo, la exención no garantiza estabilidad. Analistas advierten que estos productos podrían enfrentar nuevos aranceles en el futuro. La “flexibilidad” del presidente, más que una estrategia, parece una constante renegociación con los mercados y consigo mismo. En esta versión redux del “Make America Great Again”, el costo de la grandeza se mide en renuncias tácticas que contradicen sus propias políticas.
Este episodio revela que el nacionalismo económico de Trump tropieza con las lógicas de una economía globalizada que no se desmonta con discursos. Mientras los chips y celulares se salvan por ahora del castigo fiscal, la incertidumbre sigue siendo la única constante de una guerra comercial que nunca tuvo un plan de salida.