China evalúa prohibir películas de Hollywood como represalia a nuevos aranceles de Trump

Mientras el mundo observa los movimientos económicos entre las dos mayores potencias globales, una nueva víctima colateral aparece en escena: la industria cinematográfica de Hollywood. Lejos de tratarse de una trama de ciencia ficción, la amenaza es real y concreta. China, en respuesta al posible aumento de aranceles del 50% propuesto por Donald Trump, estudia vetar las películas estadounidenses en su territorio. Y aunque el cine norteamericano apenas representa el 3.5% de la taquilla china, la pérdida potencial para Hollywood se mide en millones de dólares: 585 millones en 2024, para ser exactos.
El conflicto es parte de una guerra comercial en escalada. Trump ha intensificado su política arancelaria, sumando un 50% adicional a productos chinos si Pekín no revierte su arancel del 34% recientemente impuesto. Esta decisión llevaría los aranceles totales sobre importaciones chinas a un astronómico 104%. En la práctica, esto haría inviable económicamente la exportación hacia Estados Unidos, lo que ya ha llevado a analistas como Dan Wang, del Eurasia Group, a declarar que “Europa es y será el mercado más rentable para China ahora”.
La respuesta de China, aunque aún no oficial, ha sido deslizada estratégicamente por voceros cercanos al Partido Comunista, lo que apunta a una táctica deliberada de presión. La censura cinematográfica no es nueva para el país asiático, que ya controla férreamente la distribución de cine extranjero a través de una única empresa estatal. Ahora, ese mismo control podría transformarse en un arma comercial. Para Hollywood, no es una amenaza menor: películas como Jurassic World: Rebirth, El Contable 2, Thunderbolts o la nueva entrega de Misión Imposible podrían quedar fuera de uno de los pocos mercados internacionales capaces de equilibrar sus costos astronómicos de producción.
La paradoja no pasa desapercibida: mientras que Una película de Minecraft lidera la taquilla en China —superando incluso a producciones locales como Ne Zha 2—, el futuro inmediato para otras superproducciones pende de un hilo. La rentabilidad de muchas franquicias depende, en gran parte, del respaldo financiero que ofrece el público chino.
El gobierno chino no ha escatimado en retórica. Califica la política de Trump como “chantaje” y asegura que “los chinos no buscan problemas, pero tampoco les temen”. En palabras del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lin Jian, están listos para “luchar hasta el final”.
El panorama es incierto. Aunque aún no hay medidas confirmadas, el solo hecho de que el cine se haya convertido en parte del ajedrez diplomático ilustra cómo los conflictos internacionales están reconfigurando hasta las industrias más aparentemente desconectadas de la política. Hollywood, un símbolo cultural y económico de Estados Unidos, podría convertirse ahora en moneda de cambio en una guerra comercial que no da señales de detenerse.
En resumen, el cine ya no solo compite en taquilla. Ahora, también se juega en los tableros de la política internacional.