México recibe a militares franceses para ejercicios conjuntos y ceremonia conmemorativa

A 162 años de la Batalla de Camarón —aquel enfrentamiento donde legionarios franceses fueron prácticamente aniquilados en suelo mexicano durante la Segunda Intervención Francesa—, el Senado de la República ha autorizado de forma unánime el ingreso de tropas del ejército francés a México, bajo un doble propósito: rendir homenaje a dicho evento y participar en ejercicios militares conjuntos. El gesto, aparentemente ceremonial y diplomático, revive sin embargo tensiones históricas que aún generan debate sobre memoria, soberanía y cooperación internacional.

Con 96 votos a favor, sin discusión pública en el pleno, se dio luz verde a la entrada de 32 elementos de la Legión Extranjera Francesa, del 12 de abril al 7 de mayo de 2025. Su participación incluye la ceremonia conmemorativa del 30 de abril en Camarón de Tejeda, Veracruz, y un intercambio de adiestramiento en operaciones de selva en Xtomoc, Quintana Roo. Las tropas ingresarán sin armamento y viajarán en una aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana.

Al mismo tiempo, se aprobó la salida de tropas mexicanas —23 elementos, incluyendo paracaidistas y fuerzas especiales— para integrarse a un entrenamiento equivalente en la Guayana Francesa. Este intercambio forma parte del Plan de Cooperación Bilateral Militar México-Francia 2024-2025, enfocado en mejorar las habilidades tácticas para operaciones en selvas tropicales. Según el Senado, estas acciones buscan fortalecer la cooperación en materia de defensa, al mismo tiempo que proyectan la imagen cultural de México en el exterior.

La aparente cordialidad de esta colaboración contrasta con el trasfondo histórico de la Batalla de Camarón. El 30 de abril de 1863, 65 legionarios al mando del capitán Jean Danjou fueron rodeados por hasta 2,000 soldados mexicanos. Su resistencia, aunque simbólicamente heroica para Francia, es recordada en México como un episodio de defensa soberana ante una invasión extranjera. La ironía de conmemorar ese evento con presencia militar francesa en territorio mexicano no pasa desapercibida.

La decisión del Senado, además, se enmarca en un contexto más amplio de apertura a la presencia de fuerzas armadas extranjeras en el país. Días antes, se autorizó también el ingreso de militares estadounidenses para ejercicios de capacitación en el Estado de México. Este patrón plantea interrogantes sobre la política exterior de seguridad nacional, el papel de las Fuerzas Armadas mexicanas en dinámicas internacionales y la narrativa que el Estado mexicano busca promover a nivel global.

Aunque se estableció que la Secretaría de la Defensa Nacional deberá presentar un informe detallado al Senado 30 días después de finalizadas las actividades, el precedente institucionalizado de estos intercambios podría profundizar la normalización de presencias armadas extranjeras bajo el discurso de la cooperación.

En términos simbólicos, México no sólo permite el regreso de una fuerza extranjera a los campos donde una vez lucharon contra tropas nacionales, sino que además colabora activamente en la recreación de un evento que, aunque glorificado por Francia, fue parte de una intervención que pretendía imponer un emperador europeo en el país. En tiempos donde la memoria histórica se debate entre el olvido y la reivindicación, la política exterior mexicana parece inclinarse por la diplomacia militarizada del olvido.

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